sábado, 19 de diciembre de 2015

Maltrato y batalla electoral en el día de reflexión




 

La violencia doméstica, como el mal en general, sigue su curso, las mujeres siguen muriendo y ello a pesar de la pretendida bondad de leyes y más normas, de reformas y contrarreformas, de juzgados específicos, de secciones ad hoc de los cuerpos y fuerzas de seguridad.

Los datos que se reflejan son los que ofrece hoy el portal de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género. 53 mujeres, el mismo número que en 2014, y a falta de 12 días para la finalización de 2015, han muerto en lo que va de año por la mano asesina de su pareja o de su ex. Probablemente, casi con toda seguridad, el cuadro que se muestra habrá sufrido variaciones significativas e infames a la hora de que esta reflexión en voz alta vea la luz.

Entre medias, sin extrapolar las cifras porque resulta imposible, algún hombre también ha pasado a mejor vida a manos de su compañera.

Ha sido noticia en estos últimos días la nauseabunda e ignominiosa movida contra la número tres de Ciudadanos por Madrid, Marta Rivera de la Cruz, por aseverar en un debate electoral que “es tan grave que un hijo vea cómo su padre mata a su madre que vea cómo su madre mata a su padre”, es decir, solo y exclusivamente, por defender la igualdad de hombres y las mujeres ante la ley, que es la base del auténtico movimiento feminista de mediados y finales del XIX en Estados Unidos y que tuvo su mayor reflejo en España con Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán.

La práctica totalidad de representantes de los partidos, los del arco parlamentario y los que pretenden ocuparlo, se han tirado a la yugular sobre la escritora, “como si estuviésemos en campaña electoral”. Ya en el mismo debate reprocharon a Ciudadanos que “proponga en su programa eliminar como circunstancia agravante que el agresor sea el hombre”, lo cual no es cierto, solo una tergiversación, y no voy a convertirme en abogado defensor de Ciudadanos, que ya los tiene, pero lo que su programa defiende es que se aumenten las penas para todos y que éstas se hagan “extensivas a toda la violencia intrafamiliar”, algo perfectamente factible con el actual código penal.

Pero no solo los esperables se tiraron al cuello, también quienes votaron en contra de la ley, como fue el caso del PP; naturalmente que el PSOE tampoco faltó a la batalla, los mismos que tergiversan la historia para ocultar su oposición al voto femenino en la Segunda República, los mismos que dejaron a Clara Campoamor desamparada mientras luchaba por el voto femenino.

Artículo 14 de la constitución, mismo delito, misma pena, agravantes de superioridad y de familiaridad ya existen; poner uno más es un dislate que estaría bien si sirviera para algo, pero las estadísticas desmienten tales logros.

El aserto de Rivera de la Cruz es cosa de sentido común, la única forma de entender un problema por cualquier persona que no esté aquejada de sectarismo; que el que mata, sea hombre mujer, pague su delito, y que, a la vista de las tremendas cifras, las mujeres amenazadas sean protegidas.

La mejor forma de defender a la mujer, igual que al hombre, es desde el plano de la igualdad, fomentando una educación que huya del -falso- amor acaparador, egoísta y telebasurienteo. Las penas inhumanas tampoco son la solución. ¿De qué sirve amenazar a un yihadista con la pena de muerte, o la prisión permanente revisable, si sueñan con alcanzar el paraíso con anterioridad a su llegada natural, matando y sin juicio previo?

Los libros y los psiquiatras hacen más que todos los códigos penales del mundo. La sorpresa surge siempre en cualquier telediario: “era una pareja estupenda”. Los designios de la mente son inescrutables y ni las leyes ni los debates electorales van a hacer cambiar de posición a los asesinos, a los desalmados y, menos aún, a la razón. Que la jornada de hoy, de reflexión política, sirva también de reflexión individual, humanitaria y, sobretodo, benefactora. Y que Dios nos coja confesados.

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