24/06/15. Mi colaboración de
ayer en El
Demócrata Liberal
¡… Banderita, tú
eres gualda… !
La puesta en escena
de Pedro Sánchez, el más desconcertante de los líderes socialistas, excepción
hecha de ZP de momento, ha bastado para ofuscar y desorientar no solo a su
electorado, también al que no lo es, ni nunca lo será.
En la proclamación
de “Míster PSOE 2015” del pasado fin de semana en las ya famosas Primarias que casi
nunca lo son, el jefe del partido hispanofóbico -capaz de pactar en Valencia y
Baleares con los nacionalistas catalanes; en Navarra con los vascos y en
Madrid, Barcelona, Zaragoza o Cádiz con los que tachan a nuestro himno de cutre
pachanga fachosa y a los que ha entregado la mitad del poder autonómico y
municipal- ante la mirada atónita de los presentes, se envolvió en la
rojigualda para proclamar a los cuatro vientos que el futuro le pertenece. Y de
testigos el presidente y la práctica totalidad de un gobierno (dicen que hasta
Rubalcaba se sonrojó) que, en una noche extrema de nicotina y cafeína, pactó
con Arturo Mas, no con Cataluña, un estatuto antinacional proscriptor del
español en las escuelas y obstaculizador de los rótulos comerciales en la lengua
común.
El gesto de sacar
la bandera de España como adorno, como pareo playero, pretende -otra cosa es
que cuele- un efecto indudable: trasladar una imagen de moderación y centrismo,
de amparo y protección de las clases media y obrera españolas a las que su
partido contribuyó a empobrecer con unas políticas tan expansivas como caóticas;
eso sí, con una eficacia exageradamente dudosa que todavía se ha hecho más
evidente tras entregar el poder a los que su primera gesta ha consistido en
retirar la enseña nacional de la fachada de las instituciones a las que este
inane los ha encumbrado.
Los símbolos poseen
en sí mismo un valor intrínseco invaluable, lo que desconoce esta chusma capaz
de acoger en su seno torticeramente -aprovechando que el Ebro pasa por Sevilla,
como afirma un buen número de opositores a maestroescuela- ese símbolo
al que escupen con el mismo entusiasmo que enarbolan la tricolor, todo ello
para dar apariencia de lo que no es a quien pretende acceder, si el pueblo
español no lo impide, a la presidencia del gobierno con el apoyo de los que, al
día siguiente, instarán su arriada del mástil del Palacio de Oriente. ¿Alguien
lo duda?
En la ceremonia
[más de la confusión que nunca] solo faltó la jura al castrense modo: el
desfile de todos y cada uno de los asistentes ante la enseña, descubiertos dos
pasos antes de encararla, testuz inclinada y tirando besos al holograma cual
tonadillera de moda en el escenario de sus éxitos, al mejor estilo de las
nuevas talentas que triunfan en Canal Sur de la mano de Eva González en
los ratos libres que le deja Juan y Medio.
Ver a los herederos
de la nación española, “ese concepto discutido y discutible”, disfrazados con
la enseña nacional solo puede ser valorado, para nuestra desgracia, como un
acto propagandístico que tiene como contrapartida, y pese a lacerantes efectos
secundarios como el sarpullido o la urticaria que soportan sus protagonistas,
un buen puñado de votos, porque ahora los grandes gurús del partido parecen
haberse dado cuenta de que la bandera “vende”. ¡Allá quién vea otra cosa!
El gesto, aunque
tardío y espurio, sería bienvenido y merecidamente valorado si a estas alturas
no conociéramos ya el percal, si no fuéramos perfectos conocedores de los que,
con su praxis, afrentan los símbolos nacionales un día sí y otro también.
¿Por tan ingenuos y
candorosos nos toman, tan equivocados estamos para colegir que este nuevo
tiempo se los van a tomar en serio; que a partir de ahora están dispuestos a
soportar todo tipo de imprecaciones por asistir a las manifestaciones -no solo
a los partidos de la selección- envueltos en la rojigualda, por lucirla en la
correa del reloj, o en el cinturón del pantalón, o en el polito de marca? ¿También en los tirantes?
Hablando de la
selección, ¿volverá otra vez la roja a ser la selección nacional?
¡Bienvenidos a la
Constitución, bien hallados en la legalidad! Nunca es tarde si la dicha es
buena, aunque sea por una sola vez, por intereses inconfesables y -lo que son
las cosas- a través del plasma, lo que tiene sus ventajas… si no, ¿dónde
guardarían luego tanta tela?
¡Quién no os
conozca, que os compre!
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