28/04/25. Mi colaboración de
ayer en Sevillainfo
“Imaginemos
por un instante a un gobierno del PP, apoyado por VOX, haciendo pública o, mejor,
encubriendo una cifra como ésta. ¿Cuántos al día de hoy habrían sido linchados
en las calles?”
Es
costumbre imperecedera de la izquierda española poner números a las tragedias
en la búsqueda desesperada y cuasi criminal de encontrar -necesaria y
forzadamente- responsables de las mismas, con el sublime afán -¡nada de desvelar la verdad!- de deslegitimar al
gobierno antagonista de turno.
Sin
cifras por entonces que llevarse a la
boca, la opereta se ensayó en noviembre 2002, a raíz de la decisión del
gobierno de Aznar de alejar de la costa al Prestige,
un petrolero cargado con 77.000 toneladas de fuel que se había dañado durante
una tormenta días antes frente a las costas de Portugal. En la retirada mar
adentro el casco acabó por romperse, resultando contaminadas las costas
españolas, especialmente las gallegas. La decisión contraria consistía en
remolcar al petrolero a puerto y “rezar rosarios en bucle” para que el buque
resistiera. De todas formas, ¿tenemos claro que, hicieran lo que hicieran, la
idea era que el tigre devorara al
ejecutivo?
El
guarismo 62 estrenó el teatrillo (2003),
convirtiendo en ópera bufa lo que fue un drama para España y para su ejército
con el accidente en suelo turco del Yak 42 que traía de vuelta a casa a sesenta
y dos militares, tras cuatro meses y medio de misión internacional en
Afganistán y Kirguistán. Los doce tripulantes ucranianos y el ciudadano
bielorruso que igualmente fallecieron en el accidente, haciendo un total de 75,
no suman en esta ocasión; seguramente algo tendrá que ver que no provinieran de
nuestra añorada Moscú. Sí, Aznar seguía
siendo presidente del gobierno.
Con
el 193 agasajaron el mayor atentado
terrorista en suelo europeo (2004), que dio comienzo a la era “todo vale para
perpetuarnos” que inauguró el inefable Zapatero y que va a rematar exitosamente
Sánchez. Rajoy era candidato en unas elecciones que se celebrarían tres días
después con todas las encuestas a su favor y Aznar presidente del gobierno en retirada.
El
43 fue enarbolado para sacar provecho
político de otro accidente, el del metro de Valencia (2006) cuando
gobernaba la Generalidad -no titubeen- el Partido Popular. Exactamente, ése fue
el número de fallecidos.
Siete
años después (2013), otro accidente ferroviario sirvió para ondear nuevas cifras: 80 personas
murieron en el accidente de un tren Alvia en las cercanías de Santiago de
Compostela. Rajoy presidía por entonces un consejo de ministros que no fue,
precisamente, el que licitó las obras del AVE-Light a Galicia, ¿verdad, ZP, verdad,
Pepiño Blanco?
Más
recientemente (2020), incluso haciendo uso de merchandising en camisetas y objetos de recuerdo, el 7.291 sirvió y
continúa valiendo a esta trupe canallesca para acusar de asesinato múltiple a
la presidenta popular de la Comunidad de Madrid por lo que, pomposamente, han
apodado “protocolo de la muerte” en las residencias de mayores, con ocasión de
la pandemia producida por el COVID-19.
En diciembre de 2023, frente a las costas portuguesas de Viana do Castelo, un carguero liberiano perdió varios contenedores, entre ellos, uno que contenía 26 toneladas de pellets que, al albur de las corrientes marinas, trasladaron una ínfima parte a las costas de Galicia y del Mar Cantábrico. En esta ocasión no se hizo uso de la numerología, si bien pudieran haber considerado el “1” a raíz de la imagen de la vicepresidenta -podemita, por entonces- depositando en un colador lo que se supone una partícula de microplástico y que no sirvió para sonrojar un ápice ni a ella ni a sus partidarios.
