Susana Díaz, flanqueada por
Diego Valderas y Rosa Aguilar tras la aprobación de la Ley. Foto de RAÚL DOBLADO. ABC
“Con la abstención acomplejada
de PP y Ciudadanos se pretende una memoria de la desmemoria, una venganza de la
historia, una reedición de una guerra infame”
“Mantener que los asesinados en la retaguardia republicana
ya fueron honrados y que ahora es el turno de los represaliados del franquismo,
es un mensaje sectario que perpetúa la división”
“Una tortilla de DeMemory
nos vendría bien a todos, pues trocear la historia es pervertirla”
Hace justo una
semana Las Cinco Llagas aprobaba la nueva Ley de Memoria Histórica y
Democrática de Andalucía, un texto con el que el PSOE, de la mano de Podemos e
Izquierda Unida, da un paso de tuerca más a la ley zapaterina superando
con creces sus expectativas y previendo sanciones de hasta 150.000 euros para
los que no transijan ni con la “verdad oficial” ni con alguna que otra verdad
a medias.
“¿Dijiste media
verdad?, dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad”. El aserto machadiano nos conduce a
asegurar que toda verdad debe ser como una moneda, con dos caras que se complementen
y, para apreciar su autenticidad, hay que fijarse detalladamente en las dos.
Los nazis, y especialmente Goebbels, emplearon conscientemente en su propaganda
tanto la mentira directa como la media verdad o la verdad fuera de contexto...
con los resultados por todos conocidos.
La nueva ley amplía
el horizonte temporal a revisar desde la Segunda República hasta 1982,
sugiriendo a las claras que la democracia no llegó hasta la primera victoria
electoral de Felipe González. A más, contempla la creación de una comisión
independiente para elaborar un informe sobre lo sucedido en la guerra, la
dictadura y los años posteriores en Andalucía y que será enviado -¡eufemismos
fuera!- a una “comisión de la verdad”.
Antes de su salto a Madrid, estapresidenta nos obsequia su particular legado con una norma que nos habla de buenos y malos, de democracia y dictadura, de víctimas y verdugos, poniendo en el lado de la excelencia a unos y en el del demérito a otros, desorientando, en definitiva, a todos sobre una contienda que tuvo múltiples responsables de colores bien distintos.
En 1977, con
ocasión de la Ley de Amnistía y a las puertas de la Constitución de la
Concordia, convertida en la más larga de nuestra historia, se comenzó a
mirar hacia adelante, se suturaron heridas tan sangrantes como vergonzosas y se
dio carpetazo al pasado porque -con ella- enterramos nuestros muertos y nuestros
rencores.
Con la abstención
acomplejada de PP y Ciudadanos se pretende, pues, una memoria de la desmemoria,
una venganza de la historia, una reedición de una guerra infame que nunca debió
comenzar, que lo hizo mucho antes de julio del 36, y que finalizó -o debió
haber finalizado- hace casi 80 años. Para ello impone en los planes de estudio
de ESO, Bachillerato y Educación Permanente de Adultos una asignatura sobre la represión
franquista; eso sí, cuidándose de ocultar los desmanes del terror
rojo que padecieron sus antagonistas. Los programas aún no habrán llegado a
las imprentas, por lo que, en honor a la Historia (con mayúsculas y sin
apellidos), sugiero algunos capítulos:
- Las Elecciones
Municipales de 1931 y su deriva; las Generales del 33 y los Golpes del 34 y del
36.
- La persecución
católica: quema de iglesias y ejecución de religiosos.
- Los desmanes del
franquismo y de la revolución roja.
- Desafueros en las
retaguardias: los juicios sumarísimos, las requisas, los paseos, las checas.
Estudio en detalle de la Brigada del Amanecer.
- La plaza de toros
de Badajoz y Paracuellos del Jarama.
- El saqueo del
banco de España a manos del PSOE de Negrín y Prieto con destino a Stalin.
- Fascismo y
comunismo: 80 y 100 millones de víctimas en nombre de ideologías perversas.
Todo el mundo tiene
claro a estas alturas que todo ser humano, héroe, villano, decente o
criminal, tiene derecho al duelo de los que le amaron y ese duelo exige la
presencia del cadáver para enterrarlo dignamente. Es, pues, una necesidad
antropológica que debe suponer el principal impulso de la mal llamada ley de
memoria histórica.
Nadie duda hoy que represiones hubo en las dos retaguardias y que en los dos bandos se practicó una enfurecida limpieza étnica.
Mantener que los
asesinados en la retaguardia republicana ya fueron honrados y que ahora es el
turno de los represaliados del franquismo, es un mensaje sectario que perpetúa
la división. Lo que procede es lo contrario: que todos los muertos sean de
todos. Los que cayeron por ser cura, militar o de derechas deben ser
reivindicados por la izquierda decente; los asesinados sin haber cometido
delito alguno, por ser sindicalista, comunista o de izquierdas, han de serlo
por la derecha decente.
Por último, a nadie
debe escapar que no todos los represaliados del franquismo que permanecen en
las cunetas son héroes de la democracia y de la libertad, igual que no todos
los asesinados en terreno republicano fueron mártires cristianos.
Dicen que las
vitaminas DeMemory contribuyen a aliviar la fatiga intelectual y a un
correcto funcionamiento cognitivo, estimulando las funciones normales del
cerebro y ayudando a mejorar la memoria. Una tortilla de tan sugerente fármaco
nos vendría bien a todos, pues trocear la historia es pervertirla, reconocer
los errores es conquistar cauces de encuentro, y divulgar los hechos -sin
fanatismos- es aparcar definitivamente enfrentamientos para que no se repita. A
todos nos incumbe semejante labor: por nuestros antepasados, que tanto
sufrieron; por las generaciones actuales y venideras, que no merecen semejantes
desatinos.
P.S.- Lamento defraudar: lo reseñado en negrita
resultan ser proclamas de Marcelino Camacho, en octubre de 1977, hablando en nombre
del Partido Comunista en las Cortes Generales y -más actuales- de Joaquín
Leguina, ex presidente de la Comunidad de Madrid por el Partido Socialista
Obrero Español.
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