
Parece que corren tiempos procelosos en el Sevilla FC en sus distintas
parcelas.
En la deportiva, el equipo cerró el pasado mayo la tercera temporada
consecutiva en su descenso de nivel y de cumplimiento de objetivo tanto en
el campeonato de Liga como en competición europea, pues pasamos de la
tercera posición conseguida de forma holgada a la cuarta por los pelos, a
la quinta in extremis y a la novena, mientras que en Liga de Campeones
caímos sin cumplir el objetivo presupuestado de Cuartos de Final, luego en
la previa para una trayectoria UEFA anodina y finalmente caer en previa de
la UEFA. Todo, eso sí, sazonado con la consecución hace tres temporadas de
la última Copa del Rey. Mi posición pública acerca del progresivo descenso
del nivel deportivo del equipo es notoriamente conocida por cuanto la he
expresado tanto en los medios oficiales del club cuando colaboraba con
ellos, como aquí.
Respecto a la económica, se ha pasado de generar 120 M € de ingresos de
los cuales más de 80 correspondían al funcionamiento de la sociedad sin
tener en cuenta las ventas, a un presupuesto de la mitad y con el anuncio
con megáfono por parte del presidente de que hemos de vender y que se ha
visto obligado a corregir a los pocos días diciendo que el Sevilla puede
soportar varios años de pérdidas. Desgraciadamente, estamos en una
dinámica en la que la filosofía de los discursos dura horas. También hay
que anotar que los ingresos televisivos han pasado del 25% hace tres
temporadas, a más del 50% en la actual con el enorme riesgo que ello
conlleva. También se trata de asuntos sobre los que vengo insistiendo
desde hace muchos años tanto en juntas de accionistas, como desde mis
anteriores colaboraciones en los medios oficiales del club como allí donde
he podido opinar.
Si nos referimos a la social, el club ha pasado de 41.000 abonados y 16 M
€ de ingresos por tal concepto, a 29.000 (teóricamente sin contar
infantiles sin derecho a asiento aunque tengo mis dudas al respecto) de
los cuales 19.000 son "subvencionados" y una recaudación de 8,5 M €. Si
bueno fue que se pasara, como bien hemos escuchado por activa y por
pasiva, de 22.000 a 41.000, ineludiblemente, malo ha de ser que se pase de
41.000 a 29.000 (o 25.000). Y la culpa no es tan solo del empedrado
entendiendo por tal la crisis. Todo esto aderezado por una fractura social
sobre cuyas dimensiones y calado prefiero no pronunciarme pues no siempre
las cosas son como parecen. Igualmente, mi posición pública acerca de este
asunto es de sobras conocida desde hace muchos años.
Y en lo concerniente a la institucional, el Sevilla FC ha logrado un
status de reconocimiento en el fútbol español que lo sitúa en el grupo de
cabeza y que a duras penas mantiene debido sobre todo a que el principal
(que no único) artífice de ello, el presidente José María del Nido,
durante dos años y como él mismo ha reconocido, ha tenido como ocupación
principal la de intentar demostrar su inocencia respecto a los delitos de
los que fue acusado y que finalmente supusieron una condena a prisión de
7,5 años que se encuentra recurrida y a espera de veredicto por parte del
Tribunal Supremo. Por pura lógica, si el presidente defendía su inocencia
y esperaba una sentencia absolutoria por parte de la Audiencia de Málaga y
sin embargo se encontró con una durísima respuesta, la misma cautela
habría que aplicar a su optimismo respecto a que el Tribunal Supremo le
absuelva (algo que personalmente deseo), es decir, la prisión se cierne
sobre él y su encarcelamiento se cierne sobre la presidencia del Sevilla
FC, algo que a mí no me cabe en la cabeza -a pesar de que espacio de sobra
existe- como es público y notorio.
Resumiendo, el contexto real es el de un acusado descenso en el nivel
deportivo (que parece contenerse o variar de rumbo en esta temporada); un
agotamiento y reducción drástica de nuestras posibilidades económicas; una
importantísima curva descendente respecto a la masa social y ocupación del
estadio; y una -en determinado pero crucial aspecto como es el de la
presidencia- precaria estabilidad institucional traducida -hasta ahora- en
una paz accionarial como una de sus variadas consecuencias.
Es decir: pintan bastos. Y quien lo escribe para nada es sospechoso de
incurrir en el pesimismo vital, sino antes bien, miro al futuro inmediato
con cierta carga de optimismo pues la base de casi todo está en la
pelotita y, quizás e incluso sin tan quizás, sea el deportivo (con sus
matices) el aspecto que sirva para atemperar y graduar los otros, que no
acallar ni silenciar. Pintan bastos que no tragedia.
Y entro ahora en la responsabilidad social del sevillismo.
A mí NO me gustan determinadas políticas del consejo de Administración. Y
las que menos entro a discutir son las deportivas, refiriéndome
principalmente a las de orden económico, social e institucional. Cuando lo
creo oportuno, me pronuncio sobre unas y otras pero siempre -y recalco lo
de siempre- intentando que toda la crítica sea constructiva o aporte
alguna luz sobre el asunto en cuestión.
