jueves, 17 de abril de 2025

De profanador de tumbas a exaltador de panteones

 


16/04/25. Mi colaboración de ayer en Sevillainfo

 “A nadie sorprende ya que quien se ha proclamado guía espiritual de la “memoria democrática”, se muestre tan ignorante respecto de uno de los genocidas más reconocidos… ”

Se amontonan los desatinos que brotan de los felones monclovitas y, así, con ánimo de reivindicarse, durante el reciente viaje que Antonio @sanchezcastejon ha emprendido por Extremo Oriente -al tiempo que las bolsas de todo el mundo se debatían en la incertidumbre generada por Trump, alimentada por la Europa de Von der Leyen y enloquecida por la China del dictador comunista Xi Jinping- tuvo un instante en su apretada agenda para publicar en la red social X un mensaje para la posteridad que conviene no dejar en el olvido: “Este año, Vietnam celebra el 50 aniversario de su reunificación y del fin de la guerra. Durante mi visita a Hanói he expresado la cercanía del pueblo español con una ofrenda floral en el monumento a sus héroes y una visita al mausoleo del presidente Ho Chi Minh”. Y se queda tan fresco…

Al tiempo, España o, mejor dicho, el Gobierno, “conmemora”, con su presidente a la cabeza, lo que ha dado en llamar “50 años de libertad en España”. En un alarde de ignorancia absoluta de la reciente historia de nuestro país, en la web de La Moncloa todavía puede leerse: “El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado que el Ejecutivo va a impulsar, a lo largo de 2025, la conmemoración de los 50 años de libertad en España, al cumplirse cinco décadas de la muerte del dictador Francisco Franco y el inicio de la Transición Española”.

A ver si se entera el zoquete: si de 1975, año de la muerte del Caudillo, a 2025, fecha de la pretendida celebración, van 50 años, resulta ser lo único en lo que ha acertado. Sabe restar, que no es poco para un doctor en Economía, eso sí, por una universidad privada… ¡Si don Camilo José levantara la cabeza! Porque, con el resto de la soflama, muestra su absoluta ignorancia: si en 1975 comenzó lo que llama libertad, debiera parecerle claro que España disfrutaba de ella en aquel tiempo porque lo único que acaeció por entonces en el plano político fue la continuidad hasta el 2 de julio de 1976 -lo era desde 1973- de Carlos Arias Navarro como presidente del Gobierno; después, tras la interinidad de tres días del Teniente General Fernando de Santiago, el Rey designó presidente del Gobierno a Adolfo Suárez que ostentó el cargo hasta el 17 de junio de 1977, instante en el que volvió a ser ratificado por confirmación real tras las primeras elecciones libres, compromiso que revalidó hasta el 31 de marzo de 1979, fecha en el que volvió a tomar posesión, esta vez sí, tras las primeras elecciones generales constitucionales.

Tan desatinada evocación, considerando efemérides importantes, ésas sí, como las que se avecinan en 2027 o en 2028 -cincuentenarios de las primeras elecciones libres y de la promulgación de la Constitución Española, por ejemplo-, solo le viene a cuento para poner en valor su “hazaña” de hace un lustro, la de profanar la tumba del penúltimo jefe del Estado 34 años después de su inhumación.

 


Nada que ver con esa dócil y respetuosa, casi sumisa, inclinación de cabeza que el incompetente brindó, en su mausoleo, al dictador vietnamita Ho Chi Minh, gesto que no se le recuerda en ningún otro lugar, excepción hecha de las dos protagonizadas ante la señera rojigualda; la segunda, bien cierto, más comedida y ya casi repuesto de la hernia cervical que le originó la primera.

 


De las peripecias y andanzas de Franco en el plano de la represión, todos tenemos noticias, minimizadas unas por sus adeptos, hinchadas otras por la propaganda mayoritaria de sus adversarios, pero en ningún caso comparables por su magnitud e impiedad con las de su admirado Ho Chi Minh, “asesino brutal dedicado a expandir el comunismo por Asia”, en palabras del investigador independiente Paul Schmehl; o, directa e indirectamente, responsable de la desaparición de 1,7 millones de camboyanos, 2 millones de vietnamitas y posiblemente 230.000 laosianos, según las estimaciones del historiador francés Stéphane Courtois en “El libro negro del comunismo: Crímenes, terror y represión”.

A nadie sorprende ya que quien se ha proclamado guía espiritual de la “memoria democrática”, se muestre tan ignorante respecto de uno de los genocidas más reconocidos que -si bien a distancia de la medalla de oro que ostenta la República Popular de China (60 millones) y de la medalla de plata cosechada al unísono por la Unión Soviética y Alemania (20 y 17 millones)- comparte pódium en estas olimpiadas numéricas de la infamia con Camboya y Corea del Norte (2 millones) y ya lejos de sus perseguidores comunistas de Latinoamérica, de la Europa Oriental o, en el plano doméstico, de la represión en la zona republicana (100 mil).

Que un impostor, un analfabeto funcional, se comporte así solo puede entenderse si sus cientos de asesores disfrutaran de su misma clarividencia o, también pudiera ser, vinieran en comandita de esa tan denostada universidad privada…

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