El
224 -nunca digas el último- es el antepenúltimo guarismo usado por la misma
banda de sotas (y sotos) para
responsabilizar criminalmente al presidente de la Generalidad Valenciana tras las
inundaciones del pasado 29 de octubre provocada principalmente por la riada del
Barranco del Poyo, sobre la que, hasta la fecha, se persigue penalmente a ex
miembros del gobierno autonómico mientras se corre un tupido velo sobre las responsabilidades del
ministro del interior y de la delegada del gobierno, obligados por la ley a
una actuación urgente que prefirieron obviar.
Este
rosario de antecedentes da pié a preguntarse cuántas, finalmente, habrían sido
las víctimas que el Covid-19 sembró sobre la nación y que, naturalmente,
incluirían los siete millares largos de mártires
de Ayuso. Comencemos por el final: ¡Nadie lo sabe!, tampoco la gente que se
aprende de memoria los números anteriores pero son incapaces de dar una cifra
para los muertos por la terrible pandemia.
El
Covid-19, sí, esa calamidad pública que será recordada por “España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso
diagnosticado” [sic], en palabras del lúgubre Coordinador de Emergencias de
Sanidad, seguida de la celebración en masa de un 8M infame a la que el gobierno
en pleno invitó, incluidos los llamamientos de la vicepresidenta Carmen Calvo: “hay que ir porque nos va la vida”. Todo
ello justo seis días antes de declarar el estado de alarma en consejo de
ministros con la contagiada presencia de esta última, horas antes de debatirse,
efectivamente, entre la vida y la muerte… en la Clínica Ruber. Lo de la sanidad
pública… para la plebe.
En la búsqueda de tan ingrata información, televisiones, medios escritos, publicaciones más o menos serias, coincidían en algo: ninguno ofrecía un resultado análogo, siquiera parecido.
Qué mejor entonces que ir a la fuente de datos, al INE, organismo cuya sitio web la única información que sigue ofreciendo al día de hoy es el de fallecimientos entre los meses de enero y mayo de 2020: sobre un total de 231.014 difuntos en España durante esos cinco meses, murieron por la infección 32.652 y otros 13.032 como sospechosos de ella, es decir casi el 20%.
Ya
a finales de 2021, el INE publicó un informe en el que detallaba las defunciones según la causa de muerte correspondiente a 2020:
con el Covid-19 diagnosticado 60.358 personas más otras 14.481 con sospecha de
ello por tener síntomas compatibles con la enfermedad. En total, 74.839
muertos por coronavirus, lo que suponen 24.002 más de los notificados por el
Ministerio de Sanidad durante el mismo periodo.
En 2021, según un nuevo informe publicado un año después,
fallecieron 39.444 personas por esta causa. Además, los médicos certificaron
3.818 defunciones por síntomas compatibles con la enfermedad.
Para 2022 los datos publicados, mucho más exiguos, indican
que fallecieron 31.559 diagnosticados, sin referencia alguna a los exitus habidos por sospecha la
enfermedad.
Y ahí finaliza la serie porque desde entonces parece que ya no muere nadie por este motivo. Sumemos pues los datos anteriores: 149.660 españoles, registrados por el INE, han fallecido en España por causa del Covid-19, guarismos a los que el programa “La pandemia que paró el mundo” de La 2 y que sirvió para poner en la diana a Isabel Díaz Ayuso, sumó otros 694 que habrá obtenido seguramente de la libreta secreta de Fernando Simón. En total: 150.354 personas.
Imaginemos por un instante a un gobierno del PP, apoyado por VOX, haciendo pública o, mejor, encubriendo una cifra como ésta. ¿Cuántos al día de hoy habrían sido linchados en las calles?
No, no todos somos iguales, al menos para usar series de dígitos como puñales. No se concibe a una persona razonable enfundada en un producto de promoción comercial como el de la foto de cabecera, quizá, simplemente sea, porque, contrariamente a la opinión de la IA, los números carecen de energía y no se idearon hace aproximadamente 90 siglos para influir en las personas, ni tan siquiera para contar el número de majaderos por metro cuadrado que habita el planeta.