miércoles, 17 de febrero de 2016

La importancia de los gestos



17/02/16. Mi colaboración de ayer en El Demócrata Liberal

 
“La pétrea soledad de la mano de Sánchez a la espera de la de Rajoy, quedará para siempre como el símbolo del final de un ciclo que comenzó hace 40 años y al que se le denominó Transición”

“... Casi nadie es conocedor de que el indisculpable gesto de Rajoy tuvo su lastimoso antecedente con motivo de un debate durante las pasadas elecciones municipales en el que la señora Carmena, altaneramente, permaneció de brazos cruzados ante la mano tendida de Esperanza Aguirre”

“Los mensajes no verbales expresan valores culturales, personales, emociones, sentimientos e, incluso, la calidad de las relaciones interpersonales y, en los referidos casos, ha quedado patente el profundo ego y la soberbia de ciertos líderes políticos”


Una imagen vale más que mil palabras; lo mismo podría decirse, no sin razón, de la catarata de comunicaciones implícitas y explícitas que un simple gesto puede llegar a generar.

La comunicación percibida a través de los sentidos, excepción hecha del oído, es conocida como comunicación no verbal, y es la constituida por cualquier tipo de conducta humana, consciente e inconsciente, que pueda ser interpretada como portadora de información.

La puesta en escena del distanciamiento entre los actuales líderes -aunque en franca regresión- de los dos grandes partidos políticos españoles, ha dado pie a múltiples conjeturas sobre la educación, el decoro, la honorabilidad, la dignidad o, incluso, la decencia de sus protagonistas.

La pétrea soledad de la mano de Sánchez a la espera de la de Rajoy, quedará para siempre como el símbolo del final de un ciclo que comenzó hace 40 años y al que se le denominó Transición, que ha dado lugar al periodo más fructífero de la reciente historia de España, y también del profundo desencuentro ante las formas de abordar el inmediato futuro, que van desde la grandeza del ofrecimiento de un perentorio entendimiento entre los adalides de principios trascendentales e innegociables al cicatero egoísmo del megalómano que ve pasar ante sus ojos el primer y único tren hacia la “gloria” en forma de fantasías delirantes de poder.

La desfachatez y el cinismo del abanderado socialista, pretendiente sui géneris al asiento monclovita, tras -en campaña- autotildar de fracaso su previsible derrota electoral, tuvieron su correlato con el grosero e insolente desplante a manos del presidente en funciones, para acabar convirtiéndose en fiel testimonio de lo que, sin que haya trascendido, ocurrió en ese encuentro de 20 minutos del viernes en los que resulta palmariamente imposible conversar de todo lo que dicen que hablaron y sí más que suficientes para ponerse mutuamente “como agua de dos lejías”, que fue lo que con toda seguridad sucedió.

Pero, al igual que ocurre con el lenguaje oral, la interpretación de los gestos dejan al descubierto las distintas acepciones que, desde el más rancio sectarismo, somos capaces de protagonizar tirando del diccionario de la comunicación no verbal: nadie recuerda o, lo que es peor, casi nadie es conocedor de que el indisculpable gesto de Rajoy tuvo su lastimoso antecedente con motivo de un debate durante las pasadas elecciones municipales en el que la señora Carmena, altaneramente, permaneció de brazos cruzados ante la mano tendida de Esperanza Aguirre, sin que la secta levantara la voz o, en todo caso, lo hiciera para aplaudir la fruslería de la exjuez podemita.


Escena que sirve para enlazar con otro gesto inhabitual: la dimisión por sorpresa de la presidenta de los populares madrileños tras los últimos casos de corrupción que acechan a su partido y pareciera que solo a su partido, mientras, en paralelo, otra serie de investigaciones judiciales y policiales que escudriñan al resto de formaciones, especialmente al PSOE, se mantienen en el más absoluto de los mutismos, que no en el anonimato.

Los mensajes no verbales expresan valores culturales, personales, emociones, sentimientos e, incluso, la calidad de las relaciones interpersonales y, en los referidos casos, ha quedado patente el profundo ego y la soberbia de ciertos líderes políticos.

Por lo demás, no puede obviarse que el contexto sociocultural interviene también de manera decisiva en la comunicación no verbal, haciendo que un mismo mensaje se exprese y se capte de forma diferente según la formación del interlocutor. Es por ello que su interpretación también depende del “dialecto cultural” en el que tenga lugar. Así, una vez lanzado el mensaje, llegada la hora de su valoración, toma especial importancia la distinta vara de medir de la ciudadanía con respecto a quien sea el autor del desplante: desde los imparciales que califican de igual manera gestos idénticos a los que, tirando de fanatismo, aseguran sin sonrojo la ruindad del rival cuando el oprobio afecta al suyo y jalean al propio cuando esparcen esa misma vileza hacia los demás.

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