23/03/16. Mi colaboración de
ayer en El
Demócrata Liberal
“Pareciera que todo el mundo
dé por bueno que desde tiempos inmemoriales se instalara en la terminal de la
N-IV el coto privado de un grupo de taxistas que impiden, desde la algarada, la
amenaza y, de cuando en vez, la violencia, que otros colegas le resten negocio,
siempre con la aquiescencia de las autoridades municipales”
¡A huevazo limpio! Esa
es la forma que históricamente revisten los incidentes de los monopolistas del
servicio de taxi en el aeropuerto de San Pablo y que han vuelto a hacer su
aparición en los últimos días, volviéndose a evidenciar que no son sino un
eslabón de la eterna concatenación de agresiones cómplices y consentidas por
quienes están obligados a impedirlo.
Los agredidos, como
siempre, resultan ser los taxistas ajenos a la famiglia, o sea a la asociación mayoritaria en el aeropuerto,
Solidaridad del Taxi, cuando aquellos, en uso de su derecho al trabajo,
pretenden utilizar la parada del aeródromo sevillano. Mientras unos sufren el
lanzamiento de huevos contra sus vehículos, otros sobrellevan como pueden los
siempre impunes pinchazos de ruedas. El motivo esgrimido, que no oculto, el de
siempre: impedir, porque “así lo deciden ellos”, el trabajo de taxistas ajenos
a esta mafia enrocada sin solución por los siglos de los siglos.
Las recientes acometidas enlazan con la ocurrida horas antes en la avenida de Kansas City, donde también fue apedreado, por seis personas encapuchadas, un autobús de Tussam de la línea del aeropuerto, con pasajeros a bordo. Como siempre y para desventura de la ley, el alcalde de turno, sin entrar en demasiadas valoraciones, ha vuelto a tachar de "puntual" el vandálico atentado.
Pareciera que todo
el mundo dé por bueno que desde tiempos inmemoriales se instalara en la
terminal de la N-IV el coto privado de un grupo de taxistas que impiden, desde
la algarada, la amenaza y, de cuando en vez, la violencia, que otros colegas le
resten negocio, siempre con la aquiescencia de las autoridades municipales que
-desde Uruñuela a Rojas Marcos, desde Del Valle a Monteseirín, pasando por
Becerril o Zoido y, por supuesto, ahora, con la intervención estelar de Espadas-
nunca han respaldado la acción de los agentes de la Policía Local para poner
fin a tamaño dislate en forma de delincuencia consentida.
Se cuenta que, con
ocasión de una de tantas como infructuosas adopciones de medidas por la
Delegación de Seguridad Ciudadana contra tales protodelincuentes, hizo su
aparición un alcalde -¡qué más da quién!- para rechazarlas de plano, al tiempo
que advertía: “¡ojito… que son padres de familia!”, como si el resto de
profesionales del servicio de auto taxi fueran solteros o carecieran de
descendencia y, lo que es peor, como si tales circunstancias pudieran ser
objeto de consideración.
El pasado Domingo
de Ramos volvió a ponernos por delante, dos milenios después, la inconsistencia
de un tal Pilato que, sabedor de la inocencia del acusado que le presentaban
los sumos sacerdotes, amparándose y sirviéndose de un pueblo vocinglero, no
dudó, tras tres intentos baldíos de hacer justicia, en hacer dejación de sus
funciones para poner en las manos de quiénes no tenían tal prerrogativa la vida
de aquel hombre que en esta santa semana recordamos.
En estos días,
Pilato no irá solo sobre “costales” por Luis Montoto o Torreblanca, ni entre
cornetas y “armaos”, por la Macarena. Como en el resto de jornadas del año,
miles, millones de hombres y mujeres que bien pudieran ser nombrados poncios de
hojalata, tirando de jofaina, y con suma ligereza, harán su particular estación
de penitencia desistiendo de sus obligaciones. Las violaciones,
quebrantamientos y sinrazones continuarán su camino triunfante, mientras, en
honor a su lastimosa procacidad, excusarán conciencias con un tan espurio como
lastimoso “es que… son padres de familia”.
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