martes, 5 de noviembre de 2024

Gota fría, solidaridad y fango humano

 


04/11/24. Mi colaboración de ayer en Sevillainfo


“Ni toda la bajeza moral de esa gentuza podrá en absoluto impedir que seamos y proclamemos que somos una gran nación, que está viviendo y sintiendo como propios los sufrimientos de los valencianos”


La desdicha sufrida en primerísima persona por miles de ciudadanos en el Levante Español, y padecida como propia por el resto del Estado, ha servido para que, en una sociedad cada vez más envilecida, retoñen los sentimientos humanos más primarios de cercanía, unión, ayuda, solidaridad y cariño entre compatriotas, emociones que los enfrentamientos políticos y las disputas regionales vienen abrasando década tras década.

La totalidad de naciones, y concretamente la España más reciente, han pasado por odiseas y dramas similares de una forma más o menos periódica; la única diferencia con aquellas solo recae en el encanallamiento nunca antes conocido que hoy vive la sociedad española.

Una introducción para principiantes en Geología, como es mi caso, nos viene a decir que el relieve son las formas y accidentes geográficos de la superficie terrestre y es el resultado de procesos geológicos internos (cuyo origen es la energía interna terrestre) y externos (motivados por el Sol y la gravedad terrestre), como la temperatura, los gases, el viento, el agua y los seres vivos, que lo modifican. Y resulta que -increíblemente viene ocurriendo desde hace aproximadamente 4.000 millones de años, incluso ya antes de la II República- cuando el aporte de agua que procede de la lluvia es superior a la que se filtra en un terreno, se forman corrientes en forma de escorrentías (sin cauce fijo) o de torrentes (cuando siempre discurren por el mismo cauce).

Llama la atención que uno de los municipios más afectados haya sido Torrent, cuyo nombre aparece por primera vez en un documento de 1232 y al que se añadió una “e” final mediante una Real Orden de 1860 que se mantuvo hasta 1979. El diluvio del pasado martes da pie a preguntarse el porqué de ese nombre y, aunque algún cronista lo atribuya a otros motivos, la opinión más extendida apunta -sí, ha acertado- a que deriva del torrente que pasa por la ciudad… Miles de millones de años para ser esculpido por la Naturaleza y apenas unos minutos para que ésta nos recuerde su significado.

Sin restarle importancia a la mayor catástrofe natural vivida en España en este siglo, de momento, cuyo número de víctimas aún es muy provisional, todavía hay quienes mantienen que esto no había pasado nunca (incluidos meteorólogos de cadenas televisivas) y que nos describen el último diluvio levantino como una auténtica novedad. Quizá desconozcan que, con anterioridad a 1996 y los 87 fallecidos del camping de Biescas, podía leerse en El País, en agosto de 1983: En los últimos 30 años se produjeron en España 35 inundaciones graves, que provocaron 1.010 muertos, 17 desaparecidos y más de 12.000 millones de pesetas de pérdidas. En efecto, durante la segunda mitad del franquismo, entre 1953 y los primeros años democráticos, el cambio climático de entonces produjo 6 inundaciones en el País Vasco, con una decena de muertos y varias en Sevilla, las más recordadas en 1961 y 1962, habiéndose de evacuar a más de 20.000 personas. Para los sevillanos más interesados, imprescindible resulta leer a Jesús Solís Ruiz que recuenta hasta seis inundaciones anteriores (1940, 1941, 1947, 1948, 1951, 1952, más la de 1958): “Las inundaciones en Sevilla durante el primer franquismo: la acción de los poderes públicos” (páginas 279 a 298), en la revista Archivo Hispalense editada por la Diputación de Sevilla, sin olvidar la de 1961, que ABC conmemoraba 50 años después.

