23/08/24.
Mi colaboración de ayer en Sevillainfo
A la vista de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, adoptada
el 10 de diciembre de 1948 y de los principios universales de los derechos
humanos y los principios fundamentales de la Unión Europea, así como de
distintos informes, declaraciones, resoluciones y conclusiones que en materia
de Derechos Humanos se habían publicado desde 1945 a 2018 -y para conmemorar el
80º aniversario del estallido de la Segunda Guerra Mundial- el Parlamento
Europeo dictó la Resolución de 19 de septiembre de 2019, sobre la importancia de
la memoria histórica europea para el futuro de Europa, con el propósito de
no dejar en el olvido los crímenes cometidos por nazis y comunistas en la
pasada centuria.
Aunque en España
somos conocedores de distintas leyes de “memoria democrática” y de “memoria
histórica”, seguro que, al menos ocasionalmente, habían oído hablar de esta
significativa encomienda nacida en el seno de la cámara de representación de la
voluntad popular de todos los europeos.
Seguro también que, merced al mester de progresía que invade la
gran mayoría de los medios de comunicación continentales, no solo españoles,
les habrá llegado con mayor volumen y nitidez la condena al régimen nazi, en
comparación con el atenuado reproche al régimen comunista, originado hace más
de un siglo, aún ensalzado hoy por sus dirigentes en España y que, como se dirá
más adelante, se convirtió en el origen de las grandes conflagraciones vividas
en suelo del viejo continente. Como dato curioso, en la
resolución aparecen 24 referencias al nazismo y cuatro al fascismo por 16
reseñas al comunismo y ocho al estalinismo. Empate casi técnico.
En definitiva, con
esta resolución, los nacionales de los países que conforman la Unión Europea, exigieron hace cinco años a la Comisión
y a todos los gobiernos de los estados que la conforman, el cumplimiento de un
memorial para divulgar el legado de los
crímenes cometidos por las dictaduras comunista y nazi y de otro tipo y que
mantenga vivos los recuerdos del trágico pasado europeo, con el fin de honrar a
las víctimas, condenar a los autores y establecer las bases para una reconciliación basada en la verdad y la
memoria; todo ello con el anhelo supremo de no repetir los horrores
protagonizados por ambas ideologías.
La
Resolución del Parlamento Europeo sitúa el punto de partida del desastre
europeo en el 23 de agosto de 1939, hace
hoy justo 85 años, cuando la Unión Soviética comunista y la Alemania nazi
firmaron un Tratado de no Agresión, conocido como el Pacto Molotov-Ribbentrop,
por el que ambas potencias totalitarias se repartían Europa, allanando así el
camino al estallido de la Segunda Guerra Mundial. El cataclismo tuvo
continuidad con el Tratado de Amistad y Demarcación nazi-soviético de 28 de
septiembre de 1939, que acabó con la independencia de Polonia, que fue invadida
primero por Hitler y, dos semanas después, por Stalin. Además, ya entre 1939 y
1940, Stalin marchó sobre Finlandia y se anexionó gran parte de Rumanía y las
hasta entonces repúblicas independientes de Estonia, Letonia y Lituania.
Según el documento
nacido de la cámara europea hace un lustro, tras la derrota del régimen nazi y
el fin de la Gran Guerra, diversos países europeos, durante medio siglo,
siguieron sometidos a dictaduras bajo la ocupación o la influencia directa de
la Unión Soviética -léase, del comunismo- continuando privados de libertad,
soberanía, dignidad, derechos humanos y desarrollo socioeconómico. Mientras
tanto, los crímenes del régimen nazi eran evaluados y castigados gracias a los
juicios de Núremberg. Sin embargo, al
día de hoy, sigue existiendo la necesidad urgente de sensibilizar sobre los
crímenes perpetrados por el estalinismo y otras dictaduras, evaluarlos
moral y jurídicamente, y llevar a cabo
investigaciones judiciales sobre ellos, todo ello partiendo de que en
algunos Estados miembros, las ideologías comunista y nazi, así como sus
símbolos, están prohibidos por ley.
Recuerda, asimismo,
que los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y
deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de
libertad en el siglo XX a una escala
hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad; no olvida los
atroces crímenes del Holocausto perpetrado por el régimen nazi y condena en los
términos más enérgicos los actos de agresión, los crímenes contra la humanidad
y las violaciones masivas de los derechos humanos perpetrados por los regímenes
comunista, nazi y otros regímenes totalitarios.
Pues bien,
analizada la situación, el Parlamento
Europeo pidió a todos los Estados miembros de la Unión (repito, hace ya
cinco años y en España aun seguimos, sentados, a la espera de cualquier
movimiento tendente a la igualdad en los reproches) que hicieran una evaluación clara y una condena de toda manifestación y
propagación de ideologías totalitarias, como el nazismo y el estalinismo.
Asimismo, pidió a dichos estados
que celebren el 23 de agosto
-¡felicidades!- como Día Europeo Conmemorativo de las Víctimas del Estalinismo
y del Nazismo a escala tanto nacional como de la Unión, y que sensibilicen
a las nuevas generaciones con respecto a estas cuestiones.
