30 años ya... seis lustros. Parece que fue ayer. Pretendían acabar con el Sevilla, pero no contaban con el patrimonio más importante del club hispalense: su afición. Entre cuarenta y cincuenta mil personas se echaron a la calle aquel 2 de agosto para exigir justicia. La cacicada de Jesús Gil, Antonio Baró, Jesús Samper, Ramón Mendoza, Rafael Cortés Elvira y José María García fue abortada por todos y cada uno de los sevillistas, en especial los que se echaron a la calle, con cuarenta grados a la sombra, como un solo hombre (o una sola mujer, para ser correctos ahora).
¿Qué sevillista no recuerda aquel despertar de la siesta agosteña del primero de mes?: ¿Cómo? ¿qué dices? ¡tú estás loco...! ¡Y tanto que estaban locos! El sevillismo así se lo demostró... ¡Qué grande eres -¿eras?-, Sevilla!
Ernesto López de Rueda, Javier Tenorio y Enrique fueron los promotores de aquella demostración de fuerza del sevillismo. Aquel mismo día a las tres de la tarde (cinco horas antes del comienzo y cuando Internet y las redes sociales eran una entelequia) presentaron en la Delegación del Gobierno la comunicación de la gran manifestación que se pretendía convocar. Todo un documento para la historia sevillista:
Meses después, Ernesto López de Rueda, vicepresidente de Foro Sevillista, plasmó en los capítulos 3 y 4 de su libro "Sevilla hasta la Muerte, El coraje de una afición" el acontecer de aquellos tremendos días en que se forjaron los sólidos cimientos del Sevilla actual: El libro de cabecera del sevillismo en el que se narra la intrahistoria del abortado abordaje del Sevilla F.C. por los invasores madrileños y marbellíes.
Pero de nuevo volvieron a sonar tambores de guerra: los grandes capitales que aglutinan la mitad de las acciones del Sevilla FC emprendieron hace más de un lustro una lucha desaforada en pos de hacerse con el mayor número posible de títulos con el pretendido afán de controlar la institución, y lo hacen ofreciendo precios desorbitados... o no tanto. Los 3.200 - 3.400 euros que han llegado a pagarse por un título accionarial, pusieron -otra vez- en alerta máxima a un sevillismo de base que, no es nuevo, siempre había vendido -de forma consciente- a señalados sevillistas. Ahora saben, sin embargo, que, con la mediación de esos mismos sevillistas, peleas al margen, el objetivo no es otro que dar entrada, más pronto que tarde y mediante su agosto particular, a capital extranjero en la gran casa del fútbol andaluz, pero, embolsándose una ganancia ya bastante menguada por sus desaciertos y riñas. Hace solo 36 días el sevillismo volvió a empetar las calles de Sevilla solicitando la marcha por su manifiesta incapacidad y sin derramamiento de sangre, de todos los grandes accionistas del club..
Para colmo, firmamos tres temporadas, las últimas, incluida la 2022/2023 en la que se cosechó inesperadamente el octavo entorchado europeo, que no se corresponden con nuestra historia. Deuda desaforada de la mano de pingües beneficios de los administradores, familias enfrentadas, desabruptos de mostrador de taberna, insultos, descalificaciones… todo ello pensando en un scotazzo (sinónimo de pelotazo y que me perdone el gringo) que garantice el futuro de sus bisnietos y olvidándose de lo que dicen es sagrado: El Sevilla FC, ése que, ahora sí, solo somos nosotros.
"¡El fútbol está así, mira en Inglaterra, en Francia, en Italia... donde los magnates del Próximo o del Lejano Oriente se han hecho los dueños de los grandes emblemas europeos!". Eso dicen, para conformarnos y quizá no les falte razón, pero ese fútbol, ese Sevilla inminente que se teje ahora entre bastidores no es el club por el que nosotros luchamos o se dejaron la piel y una parte importe de su peculio nuestros antepasados... ese Sevilla dandy que nos están pergeñando seguramente -al menos eso nos siguen vendiendo- atestará aún más las vitrinas y convertirá al Grande de Andalucía en primer referente a nivel mundial, pero ese Sevilla "sushi", "de arroz tres delicias" o de "chop suey de pollo", no será el Sevilla de hoy ni aquel de 1995. Si eso ocurre, posiblemente asista a algún encuentro, lo mismo que me presento en un musical de la Gran Vía, pero no, no puede ser lo mismo.
Una afición en permanente lucha por la independencia de "su" club está hoy llamada -30 años después- a defender su identidad, esta vez no frente a invasores extraños, sino ante este reto de "los nuestros", y éste sí que se antoja imposible de superar. Tanto que cabe preguntarse: ¿mereció la pena luchar?