Dirigir un grupo de futbolistas no debiera consistir solamente en supervisar los entrenamientos a lo largo de la semana, plasmar la correspondiente convocatoria y alinear a once profesionales a la hora del partido para, a lo sumo, hacer tres cambios a lo largo del mismo… casi siempre al final, ¿o no?
A un Entrenador (así, con mayúsculas) hay que exigirle muchas otras virtudes: motivación, conocimiento, inteligencia, instrucción, aptitud, personalidad, temperamento, actitud… y muy especialmente intuición e innovación.
¿Cuántas veces -centrándonos en los goles que encaja la zaga o en el poco juego que genera el centro del campo- hemos obviado el “cero patatero” que obtienen nuestros futbolistas en la asignatura del “otro fútbol”? ¿En cuántas ocasiones hemos echado de menos -ahora más que nunca- la total ausencia de apremio, de presión, de los nuestros sobre el contrario, o hacia el árbitro, tras recibir una dura entrada o después de soportar acciones antideportivas o reiteradas faltas? ¿Desde cuándo no vemos a un jugador sevillista abroncar al compañero que se “esconde” o no pone toda la carne en el asador?
Publicó ayer El País la siguiente información: “Ante el Levante, Mourinho exigió a sus jugadores que, en previsión de que el rival cortara mucho el juego, presionaran al árbitro y defendieran a sus compañeros en cada falta recibida: la primera orden fue que, en previsión de que los adversarios cortarían el juego con muchas faltas, había que presionar al árbitro en grupo pidiéndole la tarjeta amarilla para el infractor. La segunda consigna que subrayó Mourinho, según los testigos, fue la de "defender al compañero" que sufriera una falta”. La respuesta del juez, Turienzo Álvarez, presionado por los jugadores por orden de Mourinho, fue contundente: mostró ocho tarjetas al Levante. Una tarjeta cada 2,5 faltas. Pero, además, en rueda de prensa posterior ya comenzó a preparar, desde su particular óptica del fútbol, el siguiente choque frente al Racing: "El partido será lo que el árbitro quiera, no lo que quieran los equipos. Tú sólo vas hasta donde el árbitro te permite ir".
Si la información es cierta, y no dudo que lo sea, resulta pues que el portugués, indeseable en muchos aspectos, sí que “entrena” el liderazgo, sí que alienta el carácter y sí que estimula los arrestos, exigiendo a todos sus jugadores que se comporten como potenciales líderes, ultradefensores del escudo y de su camiseta.
Entono el mea culpa: había comenzado a creer que esa cualidad no era “entrenable”, que se poseía desde la cuna, que “venía de fábrica” o no había nada que hacer. Es hora de que el Sevilla ejercite esa otra realidad del submundo del fútbol. Si técnica o físicamente, por diversos motivos, la cosa no marcha, al menos que se palpe desde la grada que son hombres los que se enfundan nuestra camiseta. No saben ellos, y el técnico, cuánto se agradecería.
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