También pidió a la Comisión que
prestara apoyo efectivo a los proyectos que promuevan la memoria histórica y el
recuerdo en los Estados miembros y que asigne recursos financieros suficientes
en el marco del programa Europa para los Ciudadanos, con el fin de apoyar la
conmemoración y el recuerdo de las víctimas del totalitarismo. Al respecto,
sería deseable la igualdad de trato para que, al menos, no se vuelva a echar tierra sobre las fosas que -¡oh,
sorpresa!- una vez descubiertas resultan estar ocupadas por portadores de insignias no esperadas y/o no deseadas.
Además, sostiene que el pueblo
ruso sigue siendo la mayor víctima del totalitarismo comunista y que su
evolución hacia un Estado democrático seguirá obstaculizada mientras su
Gobierno, la élite política y la propaganda política continúen encubriendo los
crímenes comunistas. A esa élite se siguen sumando sin rubor los partidos
comunistas que aún subsisten en Europa, en España en todo su esplendor. Opinión bien distinta tendrán
quienes hayan viajado por Centroeuropa y que podrán dar fe de la dispar opinión que, sobre los hechos del comunismo muestran los
checos o los polacos, por poner solo dos ejemplos.
Concluye exponiendo su profunda
preocupación por los esfuerzos de los actuales dirigentes rusos por
distorsionar los hechos históricos y ocultar
los crímenes perpetrados por el régimen totalitario soviético [dentro y
fuera de sus fronteras], lo que, a su entender, constituye “un peligroso elemento de la guerra de la información librada contra la
Europa democrática con el objetivo de dividirla”, y pide a la Comisión, por
tanto, que luche firmemente contra ellos.
Obsérvense
los continuos llamamientos de la resolución a los regímenes comunista y nazi
pero sin obviar las referencias a “otros regímenes totalitarios”. Parece
invitar a que, en España, debiera ponerse en el foco no solo el régimen
dictatorial nacido tras la Guerra Civil, sino también en el de su antecesor,
sobretodo a raíz de los altercados para la consecución de la dictadura del proletariado a la que se
entregaron con inestimable afán sus líderes entre 1934 y 1939 bajo la supervisión del régimen totalitario
soviético.
Sin
embargo, como respuesta a todo ello y a modo de contrapeso a “tamaño dislate”,
anticipándose a la jugada y tres años antes de ser nombrado ministro, Alberto
Garzón celebraba
en Twitter el aniversario de la revolución rusa con un retrato de Lenin,
después máximo dirigente de la URSS, acompañado de la consigna bolchevique
“Paz, Pan y Tierra”.
Por
lo demás, en el sitio en Internet del Partido Comunista de España, aún puede
accederse hoy a la opinión de la formación sobre la resolución de marras, que
puede resumirse como una plena
afirmación de su absoluta superioridad moral: “No a la equiparación del comunismo con el fascismo” y que,
entre otras cosas, establece que la resolución es cosa de la derecha,
conservadores, populares, liberales y socialistas blandengues, ya que “criminaliza el comunismo”; al tiempo que critica la “equiparación de los crímenes del nazismo con los supuestos [sic]
crímenes del estalinismo”; niega que la Segunda Guerra Mundial fuera
resultado directo del conocido pacto Molotov-Ribbentrop al que nos hemos
referido. Ya, en el caso de nuestro país, afirma que “el acuerdo de no intervención de las potencias capitalistas liberales
con las nazi-fascistas en la guerra de agresión frente a la democrática y pacífica república española,
que en la práctica garantizó su éxito,
supuso el primer ensayo de lo que luego se aplicaría a gran escala en la
Segunda Guerra Mundial”. Para terminar recordando que “fue la Unión Soviética el único país
europeo que apoyó al legítimo gobierno de España”… Y con la pluma de esta
gente sigue escribiéndose hoy la memoria histórica en nuestro país,
enalteciendo vilmente a “los nuestros” y limitándose a reprender y amonestar,
con mucha razón, a “los otros”. Todo ello sin el mínimo respeto al reguero de
víctimas que han dejado ambas ideologías en el mundo: decenas de millones a
manos del fascismo y del nazismo, frente al centenar largo de millones de
crímenes perpetrados en nombre del comunismo… y ascendiendo.
Así,
por la práctica totalidad de los españoles, se ha convenido con absoluta
franqueza el repudio al nazismo mientras sigue encontrándose resistencia para
abominar del comunismo. ¿Por qué? Incultura y, sobretodo, por la matraca de los
medios de comunicación neocomunistas subvencionados que nos invaden. Han sido
capaces de tejer durante un siglo largo las redes de la superioridad moral de
la ideología más criminal conocida. Y eso tiene su mérito, hay que
reconocérselo. ¿Hasta cuándo? Posiblemente hasta que los gobiernos de turno se
den por enterados y la Resolución de 19 de septiembre de 2019 se aplique en
toda su plenitud. No perdamos la esperanza.
Mientras
tanto, feliz día contra el comunismo y contra el nazismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario