25/03/15. Mi colaboración de
ayer en El
Demócrata Liberal
Andábamos por 1996 cuando Aznar ganó sus primeras elecciones
generales. Victoria tildada de amarga por Alfonso Guerra, otrora muñidor mayor
del reino, pero victoria al fin y al cabo que podría servir para calificar,
veinte años después, el resultado electoral de anteayer.
Es preciso recordar que, a finales de enero, Díaz anunciaba la convocatoria de
elecciones: “Necesitamos un Gobierno con estabilidad y ahora no lo hay... mi
Gobierno tiene ahora que dar respuesta a la gente y si no tiene la estabilidad
necesaria no lo hará”.
La recurrente palabreja se vuelve ahora como un bumerán al
observarse el nuevo mapa político nacido de las urnas. ¿Ahora sí tienes ya esa
estabilidad tan necesaria, miarma?
Parece claro que la desconsolada victoria de estapresidenta viene
propiciada por una derrota sin paliativos del PP-A (¡mal de muchos... !) ,
cuyos votantes -o al menos una significativa parte de ellos- han demostrado que
el asunto de la indignación es transversal, que la calle es de todos y ocupable
con el mismo derecho, que las paredes son de sus dueños y que por eso no se
pintarrajean, y que son capaces de otorgar y denegar la confianza a la vista de
planteamientos políticos erróneos, empecinados, tozudos u obstinados.
Mientras los socialistas obtienen los peores resultados de la
historia, extraviando casi 120.000 votos y cosechando los mismos escaños que en
2012, los populares -debacle absoluta- se dejan más de medio millón de
respaldos y, con ellos, 17 sillones en el antiguo Hospital las Cinco Llagas.
Los convocantesporandalucíaizquierdaunidalosverdes y demás yerbas, por
su parte, han visto volar 165.000 papeletas y siete escaños que lo llevan al
ostracismo cual peá de la vida.
A grandes rasgos, a los tres se le esfuman casi 800.000 votos
de los que se lleva la palma el PP-A con el 62,50 %. Sufragios que, sumados a
los 130.000 nuevos votantes, han recalado en Podemos (60,00 %) y Ciudadanos
(38,00 %), recogiendo Rosa Díez unas insulsas, fútiles y también inmerecidas,
migajillas.
Si no hay sorpresas, excluyendo a los populares por vergüenza
torera, junto a los anulados, desairados, humillados y degradados de Maíllo, y
los descartados (hasta ahora, que luego ya veremos si “podemos”) bolivarianos,
todo apunta a que son los ex votantes del PP los que han convertido a la
formación de Albert Rivera en el amo del calabozo del futuro del Régimen. En
sus manos está, bien su perpetuación, bien la implantación de las bases para su
desmantelamiento en virtud del artículo 118.3
del Estatuto de Autonomía para Andalucía que establece que, para ser elegido
presidente/a, el candidato deberá, en primera votación, obtener mayoría
absoluta y, de no obtenerla, se procederá a una nueva votación cuarenta y ocho
horas después de la anterior, y la confianza se entenderá otorgada si obtuviera
mayoría simple en la segunda o sucesivas votaciones.
Así que don Albert -complicada papeleta para estrenarse a nivel
extracatalán- tendrá que retratarse
en breve, propiciando la convocatoria de nuevas elecciones en el plazo de dos
meses, como parece el mandato de su electorado, o tragándose sus principios y
sus palabras de campaña, dando el beneplácito a la continuidad de más de lo
mismo.
La felonía aumentaría geométricamente si se tiene en cuenta que
los apoyos al Régimen decrecen y que “solo” un 35,43 % de los votantes (4
puntos menos que hace tres años y el 22,65 % del censo) han respaldado las
políticas socialistas de siete prolongados lustros: las de los recortes en la
administración general, sanidad y educación, las del fondo de reptiles y de los
ERE fraudulentos, las de la administración paralela, las del fraude en los
cursos de formación, las de los edus,
las de Invercaria, las de Matsa, las del Plan Bahía Competitiva, las de
Mercasevilla, las de Astapa, las de las academias de sus dirigentes, las de las
comisiones millonarias y contratos laborales recaídas en sus retoños, las de
directores generales sui generis de Empleo o de Seguridad y Salud Laboral, las
de las ayudas a sus amiguetes e incondicionales, las del nepotismo, las de las
vacas asadas en billetes de cien; las de las tarjetas platinum para fines “mundanos”, las del coche oficial para asuntos
personales…
En
definitiva, los ex votantes del PP-A, casi todos ellos hoy patrocinadores de
C's, con arrojo y en uso de sus legítimas decisiones, habrían hecho un pan como
unas tortas.
Pero seamos positivos. Con la proa enfilando los 40 años de
cesarismo, solo hay dos razones que nos ayudan a mantener la confianza.
Primera: se ha evidenciado que la indignación no es patrimonio de nadie, lo que
se manifiesta en la capacidad de los peones de ambos lados del tablero para
apostar por torres, alfiles y caballos ganadores, en detrimento de tarambanas
figuras acomodadas. Y segunda: que la “nueva casta” caribeña, aun obteniendo un
gran resultado, puede bastante menos de lo que la autopropaganda y La Secta
nos han vendido inmisericordemente.
Escasas razones ambas, pero de importante calado, que -no
sabemos por cuanto tiempo- servirán para mantenernos erre que erre en las
trincheras, eso sí, cada vez más exhaustos y faltos de provisiones.
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