Hace poco más de un mes, el
pasado 13 de noviembre, terminaba mi reflexión en estas mismas páginas, con motivo de la
vuelta de los "biris" a la grada de Gol Norte, con las siguientes
palabras: "Tras
una cruzada como la vivida, las heridas permanecen, nunca cicatrizan al cien
por cien, por lo que resulta evidente que la próxima, esperemos que tarde
mucho, se presente mucho más cruel. En algunas indignas guerras, además de
perderlas, se ha dilapidado también el honor. Esperemos que no sea el caso".
Hoy se evidencia más que
nunca que el extraño remedio elaborado en la rebotica de la improvisación en
forma de acuerdo tenía sus días contados y que lo único que pretendió,
lamentablemente, fue escenificar una -ficticia- unión sin fisuras ante
lo que suponía para algunos dirigentes juntos a los que supimos superar los
provincianismos, la visita inmediata del equipo menor de la ciudad.
Anteayer, nueva guerra de comunicados: Biris Norte, por un lado, anunciando que no volverá a entrar en el estadio y
acusando al presidente de la entidad de mentir y dándonos la razón en cuanto
afirman que "lo único que le preocupaba a Del Nido y a su consejo era no
verse en el derbi sin el apoyo de la grada"; el Sevilla FC, por otro,
expresando públicamente "su pesar por la decisión tomada unilateralmente por
el colectivo agrupado bajo la denominación de Biris Norte, por su decisión
de no animar al equipo en el estadio a partir del próximo partido",
concretamente el de hoy frente al Málaga.
Las diferencias han vuelto hacer acto de
presencia. Si existen discrepancias es porque nadie tiene la razón al cien por cien,
por lo que sólo queda buscar un lugar común de entendimiento que acerque
posturas, pero siempre estableciendo unas premisas irrenunciables a unos y
otros: estricta aplicación de las leyes y reglamentos en materia de seguridad y
compromiso de todos con la no violencia que conlleve de inicio la automática exclusión del Sevilla FC
de los que no compartan tales principios. Si no fuera así, si la intrasigencia
sigue estando presente, hemos de exigir, con los consiguientes
efectos, ganar en seguridad lo mucho
que perdemos en una animación históricamente modélica. Cuestión de prioridades,
de civismo y de educación.
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