miércoles, 21 de octubre de 2015

El Ayuntamiento y el ayuntamiento



21/10/15. Mi colaboración de ayer en El Demócrata Liberal


“Nos hemos habituado de una forma pasmosa, facilona, a veces grotesca y siempre vergonzosa, a que las instituciones tomen por nosotros las decisiones que solo a nosotros atañen”

El Ayuntamiento de Sevilla ha vuelto a mostrar su preocupación por nuestra salud, o al menos en lo que a su apartado social se refiere. Para ello, dentro del “Plan de promoción y protección de la salud afectiva sexual de los sevillanos y las sevillanas” (bulerías, fandangos y verdiales, aparte), ha anunciado para hoy como fecha límite de presentación de ofertas la licitación de un contrato de suministro de 7.000 monodosis de “lubricante vaginal y anal”, destinado a un programa de educación sexual que se viene realizando entre alumnos de más de 16 años de institutos de Educación Secundaria y que tendrá un coste para las arcas municipales de 1.470 euros, eso sí -dice el informe técnico- tras valorarse “la mejor oferta económica”.

Pero la noticia no llega al ciudadano-contribuyente de cualquier manera. Resulta llamativo que el anuncio por el que se da a conocer la adquisición de los protectores de estregones venga precedido de un largo preámbulo en el que, dejando traslucir su aparente mala conciencia, se justifique el gasto con el aserto de que el Plan siempre “ha trabajado” con preservativos y lubricantes, pero que en esta ocasión solo hacía falta de los últimos, ya que “en 2013, el Gobierno de Juan Ignacio Zoido adjudicó a la empresa Gautex Médica un contrato para el suministro de preservativos masculinos por 4.300 euros, de los que aún tenemos porque sobraron en los últimos talleres”. Lo que, por una parte, patentiza que dos años después estamos “sobraos” de látex y, por otra, deja entrever que el anterior alcalde, tras perpetrar semejante despilfarro por medio de un acto administrativo “muy cercano” a la malversación de caudales públicos, no favoreció el ayuntamiento, ésta vez entendido como la quinta acepción del Diccionario de la lengua española, como debiera. Por cierto, a estas alturas y con tanto entusiasmo por el provecho y el ahorro, ¿de fechas de caducidad cómo andamos? ¡No vayamos a liarla, pollito…!

Sabemos pues que, antes, el gobierno de Zoido, tirando de una ominosa doble moralidad, en lugar de incentivar la toma de decisiones de los ciudadanos y sacar los colores a la progresía, mantuvo el programa de Monteseirín y lo silenció, o al menos no le dio la trascendencia convenida, no fuera que sus votantes se lo reprocharan; y ahora, que el de Espadas, sin llegar a tirarse al callejón, se tapa sin pudor en “el burladero de las cosas del PP” no vaya a ser que el morlaco le salga en puntas.

Nos hemos habituado de una forma pasmosa, facilona, a veces grotesca y siempre vergonzosa, a que las instituciones tomen por nosotros las decisiones que solo a nosotros atañen. Para ello, el consistorio, incluso se permite “ilustrarnos” con una parrafada del siguiente tenor: “la educación sexual, en cualquier etapa de la vida, no consiste simplemente en lograr evitar los embarazos no deseados o la transmisión de Infecciones de Transmisión Sexual, sino también tiene como objetivos el lograr que cada persona sea capaz de establecer relaciones amorosas y afectivas de buen trato, relacionarse de una manera equilibrada, reconocer sus derechos sexuales y reproductivos, tomar decisiones de manera libre, saber pedir, decir no, atender a sus deseos, disfrutar de las relaciones eróticas, cuidarse, quererse, proteger, afrontar dificultades... la sexualidad, es un concepto muy amplio que, incluye además la comunicación, la afectividad y el placer; el cuerpo es su base y por este motivo es importante conocerlo, sentirlo y vivirlo”. Ya lo decía mimaleni, la sin par ministra cañaílla, en los umbrales de la última crisis: “los españoles no tienen que preocuparse porque para eso estamos nosotros”. Idea más que impregnada en los genes de los mandamases y que subyace con más fuerza mientras más nos escoramos a babor en la bancada del arco parlamentario; gerifaltes convertidos por voluntad propia y por dejadez de los incapaces -así nos consideran, quizá con sobradas razones-, en nuestros ineludibles curadores, y que groseramente se injieren en nuestros inalienables, inmanentes e imprescriptibles derechos individuales nacidos de la concepción liberal surgida de la Ilustración, hace ya tres siglos.

¿Estarán dispuestos nuestros mandatarios, de una puñetera vez, a asimilar que cada cual es muy libre de vivir la sexualidad a su antojo con el único respeto a la libertad de los demás? ¿Tan difícil les resulta entender que a mis hijos los educo yo, que el artículo 27.3 de nuestra Constitución continúa vigente y que, tanto la gente menuda como los adolescentes y “adolescentas”, han de llegar educados desde casa a los colegios e institutos, con lapicero y borrador en ristre, con calculadora y compás y, en el plano de la salud afectivo-sexual -a voluntad y sin intromisiones ilegítimas en su esfera privada- con condones o sin ellos, con vaselina o sin lubricante, o, llegado el caso, con arena, pedernal o fusta de cuero?

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