miércoles, 11 de mayo de 2016

La trucada vara de medir ciudadanita



11/05/16. Mi colaboración de ayer en El Demócrata Liberal


“Nadie sabe al sur de Despeñaperros si el naranjito andaluz es oposición o consejero sin cartera, aunque ya nadie duda de su condición -y uso- como rudimentario felpudo”

“La pretendida estrategia de neutralidad de Albert Rivera entre Madrid y Andalucía cae por su propio peso a la vista de las antitéticas actuaciones de sus líderes regionales”


Llegaron autoproclamándose adalides de la libertad, de la honestidad. Su integridad libre de mácula anunciaba un futuro de rectitud, de decencia, de moralidad, de dignidad.

Y a fe que -venturosamente- lo cumplieron: el presidente de Ciudadanos en la Comunidad de Madrid, advirtió desde el principio la intransigencia de su partido con la corrupción “venga de donde venga y se llame como se llame”. Bueno, no todos: su homónimo andaluz, tras manifestarse en el mismo sentido, reculaba al instante y mostraba su patita enharinada nada más ser abrazado por estapresidenta en San Telmo: “hasta el momento, 'con la información que el PSOE nos ha facilitado', mi partido no ha visto indicios de corrupción en Andalucía”. ¡Toma del frasco, Carrasco!

Pasado el tiempo, tan contrapuestas conductas siguen fieles a sus respectivos principios: Mientras en Madrid, ratificado el gobierno popular, se han centrado en su eficaz labor de oposición, en Andalucía el inquietante flequillo de Juan Marín se ha mimetizado con la cabellera ahora rubia de la presidente. Nadie sabe al sur de Despeñaperros si el naranjito andaluz es oposición o consejero sin cartera, aunque tampoco se duda de su condición -y uso- como rudimentario felpudo. Ciertamente, casi lo mismo ocurre con los populares; en realidad, justo es reconocerlo, los mayores aprietos que ha padecido el gobierno han llegado de la mano de Podemos.

Los ciudadanitas se pavonean de haber logrado la creación de sendas comisiones de investigación sobre la corrupción en Madrid y en Andalucía; eso sí, con planteamientos dispares: mientras en Madrid dejaron claro el deber de comparecer de la presidente, en Andalucía, Marín prefirió consensuar las comparecencias; tras presiones del resto de grupos, incluso planteó que Díaz abriera la ronda pero acabó retrocediendo al oír las primeras y sublimes críticas de la mandamás. Así, la esperada “marcha atrás”, en genial interpretación evangélica, ha conseguido finalmente que “los primeros sean los últimos”.

Mientras en La Puerta del Sol se exigió una auditoría de las cuentas de los populares, que gobiernan desde 1995, los escándalos de la Andalucía imparablemente socialista desde 1978 están al margen de la revisión. Entretanto en Madrid apoyan la práctica exención del impuesto de sucesiones y donaciones, en Andalucía se limitan a pedir una rebaja al tiempo que el banco azul y la bancada eterna se carcajean. Mientras que en Madrid se avanza hacia una nueva ley que pretende poner en manos de los profesionales el consejo de administración de la televisión pública, en Andalucía los contenidos de “La Nuestra” no son motivos de discrepancia. Entretanto en Madrid los riveritas exigen suprimir el Consejo Audiovisual, por aquí les basta con reducir el número de miembros y... ya veremos cuando.

Y no todo acaba ahí. En su cacareado papel de adalides en la lucha contra la corrupción y la consecuente exigencia de responsabilidades, más de lo mismo: aun reconociendo que el asunto no reviste formas de corrupción política, ofrecen a su diosa en bandeja de plata la cabeza del alcalde pepero granaíno, mientras mantienen en su puesto al consejero Arellano, habiendo exigido previamente su cese. Éste y no otro es el “modus actuandi” de los que iban a poner orden en el concierto político, a homogeneizar los modos y a rechazar de plano las desigualdades.

La pretendida estrategia de neutralidad de Albert Rivera entre Madrid y Andalucía cae por su propio peso a la vista de las antitéticas actuaciones de sus líderes regionales, atisbándose nítidamente que Aguado ha establecido una escrupulosa política de control hacia el Gobierno de Cifuentes, con exigencias que en Andalucía ni se huelen y que dejan vislumbrar una balsa de aceite que la Popea del Sur aprovecha, a modo de espaciosa alberca de leche de burra y miel cruda, para lucimiento de su radiante epidermis.

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