El debate de la
portería en torno a Sergio Rico continúa abierto: hace relativamente poco
tiempo, cuando el Sevilla le buscaba una salida al joven cancerbero en forma
de cesión -con salida y retorno casi garantizados una vez hecho portero- se
entrometió el
Marqués de Del Bosque, convocándolo para la selección al parecer con el único fin
de torpedear la operación de cesión. Tras una sola comparecencia con el
combinado nacional y diversas convocatorias para rellenar huecos, y con la
llegada de Lopetegui, de él
nunca más se supo.
Este verano
volvían rumores de que “grandes de Europa” bebían los vientos por el titular
de la portería sevillista y, cuando todo indicaba que podía salir, va el
Sevilla y lo renueva, con lo que podría estarse de acuerdo siempre que tal
decisión viniera de la mano de una cesión donde, al lado
de sus grandes virtudes, pulir sus defectos.
Nunca podrá
decirse que
es un mal portero, jamás se tachará de bluf. Sus virtudes son incuestionables tanto
como su principal defecto, el mismo que comparte con los responsables del
cuerpo técnico, y en especial con los preparadores de porteros que en el Sevilla
han sido y son, y que no es otro que la esperpéntica defensa puesta en liza para
defender los golpes francos directos o los lanzamientos desde el punto de
penalti.
En su haber
como profesional un solo penalti rechazado que, para más inri, acabó en gol
un segundo después. Bastaría con haber aguantado la posición centrada en el marco para
haber detenido al menos la mitad de los lanzamientos sufridos.
Pero el
desatinado problema surge a la hora de situar la barrera y su posterior
posicionamiento bajo los palos. La situación vivida en el último minuto del
partido europeo del martes ante los turcos no es más que la evidencia de
tantos y tantos encuentros: falta al borde del área, nerviosera generalizada
en la grada, manos a la cabeza de quienes vaticinan lo irremediable, barrera
defendiendo el flanco derecho y cara desencajada de nuestro portero otra vez
-sí, otra vez- plantado (más bien atado) a poco más de un metro del palo izquierdo... Si vale más una
imagen que mil palabras, la fotografía que encabeza este ensayo lo deja
bien claro: en el momento del lanzamiento, la nariz de Sergio Rico estaba a
1,27 metros del palo izquierdo y a 6,05 del derecho.
Todos los
presentes augurábamos que, superada la barrera, nos despedíamos de la
primera competición continental. Más aún cuando vimos salir delicadamente la pelota del
pie izquierdo de Emre Belözoglu... Solo la providencia en forma de palo
imantado evitó la debacle. Nuestro portero (imposible llegar a ese balón
desde su situación de partida) se limitó a una estirada palomitera de
Pulitzer asegurado.
Cualquier
técnico en la materia asegurará que esa es la forma: "proteger con la barrera
de hombres un palo mientras el portero guarda el otro". Naturalmente, pero
cosa bien distinta es la proporcionalidad empleada: Por un lado, si quieres
ver salir el balón y tener posibilidades de rechazarlo, dicen los sabios
de esto que cuatro componentes
mejor que cinco pero nunca seis; por otro, dejar al descubierto e inmaculado más de un 80 %
de portería con el único obstáculo de una barrera fácilmente superable es
una invitación sutil al lanzador para, mediante un golpeo que no tiene que
ser en absoluto intenso, poner el esférico en un lugar lejos del alcance de
un portero encadenado al palo más próximo, en un sitio donde por pura
física nunca podrá llegar.
Todavía en el
recuerdo la final de Varsovia: minuto 45 del primer tiempo y misma
situación. Entonces fue el ucraniano Ruslan Rotan (y con toda seguridad su
técnico) los que tenían claros los problemas de móviles, los conceptos
de la Física del Movimiento (distancia, velocidad, aceleración,
parábolas...) que estudiamos en Bachiller: Toquecito superando la barrera
para igualar el choque por parte de los ucranianos en una final que, felizmente, nos
embolsicamos gracias a Bacca y a una segunda parte portentosa de los
nuestros.
Urge un
entrenador de porteros. La presencia de Andrés Palop al mando del Sevilla
Atlético, como se rumoreó este verano, hubiera supuesto en este otro
apartado un plus impagable en forma de puntos y eliminatorias superadas,
algo que, a estas alturas, continúa en el alero.
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