04/11/24. Mi colaboración de
ayer en Sevillainfo
“Ni
toda la bajeza moral de esa gentuza podrá en absoluto impedir que seamos y
proclamemos que somos una gran nación, que está viviendo y sintiendo como
propios los sufrimientos de los valencianos”
La
desdicha sufrida en primerísima persona por miles de ciudadanos en el Levante
Español, y padecida como propia por el resto del Estado, ha servido para que,
en una sociedad cada vez más envilecida, retoñen los sentimientos humanos más
primarios de cercanía, unión, ayuda, solidaridad y cariño entre compatriotas,
emociones que los enfrentamientos políticos y las disputas regionales vienen
abrasando década tras década.
La
totalidad de naciones, y concretamente la España más reciente, han pasado por
odiseas y dramas similares de una forma más o menos periódica; la única
diferencia con aquellas solo recae en el encanallamiento nunca antes conocido que
hoy vive la sociedad española.
Una
introducción para principiantes en Geología, como es mi caso, nos viene a decir
que el relieve son las formas y accidentes geográficos de la superficie
terrestre y es el resultado de procesos geológicos internos (cuyo origen es la
energía interna terrestre) y externos (motivados por el Sol y la gravedad
terrestre), como la temperatura, los gases, el viento, el agua y los seres
vivos, que lo modifican. Y resulta que -increíblemente
viene ocurriendo desde hace aproximadamente 4.000 millones de años, incluso ya antes de la II República- cuando
el aporte de agua que procede de la lluvia es superior a la que se filtra en un
terreno, se forman corrientes en forma de escorrentías (sin cauce fijo) o de torrentes
(cuando siempre discurren por el mismo cauce).
Llama
la atención que uno de los municipios más afectados haya sido Torrent, cuyo
nombre aparece por primera vez en un documento de 1232 y al que se añadió una “e”
final mediante una Real Orden de 1860 que se mantuvo hasta 1979. El diluvio del
pasado martes da pie a preguntarse el porqué de ese nombre y, aunque algún
cronista lo atribuya a otros motivos, la opinión más extendida apunta -sí, ha
acertado- a que deriva del torrente
que pasa por la ciudad… Miles de millones de años para ser esculpido por la
Naturaleza y apenas unos minutos para que ésta nos recuerde su significado.
Sin
restarle importancia a la mayor catástrofe natural vivida en España en este
siglo, de momento, cuyo número de
víctimas aún es muy provisional, todavía hay quienes mantienen que esto no había
pasado nunca (incluidos meteorólogos de cadenas televisivas) y que nos
describen el último diluvio levantino como una auténtica novedad. Quizá
desconozcan que, con anterioridad a 1996 y los 87 fallecidos del camping de
Biescas, podía leerse en El País, en agosto de 1983: “En los últimos 30 años se
produjeron en España 35 inundaciones graves, que provocaron 1.010 muertos, 17
desaparecidos y más de 12.000 millones de pesetas de pérdidas”. En
efecto, durante la segunda mitad del franquismo, entre 1953 y los primeros años
democráticos, el cambio climático de
entonces produjo 6 inundaciones en el País Vasco, con una decena de muertos
y varias en Sevilla, las más recordadas en 1961 y 1962, habiéndose de evacuar a
más de 20.000 personas. Para los sevillanos más interesados, imprescindible resulta
leer a Jesús Solís Ruiz que recuenta hasta seis inundaciones anteriores (1940,
1941, 1947, 1948, 1951, 1952, más la de 1958): “Las inundaciones en
Sevilla durante el primer franquismo: la acción de los poderes públicos”
(páginas 279 a 298), en la revista Archivo Hispalense editada por la
Diputación de Sevilla, sin olvidar la de 1961, que ABC conmemoraba 50 años después.
