Y no le falta razón. Un quasi
recién llegado, que a esta hora hace las maletas, un madrilista de
postín, como se dice por aquí, realiza un diagnóstico casi perfecto de la
situación actual del Sevilla. Su carta de despedida y sus intervenciones
radiofónicas a la hora del adiós muestran a un Míchel tal como es, sin
componendas ni dobles lecturas. De fuera ha de venir quien nos ha
facilitado el análisis de una realidad, bien conocida por todos, pero que
a la que nadie -él incluido- ha sido capaz de poner fin.
Se entiende clarito, habla en
primera persona:
"Hace
poco más de un año vine a Sevilla con la ilusión de un niño. Ahora que me
voy, veo toda esa ilusión multiplicada y convertida en sentimiento, ese
que nos llevamos todos los que tenemos la oportunidad de trabajar en este
Club y vivir en esta maravillosa ciudad.
Tras mi periodo como entrenador del SEVILLA FC no tengo más que palabras
de agradecimiento para todos aquéllos que han colaborado conmigo durante
este tiempo y algo más importante: a los que me han contagiado este
sentimiento de compromiso por este escudo.
Presidente, Consejeros, Dirección deportiva, mis jugadores y colaboradores
directos, empleados y aficionados de este Club… mi gratitud para todos.
Disfrutar de la pasión con la que vive esta afición, escuchar y sentir el
himno del Centenario y ser uno más de vosotros; no tiene precio. Somos un
Club grande y los que venimos de paso lo apreciamos, será imposible
olvidarlo. Por eso estaremos aquí para siempre.
Recibido el cariño y con el poso de amargura que dejan los resultados –los
únicos jueces válidos- mi pena se mezcla con la alegría por la experiencia
de haber compartido este tiempo con vosotros.
Por todo esto y por todo lo que me llevo conmigo para siempre.
Muchas gracias. ¡Vamos mi Sevilla, vamos
campeón!".
En la Ser y en la Cope, en la medianoche de
ayer, daba su versión sobre lo que le ha tocado vivir en el último año en
el Grande de Andalucía, mostrando su frustración por abandonar un club
como el nuestro, desbordando señorío en sus manifestaciones y
poniendo a algunos personajetes en su sitio, sin escurrir el
bulto, incluso sin faltarle razón cuando se permite tachar de cínico el
comportamiento de un sector de la afición que en nada está contribuyendo a
superar con éxito la actual travesía del desierto.
Se va Míchel (no es el único culpable) dejando
un poso de grandeza y cercanía que se agradece más viniendo de un "madrilista".
Llega Emery. ¡El Rey ha muerto, viva el Rey!
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