martes, 29 de abril de 2025

Una cifra oculta: 150.354



28/04/25. Mi colaboración de ayer en Sevillainfo

“Imaginemos por un instante a un gobierno del PP, apoyado por VOX, haciendo pública o, mejor, encubriendo una cifra como ésta. ¿Cuántos al día de hoy habrían sido linchados en las calles?”

 
Entre las decenas de definiciones para el término numerología, quedémonos, por aquello de estar a la última, con la que ofrece la inteligencia artificial (IA): “Es una práctica que busca relacionar los números con las vibraciones de los seres vivos y el universo. Se basa en la idea de que cada número tiene una energía única y un significado que puede influir en las personas y objetos”. Quedan así superadas las dos acepciones de la RAE: 1. Práctica supuestamente adivinatoria a través de los números. 2. Estudio del significado oculto de los números.

Es costumbre imperecedera de la izquierda española poner números a las tragedias en la búsqueda desesperada y cuasi criminal de encontrar -necesaria y forzadamente- responsables de las mismas, con el sublime afán -¡nada de desvelar la verdad!- de deslegitimar al gobierno antagonista de turno.

Sin cifras por entonces que llevarse a la boca, la opereta se ensayó en noviembre 2002, a raíz de la decisión del gobierno de Aznar de alejar de la costa al Prestige, un petrolero cargado con 77.000 toneladas de fuel que se había dañado durante una tormenta días antes frente a las costas de Portugal. En la retirada mar adentro el casco acabó por romperse, resultando contaminadas las costas españolas, especialmente las gallegas. La decisión contraria consistía en remolcar al petrolero a puerto y “rezar rosarios en bucle” para que el buque resistiera. De todas formas, ¿tenemos claro que, hicieran lo que hicieran, la idea era que el tigre devorara al ejecutivo?

El guarismo 62 estrenó el teatrillo (2003), convirtiendo en ópera bufa lo que fue un drama para España y para su ejército con el accidente en suelo turco del Yak 42 que traía de vuelta a casa a sesenta y dos militares, tras cuatro meses y medio de misión internacional en Afganistán y Kirguistán. Los doce tripulantes ucranianos y el ciudadano bielorruso que igualmente fallecieron en el accidente, haciendo un total de 75, no suman en esta ocasión; seguramente algo tendrá que ver que no provinieran de nuestra añorada Moscú. Sí, Aznar seguía siendo presidente del gobierno.

Con el 193 agasajaron el mayor atentado terrorista en suelo europeo (2004), que dio comienzo a la era “todo vale para perpetuarnos” que inauguró el inefable Zapatero y que va a rematar exitosamente Sánchez. Rajoy era candidato en unas elecciones que se celebrarían tres días después con todas las encuestas a su favor y Aznar presidente del gobierno en retirada.

El 43 fue enarbolado para sacar provecho político de otro accidente, el del metro de Valencia (2006) cuando gobernaba la Generalidad -no titubeen- el Partido Popular. Exactamente, ése fue el número de fallecidos.

Siete años después (2013), otro accidente ferroviario sirvió para ondear nuevas cifras: 80 personas murieron en el accidente de un tren Alvia en las cercanías de Santiago de Compostela. Rajoy presidía por entonces un consejo de ministros que no fue, precisamente, el que licitó las obras del AVE-Light a Galicia, ¿verdad, ZP, verdad, Pepiño Blanco?

Más recientemente (2020), incluso haciendo uso de merchandising en camisetas y objetos de recuerdo, el 7.291 sirvió y continúa valiendo a esta trupe canallesca para acusar de asesinato múltiple a la presidenta popular de la Comunidad de Madrid por lo que, pomposamente, han apodado “protocolo de la muerte” en las residencias de mayores, con ocasión de la pandemia producida por el COVID-19.

En diciembre de 2023, frente a las costas portuguesas de Viana do Castelo, un carguero liberiano perdió varios contenedores, entre ellos, uno que contenía 26 toneladas de pellets que, al albur de las corrientes marinas, trasladaron una ínfima parte a las costas de Galicia y del Mar Cantábrico. En esta ocasión no se hizo uso de la numerología, si bien pudieran haber considerado el “1” a raíz de la imagen de la vicepresidenta -podemita, por entonces- depositando en un colador lo que se supone una partícula de microplástico y que no sirvió para sonrojar un ápice ni a ella ni a sus partidarios.

