Creyendo
en sí mismo y en sus infinitas posibilidades, este equipo -"¡Emery, vete
ya!"- nacido de la plantilla más joven de Primera División tras 14
incorporaciones veraniegas -"¡Monchi, vete ya!"-, en comunión perfecta con
una afición nacida para dominar, ha llegado al tramo final de la temporada
en disposición de reverdecer, colorear mejor dicho, las gloriosas gestas que
los dos últimos lustros nos han redescubierto.
Los recelos de los contendientes a principios del choque eran mutuos, ambos
porfiaban, ninguno se fiaba y, aunque el dominio era sevillista, las
ocasiones ante el marco rival no llegaban. Solo Fazio, el Gigante de La
Pampa, incomodó con su estatura la portería rival, convirtiéndose de paso en
el jugador que mejor entendió la desafortunada
actuación del trencilla esloveno
Damir Skomina,
haciendo la línea y poniendo en el asador todo el ímpetu que el arbitraje
permitió.
Otra vez a balón parado -"¡Que te vayas, ya, Emery!"- el Sevilla volvió
a sacar petróleo: minuto 33 y Rakitic ejecuta una falta, el balón queda a
los pies de M'bia y el centrocampista, tras errar el primer disparo, abre el
marcador de tacón y en claro fuera de juego. Fue la concesión más importante
al Sevilla por parte del colegiado pero no su único error, ni mucho menos:
dos claros penaltis que fueron obviados por Skomina
se produjeron en el área valencianista, amén de un desafortunado y desigual reparto de la apreciación de
faltas en el centro del campo y la permisividad del juego duro con el que se
emplearon Keita,
Javi Fuego o
Mathieu.
Tres minutos después, Bacca culminó un
excelente contraataque de Vitolo y los de Emery -¿todavía tú por aquí?- se
ponían con clara ventaja en la eliminatoria, lo que aprovecharon para seguir
generando ocasiones, eso sí, sin alcanzar la plenitud en forma de goles.
La segunda parte tenía que ser necesariamente distinta: el Valencia
necesitaba marcar y
lo intentó, sobretodo en las postrimerías del encuentro, pero todo eso
ocurrió después de que Rakitic asistiera a Bacca en una jugada que se hará
perenne en las retinas sevillistas en la que, extrañamente, el colombiano
solo vio balón y portería y que no culminó adecuadamente como la acción
merecía.
Al final
un Valencia necesariamente suicida se volcó sobre el área sevillista, Marin
entró al terreno de juego por un Reyes que estuvo a la altura de las grandes
ocasiones y poco después Gameiro, que dispuso de otro ocasión de oro,
reemplazó a Bacca. Con todo, Beto y el larguero salvaron al Sevilla en los
instantes finales de un marcador incómodo.
Mestalla dictará la sentencia. Otra final
europea
-sería la quinta- está ahí, cerca, aunque a estas alturas continúa siendo
solo una aspiración, una ilusionante aspiración. Un inconveniente: es la
primera vez en la competición que estamos en ventaja y eso conlleva grandes
dosis de responsabilidad, por tanto: respeto y cerebro.
Sevilla F.C. 2 - Valencia C.F. 0
Sevilla F.C.:
Beto; Diogo,
Pareja, Fazio, Navarro; Carriço, Mbia; Reyes (Marin, m. 58), Rakitic, Vitolo
(Iborra, m. 89) y Bacca (Gameiro, m. 71).
Valencia C.F.:
Guaita; Joao,
Javi Fuego, Mathieu, Bernat (Gayá, m. 46); Keita, Parejo; Feghouli (Jonas,
m. 73), Vargas, Fede (Piatti, m. 56); Alcácer.
Goles:
1-0, m. 33: Mbia.
2-0, m. 36: Bacca.
Árbitro:
El esloveno
Damir Skomina.
Amonestó a Marin, por el Sevilla, y a Alcácer y Mathieu,
por el Valencia.
Incidencias:
Partido correspondiente a la
ida de las semifinales de la Europa League,
disputado
en el estadio Ramón Sánchez
Pizjuán ante 40.000 espectadores en noche primaveral. Terreno de
juego en perfectas condiciones.
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