Continuaba
El País haciendo memoria de las inundaciones patrias: la de 1962 en Barcelona causó 600 muertos, la de 1970 en Gerona, 8;
las de 1971 en ambas provincias, 17, por el desbordamiento de los ríos Ter,
Besós y Llobregat. Esta última se extendió a Tarragona, Valencia y Alicante, totalizando
unos máximos pluviométricos de hasta 400,5 mm en Terrassa y 390,6 en el Alt
Empordà siendo las precipitaciones más cuantiosas del siglo XX en la zona
costera, sólo superadas por las de 1987. En octubre de 1973, gravísimas riadas
en Granada, Murcia y Almería provocaron más de 300 muertos e incalculables
daños materiales. En julio de 1979, las lluvias provocaron una fuerte riada que
anegó la ciudad de Valdepeñas (Ciudad Real), con el balance de 22
muertos. Un fuerte temporal de lluvia y viento provocó en noviembre de
1982 graves inundaciones en Huesca, Cataluña y Andalucía, causando 11 muertos y
graves pérdidas.
Finalmente,
la región levantina sufrió en octubre de 1982 gravísimas inundaciones que
provocaron la ruptura de la presa de Tous y originaron 24 muertos, 15
desaparecidos y elevadísimas pérdidas en agricultura, viviendas y redes
viarias. Más de 100.000 personas tuvieron que ser evacuadas. Como soldado, tuve
ocasión de participar en las labores de auxilio y limpieza en Alicante, lo que hoy
da pie a reflexionar sobre la necesidad de la UME como unidad propia de
emergencias con su millar largo de efectivos en comparación con los 120.000 de
la totalidad del ejército español que, en tiempos de paz, para eso ha estado
siempre. Escenas tan dantescas como la de estos días se vivieron entonces, sin
el concurso de redes sociales y móviles de última generación que
retransmitieran en directo tanta desdicha.
Hablábamos
al principio de solidaridad, ayuda, compromiso… Sin embargo, lejos de la norma
general y como especialistas notables en la materia, el pequeño ejército de
buitres habituales de la izquierda más abyecta y frentista viene mostrando toda su grandeza y mezquindad en el “arte de la carroña”, actualizando su siempre
socorrido 11M, esta vez en pleno otoño y culminado (que no aún finalizado) con
las agresiones y descalificaciones sufridas ayer por los reyes y por los
presidentes de España y de la Comunidad Valenciana. “Elementos marginales”, así
ha calificado Sánchez y no sin razón a los radicalizados grupúsculos que él
mismo ha puesto en el ruedo de la política.
Mientras
los propios vecinos de las distintas poblaciones afectadas y los efectivos de
emergencia se afanaban en los primeros instantes en rescatar, con vida o sin
ella, a sus familiares, amigos y paisanos, además de la zafia e infame caterva
de saqueadores y tirando de esas redes sociales que todo lo soportan, los
susodichos -esto sí que es fango- comenzaban la caza de los “responsables”,
naturalmente de la derecha, por las decisiones tomadas o por las dejadas de
tomar, según conviniera para sus infectos y nauseabundos intereses.
Valga
el collage que encabeza esta reflexión como muestra de todo lo dicho: que si la
AEMET dio a conocer previsiones disparatadamente distintas; que si la primera
decisión del gobierno valenciano fue cerrar la agencia de emergencias, que, por
cierto, era un chiringuito y continuaría siéndolo ahora, tras la tragedia; que
si no se solicitó el concurso de la UME; que si el aviso de emergencia se dio a
conocer demasiado tarde; que si el gobierno de España se quedó de brazos
cruzados a la espera de la petición de ayuda; que el Plan Hidrológico Nacional
hubiese sido el remedio de todos los males…
Precisamente,
los que han emprendido una lucha extravagante contra el cambio climático, presentado éste como la forma en la que
naturaleza castiga nuestros excesos -los de la derecha naturalmente, porque
ellos siguen viajando en burro y por supuesto desconocen el uso de los
combustibles fósiles- son los primeros en pedir responsabilidades a los
gestores de las catástrofes, olvidándose justo ahora de los causantes globales.
En definitiva, con esta bazofia, te come
el tigre, sí o sí: o es el cambio
climático, con todas sus derivadas, o es la gestión de sus causas, o son
las dos cosas; siempre, repito, que el gestor no sea medianamente zurdo y, por tanto, pletórico de bondades.
Pues bien, ni toda la bajeza moral de esa gentuza podrá en absoluto impedir que seamos y proclamemos que somos una gran nación, que está viviendo y sintiendo como propios los sufrimientos de los valencianos.
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