Como ya se dijo, a los siete años en el dique
seco en lo que en RRSS a mí respecta, se unió un lustro de colaboraciones muy
esporádicas en otros medios y espacios tales como Letra
Cursiva, El Tercer Lado, esRadio o Columnas Blancas,
que iré recordando en este reaperturado espacio, poco a poco. Algunas parecerán
nostálgicas, otras se antojarán imposibles a la luz de los acontecimientos
vividos en España y, especialmente, en Andalucía en los últimos cinco años…
Continuamos con las colaboraciones en El Tercer Lado, asociación de
funcionarios de la Junta de Andalucía que presidí y un asunto “siempre de
actualidad” para los medios subvencionados: Sindicatos y “heterofobia” publicado
el 1 de julio de 2010 (4 de 21)
La gente de Madrid soporta estos días
la huelga del suburbano de la capital. No entraremos a valorar la procedencia
de las reivindicaciones -a todas luces justas- de los huelguistas, centradas en
la natural reacción de apartar la mano que la Administración, al igual que ha
hecho con los estoicos funcionarios, se empeña en meterles en sus bolsillos.
Si la media del recorte ultraliberal
que el presidente del Gobierno ha producido en nuestro salario ha alcanzado
hasta el 7%, la empresa pública Metro de Madrid pretende una reducción para sus
empleados de en torno al 2, en aplicación –lo que resulta curioso e irritante-
del “tijeretazo monclovita”.
Libres son estos trabajadores de
defender lo suyo –es más, de ellos deberíamos aprender-; otra cosa son las
formas y, sobretodo, la injusta y feroz negativa a prestar los servicios
mínimos marcados por ley. El artículo 10 del preconstitucional Real Decreto-ley
17/1977, de 4 de marzo, establece que “Cuando la huelga se declare en empresas
encargadas de la prestación de cualquier género de servicios públicos o de
reconocida e inaplazable necesidad y concurran circunstancias de especial
gravedad, la Autoridad gubernativa podrá acordar las medidas necesarias para
asegurar el funcionamiento de los servicios. El Gobierno, asimismo, podrá
adoptar a tales fines las medidas de intervención adecuadas”. Así, el exigible
principio de cumplimiento de los servicios mínimos camina en paralelo con el
derecho a la huelga.
Se estiman en dos millones diarios de
usuarios, de trabajadores y desempleados, de nacionales y extranjeros, de sanos
y enfermos, de heteros y homosexuales, los que se han visto afectados por la
total paralización del suburbano madrileño. Sin embargo, la consumada violación
de la privación de los servicios mínimos alcanza su mayor grado de vileza
cuando, en palabras del comité de huelga, se afirma que “el fin de semana no vamos
a convertirnos en homófobos y no habrá huelga para respetar el día del orgullo
gay”. O sea, para entendernos, durante la semana “jodemos” a todo bicho
viviente mientras el “finde”, en frenética bacanal de “heterofobia” (*),
salimos disfrazados del armario para abrazamos al lobby de moda... no sea que
“nos pase factura”.
Mientras, el Nerón del régimen (**)
-al que compete asegurar el funcionamiento de los servicios- con el arpa de la
propaganda entre sus dedos, entre sonrisa y silbido, contempla extasiado,
además de los efectos de sus incendiarias medidas, a “sus” sumisos, mansos y
obedientes sindicatos que continúan cocinándole un particularísimo y
sabrosísimo caldo gordo.
(*) Neologismo inminente: “Aversión
obsesiva hacia las personas heterosexuales”.
(**) Gobierno o bombero-pirómano, para
los no iniciados.
Francisco Romero, presidente de la Asociación El Tercer Lado.
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