El 224 -nunca digas el último- es el antepenúltimo guarismo usado por la misma banda de sotas (y sotos) para responsabilizar criminalmente al presidente de la Generalidad Valenciana tras las inundaciones del pasado 29 de octubre provocada principalmente por la riada del Barranco del Poyo, sobre la que, hasta la fecha, se persigue penalmente a ex miembros del gobierno autonómico mientras se corre un tupido velo sobre las responsabilidades del ministro del interior y de la delegada del gobierno, obligados por la ley a una actuación urgente que prefirieron obviar.

Este rosario de antecedentes da pié a preguntarse cuántas, finalmente, habrían sido las víctimas que el Covid-19 sembró sobre la nación y que, naturalmente, incluirían los siete millares largos de mártires de Ayuso. Comencemos por el final: ¡Nadie lo sabe!, tampoco la gente que se aprende de memoria los números anteriores pero son incapaces de dar una cifra para los muertos por la terrible pandemia.

El Covid-19, sí, esa calamidad pública que será recordada por “España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado” [sic], en palabras del lúgubre Coordinador de Emergencias de Sanidad, seguida de la celebración en masa de un 8M infame a la que el gobierno en pleno invitó, incluidos los llamamientos de la vicepresidenta Carmen Calvo: “hay que ir porque nos va la vida”. Todo ello justo seis días antes de declarar el estado de alarma en consejo de ministros con la contagiada presencia de esta última, horas antes de debatirse, efectivamente, entre la vida y la muerte… en la Clínica Ruber. Lo de la sanidad pública… para la plebe.

En la búsqueda de tan ingrata información, televisiones, medios escritos, publicaciones más o menos serias, coincidían en algo: ninguno ofrecía un resultado análogo, siquiera parecido.

Qué mejor entonces que ir a la fuente de datos, al INE, organismo cuya sitio web la única información que sigue ofreciendo al día de hoy es el de fallecimientos entre los meses de enero y mayo de 2020: sobre un total de 231.014 difuntos en España durante esos cinco meses, murieron por la infección 32.652 y otros 13.032 como sospechosos de ella, es decir casi el 20%.

Ya a finales de 2021, el INE publicó un informe en el que detallaba las defunciones según la causa de muerte correspondiente a 2020: con el Covid-19 diagnosticado 60.358 personas más otras 14.481 con sospecha de ello por tener síntomas compatibles con la enfermedad. En total, 74.839 muertos por coronavirus, lo que suponen 24.002 más de los notificados por el Ministerio de Sanidad durante el mismo periodo.

En 2021, según un nuevo informe publicado un año después, fallecieron 39.444 personas por esta causa. Además, los médicos certificaron 3.818 defunciones por síntomas compatibles con la enfermedad.

Para 2022 los datos publicados, mucho más exiguos, indican que fallecieron 31.559 diagnosticados, sin referencia alguna a los exitus habidos por sospecha la enfermedad.

Y ahí finaliza la serie porque desde entonces parece que ya no muere nadie por este motivo. Sumemos pues los datos anteriores: 149.660 españoles, registrados por el INE, han fallecido en España por causa del Covid-19, guarismos a los que el programa “La pandemia que paró el mundo” de La 2 y que sirvió para poner en la diana a Isabel Díaz Ayuso, sumó otros 694 que habrá obtenido seguramente de la libreta secreta de Fernando Simón. En total: 150.354 personas.

Imaginemos por un instante a un gobierno del PP, apoyado por VOX, haciendo pública o, mejor, encubriendo una cifra como ésta. ¿Cuántos al día de hoy habrían sido linchados en las calles?

No, no todos somos iguales, al menos para usar series de dígitos como puñales. No se concibe a una persona razonable enfundada en un producto de promoción comercial como el de la foto de cabecera, quizá, simplemente sea, porque, contrariamente a la opinión de la IA, los números carecen de energía y no se idearon hace aproximadamente 90 siglos para influir en las personas, ni tan siquiera para contar el número de majaderos por metro cuadrado que habita el planeta.

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