Sevillistas, presidente:
no salgo a este atril desde que estábamos juntos en las trincheras frente a los
invasores madrileños y marbellíes -¿recuerdas?- y, aunque seguimos en trincheras
cercanas y en el mismo bando, es verdad que un partido no lo cambia todo -un
borrón decía el presidente- pero
sin duda lo que es insoportable es la trayectoria.
¿Se puede perder en la
Cueva de Alí Babá? Es lo habitual. Si me lo permites, hasta se puede perder
ofreciendo la lamentable imagen de anteayer (no ha sido la primera vez). Lo
imperdonable de verdad es que, en las previas, ningún sevillista apostara por su
equipo, que ningún sevillista creyera en la gesta, que todos diéramos por
amortizado el partido, que todos presumiéramos que el de los balones dorados,
las colonias caras y las maternidades de alquiler se reencontraría con el gol,
que el “equipo del gobierno” haría el mejor partido de la temporada, que no
cupiera, siquiera, una chispita de ilusión en nuestros corazones. Y eso sí que
es injustificable.
¿Y de dónde vienen esos
males? Pues muy simple: esos males vienen de la configuración de una plantilla
sin alma, desconocedora de lo que significan la casta y el coraje de nuestro
himno.
Dicen los que están más
atentos a la actualidad que fue Monchi en compañía de otros gurús que “saben de
esto” los que, para dar un paso más en este Sevilla de éxitos, optaron por
entregar la plantilla a un iluminado de La Pampa que, casi sesentón, vino a
decirnos a los europeos que no teníamos ni idea de esto, al tiempo que cargaron
de calidad y “jogo bonito” a la plantilla en detrimento de esos otros atributos
con los que habíamos conseguido seis títulos europeos y que, al parecer eran ya
nuestro techo; una plantilla en la que primara la aptitud sobre la actitud, la
clase sobre la entrega y el sacrificio.
Y miren ustedes, a todas
luces estaban equivocados: Lo que el Sevilla ha sido, lo que es y lo que en el
futuro ha de ser debe cimentarse a base de casta, coraje, alma y sacrificio, de
carretera de Utrera, de ADN nacional, un mercado, por cierto, que nos ha dado
espléndidos resultados y que ha sido abandonado no se sabe bien porqué (los
últimos, Sarabia o Escudero).
Poniendo eso en liza, la
chispita de calidad decidirá. Al contrario nunca: sin tirar de esos argumentos
cualquier rival nos ningunea, como está ocurriendo lejos de Nervión durante ya
una temporada y media. El Sevilla como forastero es lamentable, es un suplicio
verlo y estoy seguro que ustedes han detectado el problema y que su análisis
-que naturalmente no van a hacer público- no difiere mucho de éste. De hecho,
para tratar de remediarlo anunciaron hace apenas dos meses la incorporación de
un “mediador”, de un enlace entre el club y el primer equipo, una figura sin
duda tan necesaria como ineficaz hasta el momento, pero nadie se explica a estas
alturas, quizá porque ustedes no lo han explicado ni bien ni mal, por qué se
elige, para estos menesteres y, con todos los respetos que merece, a un
desconocido para el sevillismo. ¿No hay un exjugador del Sevilla FC, conocedor
de nuestros valores, de nuestras pasiones, capaz de llevar a buen término esta
función? Un Andrés Palop, un Caparrós...
Sé que lo pido, lo que
imploro casi, no puede ser inmediato: hemos confeccionado una plantilla donde el
alma es inexistente. Los números del último partido lo dicen todo: 20 minutos
del primer tiempo, 2-0 y ni una falta en contra; 30 minutos, 3-0 y tres faltas;
40 minutos, 5-0 y cuatro faltas... ¡Cuatro faltas y una manita! Por cierto,
¿cuándo llegará el día en que, al menos nuestro capitán, exija al árbitro la
tarjeta para un oponente mientras uno de los nuestros se retuerce de dolor en el
césped? ¡Hasta esa presión de manual sobre el trío arbitral ha desaparecido del
mapa!
Nos hemos desprendido de
los Cokes e Iborras y sí, yo los señalo, le hemos dado la titularidad (y ellos
no son culpables) a los Franco Vázquez y Correas. Y así es imposible. ¿No
podemos competir con el Levante y traernos otra vez a Coke? ¡Sí, a Coke!
Repito que esto no se
soluciona en un día, ni siquiera en el mercado de invierno pero enero ha de
servir para sentar las bases de lo que indefectiblemente hay que hacer en junio:
conformar una plantilla que empiece por el portero y termine por el extremo
izquierdo con alma, con sentimiento, de la que nos podamos sentir orgullosos
incluso encajando una manita en la Cueva de Alí Babá, porque esto es fútbol, un
espectáculo que dista mucho de la danza clásica en la que lo hemos querido
convertir.
Pero, ¡ojo!, que no se
froten las manos la manada de mamporreros y abogados mediáticos venidos a menos,
los mismos que han convertido el “cuanto peor mejor” en su estilo de vida,
porque esa plantilla para los nuevos éxitos la tiene que conformar la dirección
deportiva con usted al frente.
Dos ruegos finales para
el debate. Espero y deseo que lo sepamos interpretar correctamente:
- Han pasado ya diez años
desde que, con las botas puestas, nos dejó Antonio Puerta y una parte ya
importante de la grada no vivió aquellos dramáticos instantes que merecen ser
recordados siempre con honor. Desconozco los motivos pero “el 16” lleva algún
tiempo convertido en un minuto que se hace eterno para el escaso porcentaje de
seguidores que aún batimos palmas y coreamos su nombre los días de partido.
Un minuto de silencio es
una muestra de respeto que dura eso, un minuto, pero nos es el caso: un minuto
de recuerdo no tiene porqué ser el tiempo que dure el homenaje a Antonio. Creo
que debemos retomar el asunto, reincentivar su memoria y, por ejemplo, todos a
una, en el minuto 16, durante 16 segundos a tope, llevar nuestras gargantas a la
gloria.
- La otra cuestión: otra
vez el marketing. La equipación del Sevilla FC que la gran mayoría de los aquí
presentes conocimos y con la que nos identificamos fue la camiseta y calzonas
blancas y medias blancas con vueltas rojas. Desde el Centenario recuperamos las
primitivas medias negras y con ellas el éxito de nuevo. Nada que objetar, pero
¿por qué se han olvidado y no se han vuelto a utilizar las medias blancas con
vueltas rojas cuando hay coincidencia con el rival de turno? Ha transcurrido una
docena de años y no se han vuelto a ver.
Ahí lo dejo. Buenas
noches, sevillistas.
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