En este sentido, será imposible encontrarme en un bando -tan real como
todos conocemos- de los "antitodo". Absolutamente imposible. Es más, puede
aplicarse incluso al bando de los "antideterminadascosas", prefiero
construir en positivo y alinearme en el bando de los "pro-loquesea".
Pero no por ello vuelvo la realidad a la existencia de ese existente y
creciente bando de los "antitodo", más social y virtual que accionarial
para su desesperación.
Aunque dado que se gesta -como era de esperar- una plataforma o grupo
opositor de carácter accionarial que intentará extenderse en la vertiente
social del sevillismo, me gustaría hacer públicas una serie de reflexiones
basadas en la experiencia, que muchas veces se convierte en esa gran
desconocida.
Me muestro totalmente contrario a una política de oposición que sea
"quitar a éste/estos (DN y compañía) cueste lo que cueste" porque "siempre
será lo mejor independiente de quien venga".
Eso NO es serio, es simplemente una chiquillada, una merluzada y una
absurda piedra saboteadora de los engranajes del Sevilla FC como
institución que es lo que está por encima de todos, del actual presidente
y de los futuros cien presidentes del Sevilla. Y de todos los consejeros y
aficionados.
Una guerra de "a la carga" (aunque nunca empiece así pero que ya encuentra
tanto vitoreadores como receptores en el mundo cibernético y tan solo
testimonialmente -gracias a Dios- en el accionarial) puede socavar lenta
pero inexorablemente la estabilidad institucional del Sevilla FC,
convertirla en frágil y vulnerable teniendo en cuenta que como he definido
anteriormente presenta determinados rasgos de precariedad en cuanto a su
cabeza visible aunque aparentemente sólida en el apoyo accionarial en que
se sustenta. Pero en la puerta de lo desconocido, si bien no hay que tener
miedo (a mí no me lo produce el ¿qué pasa si desaparece Del Nido?), sí hay
que tener respeto, e inteligencia.
Para los desmemoriados explicaré con un ejemplo en carne propia y
varios en la ajena las implicaciones de una debilidad institucional.
En el caso del Sevilla FC me remontaré a los hechos de agosto de 1995 que
se tradujeron finalmente en la venta de aproximadamente un tercio del
capital social de la entidad, porcentaje más que suficiente como para
garantizar el control de ésta.
La transacción se produjo en agosto de 1995 después de una temporada en la
que el Sevilla FC se había clasificado para la UEFA cinco años después de
la anterior. Sus efectos visibles fueron los siguientes a partir de ese
momento:
1ª.- 1995-96: luchando por eludir la promoción en la última jornada
(pésima temporada en 1ª).
2ª.- 1996-97: descenso, pésima temporada en 1ª
3ª.- 1997-98: "permanencia" en 2ª tras pésima temporada en esa categoría
4ª.- 1998-99: ascenso agónico en la promoción, segundo año en 2ª
5ª.- 1999-00: descenso, pésima temporada en 1ª
6ª.- 2000-01: ascenso, tercera temporada de cuatro en 2ª
7ª.- 2001-02: luchando hasta las últimas jornadas por asegurar la
permanencia
8ª.- 2002-03: igual
9ª.- 2003-04: a Europa
Traducción: a un Sevilla FC que en la temporada 2002-03 contaba con 97
años de historia desde que se registrara oficialmente, la
desestabilización institucional le costó 9 años de vaivenes y que en lo
económico se prolongó hasta los 11 años, casi una novena parte de su
historia, lo que ahora -según la misma proporción- se extendería a unos
diez y doce años respectivamente.
Y la desestabilización llega cuando se riza el rizo. Se sabe cuando
empieza pero no cuando termina. Es un aviso para navegantes.
En carne ajena, también puede observarse como las desestabilizaciones
institucionales afectan a otros clubes:
Real Sociedad: de ser subcampeona de Liga, a tener varios años malos en
Primera para finalmente pasar tres años en Segunda y ahora vivaquear en
Primera con la vista puesta en las posiciones de descenso. Y haber pasado
un concurso de acreedores/ruina que ahora -a diferencia de antes- implica
el descenso automático de categoría.
Betis: de ganar copaderreí y jugar Liga de Campeones, a estar varios años
coqueteando con el descenso para bajar dos años con la importante
colaboración de una plantilla de jugadores deseosa de salir de la entidad
y desempeñarse ahora en Primera intentando evitar un nuevo descenso. Y
estar sumido en un concurso de acreedores para el que un descenso sería
una espada de Damocles sobre su propia existencia y viabilidad. Y repito
que, al igual que la Real Sociedad, entró en concurso de acreedores cuando
ello no implicaba un descenso de categoría como ocurre en la actualidad.
