10/06/15. Mi colaboración de
ayer en El
Demócrata Liberal
Debatían ayer mis camaradas -y sin embargo
amigos- de El Demócrata Liberal (por higiene mental, me niego a leer pasquines)
sobre el baboso y remilgado artículo publicado
el pasado domingo en El Correo de Andalucía a mayor gloria de Carmen
Martínez Aguayo y del Régimen Andaluz, obra -¡qué fiesta sin la tía Juana!- de
Antonio Yélamo.
Haciendo de tripas corazón, y saltándome las
buenas prácticas, me embarqué en la lectura de la que resultó ser una mugrienta
y roñosa oda prisaica de forzadas
alabanzas y rebuscados halagos, mezclada con un cúmulo de embates hacia los
funcionarios de la Junta de Andalucía y de sermones a los compañeros del
partido que, al parecer, la han dejado, si no en la indigencia, al menos en la
estacada. En definitiva, un ensayo que sonrojaría al fundador del diario decano
de la capital de Andalucía.
Dicen sus biógrafos que el cardenal Spínola
fue un hombre de visión histórica, un santo en la tierra, un pastor
comprometido con las necesidades de sus conciudadanos de finales del XIX y
principios del XX, testigo directo del abandono de la clase obrera, un
adelantado de su época que intuyó no solo el poder de los medios de
comunicación para el desarrollo de la sociedad sino también el papel
fundamental que habría de jugar la mujer en la misma, además de la influencia
decisiva de la educación en la formación de la persona y en la transformación
de la colectividad. Y que, para no quedarse solo en buenas palabras, acometió
la fundación de El Correo de Andalucía a comienzos de 1899. Su mandamiento al primer
director no dejaba lugar a dudas: «Ni un solo trabajo, ni una sola línea, ni
una letra de la nueva publicación deje de encaminarse a la defensa de la verdad
y de la justicia».
En estas andábamos cuando -otra vez, de
forma recurrente- aparece el apesebrado
de turno para dar por enterrados los cánones del purpurado y para dejar bien
clara -junto a los reproches a sus compañeros de partido y contigua a la ristra
de descalificaciones hacia los que han padecido sus decisiones- la “grandeza”
de los logros de doña Carmen, su patrocinada. La bazofia no tiene desperdicio: “Podría ser, en fin, que determinados
responsables de su partido o del Gobierno repararan… para situarla en otra
posición aunque sólo fuera para obtener así de ella un mayor rendimiento dada su
valiosa experiencia en la gestión pública y sus amplios conocimientos”.
No esconde ni desaprovecha la ocasión de
dejar entre renglones su tierna cercanía; tampoco el bombo ni las lisonjas
hacia la decisión de lo que debe ser la obligación de cualquier servidor
político que se precie, la de volver a sus responsabilidades una vez finalizada
la etapa pública, en este caso la reentré en el ambulatorio de la
susodicha: “Conociéndola como se la
conoce, difícilmente hubiera aceptado otra propuesta en aplicación del viejo
sistema de «puerta giratoria»”.
No oculta los “temores” por lo que, tras el
paso de la moqueta al barro, pudiera ocurrirle cerca de tanto “descerebrado”,
ni soslaya el socorrido ataque a quienes osaron poner contra las cuerdas al
Régimen que ellos defienden como si les fuera la vida, o quizá por ello mismo: “… ella, que lo ha sido todo en la Junta
asumiendo entre otras responsabilidades la de acometer una reforma de la
administración pública andaluza muy contestada internamente por sus empleados,
podría haberse preparado un destino algo más cómodo, un puesto, tal vez, fuera
del alcance de los enfurecidos funcionarios autonómicos que no le guardan
especial afecto que digamos… Por ello, tendrá que resignarse a soportar
estoicamente las invectivas de algún impertinente que otro que aún tiene
acumulado determinado resentimiento hacia la que quiso meter en cintura tanto
organismo público, tanto empleado recalcitrante a asumir reformas”.
Y, por supuesto -para eso sirve la
subvención- no deja pasar la oportunidad del afianzado guiño al “bendito”
Régimen con el que se autosustenta: “No
es, desde luego, una historia nueva. Bajo esas duras circunstancias se
encuentran otros, en su momento, altos cargos de la Junta que dieron lo mejor
de sí en favor de una acción pública en la que siempre creyeron y que ahora se
ven atrapados en una tupida maraña de diligencias, inculpaciones, embargos,
costosas facturas de abogados o paseíllos al juzgado de turno. Un proceso
parece que interminable que se está llevando por delante, también, la salud de
más de uno de los implicados y sus allegados más cercanos. Una pesada carga, en
fin, que habrán de llevar en la más absoluta soledad sin ni siquiera un mínimo
gesto de comprensión o apoyo moral de esos que no cuestan dinero pero que
reconfortan, al menos”.
En definitiva, unos desgraciados a los que
la justicia persigue injustamente, la injusticia les priva la salud y la
enfermedad le lleva al ostracismo, a la soledad más absoluta de los apestados
del Medievo:
“En
la cuneta están quedando muchos, malheridos, arruinados, poco menos que
apestados y sin que nadie tenga en cuenta lo que han sido y lo que han podido
aportar al servicio de los andaluces. Su error ha sido que han formado parte de
un sistema que lo intentó todo para salvar a Andalucía del declive masivo que
le afectaba”.
Arruinados con billetes pa asar una
vaca... ignorados pese a sus ingentes aportaciones a los andaluces... héroes y
heroínas que intentaron salvar a Andalucía de su declive...
El potingue es de Yélamo, pero quién dice
que no podían firmarlo Sánchez, Aroca u Orozco, o cualquier otro escribiente
del magnífico equipo de amanuenses prestos y dispuestos, subvención mediante, a
tapar las redes urdidas de blanqueo empresarial y sindical andaluz; a
desabastecerse de tinta cuando toque escribir de los ERE, de los Cursos de
Formación, de Invercaria o de Aznalcollar; a aprovechar en beneficio propio esa
“bendita” administración paralela en la que pastan sin saciarse y creada, eso
sí, para “meter en cintura tanto
organismo público, tanto empleado recalcitrante a asumir reformas”.
«Ni un solo trabajo, ni una sola línea, ni
una letra de la nueva publicación deje de encaminarse a la defensa de la verdad
y de la justicia». ¡Si el prelado levantara la cabeza!
Menos mal, dirán los melindrosos, que
después del cardenal llegaron PRISA, Gallardo y Morera (lo mismo da que da lo
mismo) para hacer de su sotana un sayo.
¡Manda huevos! ¡En la maldita hora que rompí
mis sanas costumbres!
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