Ante
una grada en silencio, más pendiente de su ombligo que de
la razón de su existencia (“¡cantaremos todos
unidos, alzaremos fuerte la voz...!”), sufriendo,
multiplicando esfuerzos y tesón, cerrando huecos ante un
gran equipo y esperando el momento propicio para golpear y poner
la eliminatoria en franquicia. Ese ha sido el Sevilla de esta
noche que ahora deberá afrontar el cincuenta por ciento
restante en tierras teutonas con una mínima ventaja que,
esperemos, sea suficiente para seguir defendiendo el título
europeo.
La
contundencia de los alemanes, en los minutos iniciales, fue
silenciada por dos tarjetas amarillas casi consecutivas de esas
que por aquí no se estilan y que llegaron (tras la
concesión de la correspondiente ley de la ventaja) hasta
dos minutos después de producirse la acción que las
originó.
Durante
los primeros 45 minutos bastante hizo el Sevilla con controlar las
acometidas forasteras, convirtiendo a Sergio Rico en el jugador
talismán, tirando de efectividad, anticipación y
reflejos en los tres balones peligrosísimos que rondaron su portería.
El
segundo tiempo comenzaba por los mismos derroteros hasta que... el
genio del banquillo diera una lección a la concurrencia,
sacando del campo a Reyes, el jugador más brillante hasta
el momento, con el permiso de Banega, y dando entrada a Diogo en
el lateral. Nadie, absolutamente nadie, entendió el cambio,
incluso sonaron pitos contra la decisión del técnico
vasco, seguro que de los mismos que, en su momento, criticaron -es
su sino- la vuelta a casa del utrerano. Y ahí se fraguó
el Sevilla de 36 minutos para la esperanza: Aleix Vidal adelantó
su posición, incrustándose en la salida del balón
de los alemanes y el sistema defensivo lo agradeció,
permitiendo a los laterales sevillistas llegar al cruce
anticipadamente, a los centrales mostrar más contundencia y
a los mediocampistas desahogarse en su esfuerzo.
Y
así llegó el gol; una carrera por la derecha de
Diogo la culminó con un centro al área que aprovechó
Iborra cruzando el esférico sobre la media salida de
Sommer.
Tras
tanta angustia, llegaron los mejores momentos locales: los
alemanes se fueron desesperadamente arriba propiciando hasta un
póker de ocasiones en forma de desbordes que no se
culminaron por la falta de acierto y, sobretodo, por el tremendo
cansancio acumulado a esas alturas en las piernas de los
sevillistas.
Se
cumplió el guión: marcar y no encajar. En siete días
la solución a la suficiencia, o no, del gol de Iborra para
estar en el bombo de octavos de final de “nuestra Copa”.
Antes, un partido en Anoeta en menos de 72 horas para seguir
haciendo historia en la competición liguera. Los minutos,
las lesiones y el cansancio se acumulan, haciendo precisas unas
rotaciones con poco margen para el error.
La lección de apoyo
incondicional a los suyos de los casi tres millares de alemanes (ni
imaginar quiero lo que será el partido de vuelta) ha de servir
definitivamente para que nos hagamos revisar aquello de “la mejor
afición del mundo” a lo que, tan provincianos nosotros, somos dados
por aquí.
FICHA TÉCNICA DEL
ENCUENTRO
Sevilla F.C. 1 - Borussia Mönchengladbach 0
Sevilla F.C.:
Rico;
Aleix Vidal (Deulofeu, m. 90), Pareja, Carriço, F.Navarro;
Iborra, Krychowiak; Vitolo, Banega (Denis Suárez, m. 87),
Reyes (Diogo, m. 54) y Bacca.
Borussia Mönchengladbach:
Sommer; Jantschke, Stranzl, A.Domínguez, Wendt; T.Hazard,
Kramer, Xhaka, Johnson; Raffael (Kruse, m. 78) y Hrgota (Herrmann,
m. 68).
Gol:
1-0, m. 70: Iborra.
Árbitro:
El macedonio Aleksandar Stavrev. Amonestó a Vitolo,
por el Sevilla, y a Jantschke, Xhaka, Stranzl y Kramer,
por los teutones.
Incidencias:
Partido
correspondiente a dieciseisavos de final de la UEFA Europa League, disputado en el estadio Ramón Sánchez
Pizjuán, ante 31.000 espectadores, casi tres mil alemanes
entre ellos, en noche fría. Terreno de juego en perfectas condiciones.
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