Zaragoza: de quedar clasificado para Liga de Campeones (mérito hurtado por
el Mafiandrid) y ganar un par de Copas, a convertirse en equipo ascensor
con varias temporadas en Segunda, mantenerse en Primera con apuros y estar
inmerso también en un concurso de acreedores.
A. Madrid: de ganar Liga y Copa a irse a Segunda División y de haber sido
tradicionalmente ocupante de plaza europa, a ver como desde su ascenso eso
ha sido más ocasional que habitual. Y a ser intervenido judicialmente lo
que, además, implicó el descenso con la inestimable colaboración de la
intervenida plantilla.
He hablado de clubes -cada uno con sus peculiaridades porque ningún caso
es igual a otro- cuya importancia puede medirse a la del Sevilla por
arriba, caso del patético de Madrid, o por abajo, caso de los demás, pero
que se refieren a instituciones con una importante masa social y que no
son un Racing de Santander o un Sporting de la vida, que por cierto,
también se podría hablar de cómo los han afectado sus respetivos procesos
de quiebra institucional que han tenido a los asturianos casi una década
fuera de Primera y tiene al Racing a pique de un repique de la
desaparición.
También se podría hablar de un Valencia que ha visto desfilar en pocos
años a varios presidentes con sus respectivas mayorías accionariales como
son los casos de Roig, Soler, Soriano o ahora Llorente y que tienen al
club luchando con todas sus fuerzas para evitar un concurso de acreedores
que automáticamente los mandaría a Segunda con una deuda de más de 400 M
€.
Y aquí, algunos, pensando en arrasar con todo sin reflexionar sobre el
día después.
Teniendo en cuenta que, por mucho que quieran, deseen o ansíen, el Sevilla
FC es una SAD, por lo que quienes vengan no serán desconocidos, sino gente
impuesta o acordada por los capitales mayoritarios. Y aquí nos conocemos
todos.
Dicho esto, me parece necesaria la construcción de una alternativa en
el Sevilla por una doble implicación.
En primer lugar, porque si es seria, reflexiva y edificante podrá exigir
al consejo de turno (hablo de un planteamiento para siempre, esté quien
esté al frente de la nave) en el sentido de apretarle las tuercas y
obligarle a ser más claro, diáfano y -sobre todo- eficiente.
En segundo término, porque será una forma de mantener al sevillismo vivo,
pendiente del estado de su institución y porque si es responsable, no es
sino una manera de tener garantizada una sucesión cuando la situación lo
requiera.
Creo que incluso para el consejo de turno es preferible contar con una
oposición seria con la que pueda dialogar y, en algunos casos, llegar a
acuerdos que siempre deberán (no he dicho deberían) redundar en beneficio
de la entidad y, por tanto e inexcusablemente, del sevillismo.
Y pienso también, y es solo un consejo orientado a los capitales
mayoritarios presentes en el accionariado del Sevilla FC, que es saludable
para todos que la sangre se regenere, que el Sevilla FC esté abierto a
todos los sevillistas que puedan colaborar con el club en detrimento de
camarillas cerradas que se perpetúen al frente de la entidad.
Estoy convencido de que en el seno de la afición existen personas muy
capacitadas, tanto en el actual consejo como fuera de él, para llevar a
cabo esta tarea para lo que, en mi calidad de sevillista de a pie, de
accionista minoritario, les exigiré en la humilde medida de mis
posibilidades con las únicas armas de las que he podido dotarme: la
reflexión y el estar al servicio del Sevilla FC.
Particularmente y desde el máximo respeto a todos los accionistas de la
entidad y en la franca y sana curiosidad por conocer propuestas
alternativas de las que intentaré extraer todo lo positivo, me gustaría
que el actual presidente pudiera "reinventarse", aunque ya es algo que
ahora no depende de él mismo, y construir verdaderamente un Sevilla
poderoso que en mi subjetivo juicio pienso que quedó inconcluso e
invertebrado, porque los resortes y la capacidad las tiene.
Desde el realismo -ese gran desconocido para muchos- ésa será mi
exigencia. Ya en su momento aconsejé en varias ocasiones a José María del
Nido que dimitiera como presidente del Sevilla FC, tanto privada como
públicamente y tanto cuando fue imputado hace tres años como cuando fue
condenado por la Audiencia Provincial de Málaga en diciembre pasado.
La realidad es que sigue ejerciendo como presidente del Sevilla FC y lo
que no puedo pasarme es la vida desgañitándome ni gastando mis fuerzas
para que dimita en tanto se dirima su situación si sé y tengo plena
certeza de que no obrará así. Actuo, por tanto, desde los parámetros más
realistas posibles, que son bajo los que se mueve el Sevilla FC, y así
seguiré haciéndolo.
Evidente, y como reza el título de mi reflexión, la responsabilidad y el
sentido institucionales son exigibles tanto al presidente y el consejo que
forme y proponga en la próxima Junta General de Accionistas, como a otros
destacados accionistas que se aventuren en su legítimo derecho a presentar
una lista alternativa y, por extensión, a todos cuantos sentimos en
sevillista.