16/09/15. Mi colaboración de
ayer en El
Demócrata Liberal
El uso y, también,
el lamentable abuso de la imagen dramática del pequeño Alan varado en la arena
de la playa turca de Bodrum, ha propiciado durante las dos últimas semanas ríos
de tinta, millares de horas de audiovisuales y billones de gigabytes por parte
de comunicadores diversos y de gente del común que, con buena y mala fe, desde
el conocimiento o desde la ignorancia, se han pronunciado en relación con el
drama de los centenares de miles de refugiados y apátridas que han traspasado
ya las fronteras de la Unión Europea o continúan aún hoy a sus puertas.
“Lo sustancial es lo que se
percibe como verdad, no la verdad misma”
Afganistán, Irak y,
sobretodo, Siria son las canteras de donde ha partido esta marea humana
necesitada de protección y auxilio: hombres y mujeres, niños y ancianos -en
menor medida- que, en su desesperación, se han hermanado echándose a un monte
desconocido, abandonando sus exiguas o profusas pertenencias y que, con lo
puesto, se han plantado -ora caminando, ora navegando en barcazas
desvencijadas, también zozobrando, muchas veces agonizando- en las entrañas de
Europa. Por cierto, ninguno rumbo a la “libertad caribeña”, nadie llamando a
las puertas de países árabes, más cercanos y poderosos, ningún obcecado con
presumir de dacha en la estepa rusa, como mucho de paso por sus países
satélites pero siempre con la mirada y los selfies
puestos en el país de la “malvada” Merkel.
Imágenes de la
tragedia que, pese a la indignación y a la desesperación que rezuman, resultan
un canto -trágico pero loa al fin y al cabo- a la tradición judeo-cristiana que
el mundo occidental y, en particular la vieja Europa, representan. Lo
sustancial es lo que se percibe como verdad, no la verdad misma, y es el
momento cuando aparece una muchedumbre ansiosa de alcanzar lo que nosotros,
desde la opulencia, despreciamos o, al menos, no valoramos en su justa medida.
“No llegan a entenderse tantos
y tan costosos impedimentos en las vallas de Ceuta o Melilla al tiempo que se
abren de par en par Los Pirineos”
La cuestión siria,
como la afgana, la iraquí, la congoleña o la birmana, son claros ejemplos de lo
que la desidia del egoísta mundo actual es capaz de ocasionar y, en modo
alguno, mitigar. Como bien afirma Bente Scheller, de la Fundación Heinrich Boll
de Beirut, “en 2011, la comunidad internacional no tomó en serio la revolución
en Siria; se podrían haber salvado decenas de miles de vidas si se hubiera
actuado cuando se usaron armas químicas; sin embargo hoy Asad sigue
bombardeando indiscriminadamente, torturando hasta la muerte, cometiendo
crímenes de guerra”. Los mencionados antecedentes no son sino el botón de muestra
de avisperos que, tirando primero de ocupación y después de deserción y de
políticas de paz, irresponsablemente se dejaron ivernar para renacer con toda
su fiereza al tórrido sol de los combatientes islamistas y yihadistas que se
apresuraron a ocupar el espacio dejado por el ignominioso vacío de poder.
Fanáticos que en mayor o menor número, entre afirmaciones y desmentidos de
gobiernos y responsables de inteligencia, aprovechando la permeabilidad
fronteriza europea, pueden estar haciendo su incursión en el corazón de Europa
con el kalashnikov bajo la chilaba, junto
a los desplazados. Todo ello sin echar en saco roto las fuentes que aseguran
que solo un tercio de los deplazados son sirios, afganos o iraquíes, por lo que
no llegan a entenderse tantos y tan costosos impedimentos en las vallas de
Ceuta o Melilla al tiempo que se abren de par en par Los Pirineos.
La foto de Alan en
brazos de un policía turco no la han desaprovechado, tan habitual como
repugnantemente, los habituales ventajistas, a la cabeza los que debieran ser
más prudentes y reflexivos, o al menos de los que cabría esperarse un mayor
grado de sensatez y compromiso. A las primeras de cambio, desde su oxidado
bastión, anclado en la demagogia de la tupida moqueta, hizo su aparición el
portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso, Antonio Hernando,
para presentar una batería de medidas al Gobierno, al tiempo que “le pedía que
no fuera cicatero”, para responder con altura moral a la crisis humanitaria y
entre la que figuraba, desde su magnanimidad, “acoger
a los 4.000 refugiados” en los que cifraba sus inmensos anhelos de adhesión
a causa tan noble. Un día después el Gobierno hablaba de, al menos, 15.000
asilados -más de 17.000 son los datos de ayer mismo-, haciendo grotesco el
alarde de “esplendidez” de Ferraz.
Tampoco tardaron en
hacer su aparición los ayuntamientos al estilo “carcoki” (Luis Marín dixit), ofreciendo el oro y el moro (con
perdón) y exigiendo no poner puertas al campo de la solidaridad, al tiempo que
se mostraban dispuestos a acoger en sus ciudades a un número indeterminado de
personas, eso sí, implorando la acción del Gobierno en forma de millonarias
transferencias para colgarse del pescuezo las correspondientes medallas de la
filantropía y del buenismo.
Y al tiempo, el
resto, los “profetas del todo a cien”, nos hemos vuelto a retratar volcándonos
en la comodidad de predicar, con cargo a las cuentas públicas, un acogimiento
multitudinario -¡cuantos más, mejor!-, apoquinando, como mucho, un puñadito de
trigo en forma de míseras limosnas.
Mientras tanto, las
ONG, con Cáritas, Acnur y Cruz Roja a la cabeza, son las primeras que han
vuelto a disponer sus escasos medios para, sin alharacas, llevar a cabo la
primera toma de contacto con nuestros imprevistos visitantes que no son tales, pues
llegan con vocación de permanencia.
Desde nuestra
absoluta ceguera e hipocresía, como un Tomás del siglo XXI, nos convertimos en
creyentes absolutos gracias a la cruel realidad de una imagen, al tiempo que
continuamos mostrándonos incrédulos irredentos ante las noticias remotas (ojos
que no ven... ) que llegan de un Mare
Nostrum convertido en cementerio de anónimas legiones, ávidas de paz y de
libertad terrenales.
Aprovéchese el
momento para dar y recibir una lección colectiva y concluir de una vez con la
falacia de la gratuidad de servicios. Seamos conscientes de que es una
situación que nos toca resolver entre todos. No nos conformemos con acoger a
17.000, abramos nuestras fronteras. Hoy, impactados, si nos requiren, todos nos
mostraremos dispuestos a perder parte de nuestro bienestar en favor de nuestros
inminentes conciudadanos: no nos quejaremos si las Urgencias se ponen
imposibles (ahora sí, de verdad), aceptaremos si la Educación no puede ser cien
por cien universal (que nunca gratuita), consentiremos que sueldos y pensiones tengan
que congelarse o, incluso, minorarse.
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