Continuaba El País haciendo memoria de las inundaciones patrias: la de 1962 en Barcelona causó 600 muertos, la de 1970 en Gerona, 8; las de 1971 en ambas provincias, 17, por el desbordamiento de los ríos Ter, Besós y Llobregat. Esta última se extendió a Tarragona, Valencia y Alicante, totalizando unos máximos pluviométricos de hasta 400,5 mm en Terrassa y 390,6 en el Alt Empordà siendo las precipitaciones más cuantiosas del siglo XX en la zona costera, sólo superadas por las de 1987. En octubre de 1973, gravísimas riadas en Granada, Murcia y Almería provocaron más de 300 muertos e incalculables daños materiales. En julio de 1979, las lluvias provocaron una fuerte riada que anegó la ciudad de Valdepeñas (Ciudad Real), con el balance de 22 muertos. Un fuerte temporal de lluvia y viento provocó en noviembre de 1982 graves inundaciones en Huesca, Cataluña y Andalucía, causando 11 muertos y graves pérdidas.

Finalmente, la región levantina sufrió en octubre de 1982 gravísimas inundaciones que provocaron la ruptura de la presa de Tous y originaron 24 muertos, 15 desaparecidos y elevadísimas pérdidas en agricultura, viviendas y redes viarias. Más de 100.000 personas tuvieron que ser evacuadas. Como soldado, tuve ocasión de participar en las labores de auxilio y limpieza en Alicante, lo que hoy da pie a reflexionar sobre la necesidad de la UME como unidad propia de emergencias con su millar largo de efectivos en comparación con los 120.000 de la totalidad del ejército español que, en tiempos de paz, para eso ha estado siempre. Escenas tan dantescas como la de estos días se vivieron entonces, sin el concurso de redes sociales y móviles de última generación que retransmitieran en directo tanta desdicha.

Hablábamos al principio de solidaridad, ayuda, compromiso… Sin embargo, lejos de la norma general y como especialistas notables en la materia, el pequeño ejército de buitres habituales de la izquierda más abyecta y frentista viene mostrando toda su grandeza y mezquindad en el “arte de la carroña”, actualizando su siempre socorrido 11M, esta vez en pleno otoño y culminado (que no aún finalizado) con las agresiones y descalificaciones sufridas ayer por los reyes y por los presidentes de España y de la Comunidad Valenciana. “Elementos marginales”, así ha calificado Sánchez y no sin razón a los radicalizados grupúsculos que él mismo ha puesto en el ruedo de la política.

Mientras los propios vecinos de las distintas poblaciones afectadas y los efectivos de emergencia se afanaban en los primeros instantes en rescatar, con vida o sin ella, a sus familiares, amigos y paisanos, además de la zafia e infame caterva de saqueadores y tirando de esas redes sociales que todo lo soportan, los susodichos -esto sí que es fango- comenzaban la caza de los “responsables”, naturalmente de la derecha, por las decisiones tomadas o por las dejadas de tomar, según conviniera para sus infectos y nauseabundos intereses.

Valga el collage que encabeza esta reflexión como muestra de todo lo dicho: que si la AEMET dio a conocer previsiones disparatadamente distintas; que si la primera decisión del gobierno valenciano fue cerrar la agencia de emergencias, que, por cierto, era un chiringuito y continuaría siéndolo ahora, tras la tragedia; que si no se solicitó el concurso de la UME; que si el aviso de emergencia se dio a conocer demasiado tarde; que si el gobierno de España se quedó de brazos cruzados a la espera de la petición de ayuda; que el Plan Hidrológico Nacional hubiese sido el remedio de todos los males…

Precisamente, los que han emprendido una lucha extravagante contra el cambio climático, presentado éste como la forma en la que naturaleza castiga nuestros excesos -los de la derecha naturalmente, porque ellos siguen viajando en burro y por supuesto desconocen el uso de los combustibles fósiles- son los primeros en pedir responsabilidades a los gestores de las catástrofes, olvidándose justo ahora de los causantes globales. En definitiva, con esta bazofia, te come el tigre, sí o sí: o es el cambio climático, con todas sus derivadas, o es la gestión de sus causas, o son las dos cosas; siempre, repito, que el gestor no sea medianamente zurdo y, por tanto, pletórico de bondades.

Pues bien, ni toda la bajeza moral de esa gentuza podrá en absoluto impedir que seamos y proclamemos que somos una gran nación, que está viviendo y sintiendo como propios los sufrimientos de los valencianos.



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