“Susana
Díaz: 'los impuestos van a ser siempre progresivos en Andalucía y no vamos a
beneficiar a los ricos ni a quienes heredan cinco, diez o quince millones de
euros'”
“¿Pero
cuántos “ricos” hay en Andalucía? Usted lo es, o puede serlo, si hereda un pisito
en Sevilla con un valor catastral de 16,5 millones de las antiguas pesetas”
“Veinte
andaluces, ante la imposibilidad de pagar el impuesto de la muerte, repudian a diario la herencia”
Clavelina, una
asturiana de 82 años, es noticia estos días por la cruzada que ha emprendido
contra el expolio del impuesto de Sucesiones y Donaciones allí donde don Pelayo
comenzó a mostrar su hartazgo de “alianzas de civilizaciones” y otras
necedades: tras heredar el piso de su hermano valorado en 300.000 euros, el
Principado le reclamó la friolera de 80.000 en efectivo. Solo le quedaba
buscarse la vida para lograr la pasta, malvender el inmueble en el plazo de
seis meses marcado por la ley para pagar íntegra y religiosamente la
cuota, u olvidarse del ahorro en forma de ladrillos labrado por su pariente
durante años.
Y no solo en Asturias: el impuesto de la muerte,
como se le ha denominado, en Andalucía sigue de latente actualidad. Las
alharacas ciudadanitas del pasado verano, que acompañaron la puesta en
escena de la nueva regulación, han devenido en marcha fúnebre con su entrada en
vigor a primeros de año.
Los chicos de Albert, con Joan Marín, el hombre del
flequillo inquietante, a la cabeza, han podido constatar en tan breve lapso de
tiempo la injusticia -por su cortedad- y la ineficacia del tan celebrado
acuerdo. Tanto que su intento de nuevas reformas de la mano de los populares
tendrá que esperar al menos hasta que se negocien los próximos presupuestos;
eso sí, si antes la presión en las calles, como remedo de lo ocurrido con los
hospitales granadinos, no obliga a recular a estapresidenta, la misma que pretende que no se menee un varal del sacrosanto régimen
en tanto en cuanto coge el AVE que la lleve directamente de San Telmo a Ferraz
y quién sabe si -hay gente pa tó- a La Moncloa.
Cierto es que la nueva regulación supone un cierto alivio en
determinados casos, lo que no empece para que Andalucía siga encabezando la
indigna clasificación del importe de tan desmesurado impuesto, a años luz de
Baleares, Canarias, Madrid, La Rioja, o los territorios forales, que abonan
importes simbólicos. El artículo 14 de la Constitución, que proclama la
igualdad de los españoles ante la ley, continúa vigente al parecer, salvo para
el Ministerio de Hacienda que puso en manos de las 17 taifas -y sigue
sin enmendar- una horquilla en la sucesión mortis causa que va desde el
gratis total de la herencia al repudio forzado de la misma, desde el riojano
que no tributa por percibir hasta medio millón de euros a la andaluza que le
arramplan cien o mil veces más que si residiera en Valdemoro o en La Gomera.
Solo las herencias de las explotaciones agrarias han obtenido
una apreciable reducción, merma que, en sí misma considerada, no es tal porque
se requiere que el heredero esté inmerso en el uso y aprovechamiento del
negocio, lo que, al tiempo, evidencia la cacicada ejercida hasta la fecha. Del
mismo modo, la herencia de la vivienda habitual se continuará liquidando por el
valor real del inmueble, con reducciones progresivas hasta el 95 % a
partir de los 242.000 euros. Pero no es oro -o quizá sí- todo lo que reluce: a
la hora de hacer caja, la Orden de 25 de mayo de 2015 de la Consejería de
Hacienda (que publica los precios medios de las fincas e inmuebles en cada
municipio y que se utilizan para calcular la cuota de este impuesto), no
encuentra diferencias a la hora de valorar un edificio en la avenida principal
de una localidad o una nave de aperos en terreno rústico, a 20 o 30 kilómetros
del casco urbano.
El “error de salto” llegó al Hospital de las Cinco Llagas
la pasada semana: hasta el pasado 31 de diciembre (referidos a los parientes
directos del finado y al valor de todos los bienes recibidos excepto la
vivienda habitual) quien superaba los 175.000 euros exentos cotizaba 26.700 a
las arcas andaluzas; desde primeros de año, quien reciba en herencia cincuenta
céntimos por encima de los 250.000 euros ha de apoquinar a la tesorería 47.000,
nueve mil euros más que con la anterior regulación, o lo que es los mismo, un
23 % más que antes del gozoso pacto. A tan simple regla de tres de la oposición
respondía engolada la presidente que no está dispuesta “a bonificar un impuesto
para ricos”, enfatizando que “los impuestos van a ser siempre progresivos en
Andalucía y no vamos a beneficiar a los ricos ni a quienes heredan cinco, diez o quince millones de euros”.
¿Pero cuántos “ricos” hay en Andalucía? Según la ley no son
pocos: usted lo es o puede serlo, tenga los ingresos y/o deudas que tenga, si
hereda un pisito en Sevilla con un valor catastral de 16 millones y
medio de las antiguas pesetas, pues la Junta no se coge los dedos con
las valoraciones y aplica un coeficiente multiplicador ya de por sí
desorbitado tras el catastrazo y que en el caso de la capital de
Andalucía es el 2,55.
Para colmo hemos de soportar que la Consejera de Hacienda
ningunee el intelecto del prójimo cuando, sin ruborizarse, va y proclama que “en
Andalucía, el
impuesto de sucesiones es tan alto por culpa del gobierno
central que lo descentralizó y lo mejor es que se marque un techo de cuota”,
evidenciando que a ella, puestos a elegir, le pone más el ancho del
embudo. La soledad va siendo tal que no les queda ya ni echar mano del
recurrente “al igual que en los países de nuestro entorno”, pues la mitad de
los miembros de la OCDE lo han suprimido.
El problema no es de riqueza ni de pobreza sino de justicia, de
legalidad. La doble imposición se pone de manifiesto cuando una misma
renta está sujeta a más de un gravamen, aunque sea en personas distintas. Sigue
sin tener sentido que al heredar haya que pagar por bienes que han tributado
durante años y por diferentes conceptos como ocurre -aunque no solo- con los
inmuebles, y que hemos logrado sacar adelante estoica y milagrosamente tras el
continuo bombardeo en forma de IVA, IRPF, IBI, contribuciones especiales o
plusvalías.
Veinte andaluces, ante la imposibilidad de pagar el impuesto
de la muerte, repudian a diario la herencia. Veinte “ricos” menos en la
búsqueda gozosa de la revolución pendiente. Veinte “ricos” que el 21 de marzo a
las 12 están llamados a las puertas de todos los ayuntamientos de España para
decir basta. De la respuesta en la calle dependerá la continuidad o no del
latrocinio.
A falta de un Spiriman en la materia: ¡Clavelina, vente pa
Andalucía, tía!
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