Como ya se dijo, a los siete años en el dique seco en lo que en RRSS a mí respecta, se unió un lustro de colaboraciones muy esporádicas en otros medios y espacios tales como Letra Cursiva, El Tercer Lado, esRadio o Columnas Blancas, que iré recordando en este reaperturado espacio, poco a poco. Algunas parecerán nostálgicas, otras se antojarán imposibles a la luz de los acontecimientos vividos en España y, especialmente, en Andalucía en los últimos cinco años… Tras las cinco colaboraciones en Letra Cursiva ya publicadas aquí, continuemos con El Tercer Lado, asociación de funcionarios de la Junta de Andalucía que presidí y un asunto “siempre de actualidad” para los medios subvencionados: ¿Senado políglota? Obscenidad en medio del tijeretazo publicado el 21 de mayo de 2010 (1 de 21)
Mientras
esa extraña invitada -la crisis económica y financiera, que hasta hace bien
poco no existía, al decir de nuestros gobernantes- continúa cebándose con los
más necesitados en forma de un desempleo que supera, otra vez, el 20% y que
sitúa en 4.612.700 el número de parados (1.080.900 en Andalucía, con una tasa
superior al 27%); mientras el Gobierno, negándose a sí mismo y a base de
“decretazo”, recorta derechos a los de siempre, resulta que el Pleno del Senado
se entretiene en tomar en consideración una propuesta de reforma de su Reglamento
para convertirse en la primera cámara parlamentaria española que usará hasta
cinco idiomas: todas las lenguas oficiales según los distintos estatutos
(castellano, catalán, vasco, gallego y valenciano). Así, nos meten obscenamente
la mano en el bolsillo para seguir contentando al nacionalismo sostenedor.
La
propuesta, que ha partido de 34 senadores de mayoría nacionalista y que cuenta
con el apoyo del grupo mayoritario de la cámara, requiere para su implantación
un sistema de traducción simultánea que tendrá un costo inicial de entre uno y
dos millones de euros (calderilla, comparada con la multimillonaria deuda
acumulada de nuestra balanza de pagos, dirán todavía obscenamente) en el que
una serie de intérpretes -¡manda huevos!- traducirán al resto de lenguas en
tiempo real cada intervención en cualquier lengua distinta del castellano. O
sea, el propio Parlamento Europeo o la mismísima ONU trasladados a la Cámara
Alta en la que, curiosamente, nuestros senadores se toman el cafelito de turno
–y de gañote, dicho sea de paso- hablando como cotorras en castellano para,
entretiempos y si no les da por hacer novillos que esa es otra, colocarse el
“pinganillo” en las Comisiones o en el Pleno para ponerse al corriente
“oficialmente” de las ocurrencias que le quiere referir el “compi” con el que
hasta hacía un momento se entendía en la cafetería (y hasta en los mismos
escaños) a la perfección en una lengua común, la de todos, el castellano.
El
artículo 3 de nuestra Constitución es tajante y no admite dobles lecturas
cuando establece como única lengua española oficial del Estado al castellano,
estableciendo la obligación de conocerlo
y de usarlo a todos los españoles. Además, ordena que las demás lenguas
españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de
acuerdo con sus Estatutos.
¿Tan
difícil es de entender el mandato y el espíritu de nuestra Carta Magna? ¿Por
qué retorcer hasta la incompetencia lo que resulta tan meridianamente claro? ¿A
cuento de qué convertir, impúdicamente, en una Torre de Babel un lugar diseñado
para el encuentro y las políticas comunes que aglutinen a los heterogéneos
pueblos de España? ¿Para qué usar como arma arrojadiza nuestra lengua común, el
instrumento que nos une y nos aglutina como Estado, junto a sus elementos
esenciales, territorio, población, soberanía y gobierno?
Y, sobre todo, ¿por qué ahora, precisamente ahora, este despilfarro, fronterizo con la malversación, en momentos lacerantes de crisis, de caída libre del desempleo y de absoluta recesión de nuestra economía? ¡Ah, que es por eso… ustedes disculpen… ! O, mejor dicho, nada que disculpar: pónganse de una vez ante su propia responsabilidad, comiencen a llamar a los problemas por su nombre en pos de las soluciones y, sobretodo, comiencen a desconfiar, ya va siendo hora, de una sociedad hasta ahora narcotizada pero dispuesta a pedir responsabilidades tras alcanzar su oportuna y total rehabilitación.
Francisco Romero, presidente de la
Asociación El Tercer Lado.
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