miércoles, 6 de abril de 2016

Silencio maestrante y mutismo sangrante



06/04/16. Mi colaboración de ayer en El Demócrata Liberal

 
“No, no podrá decirse que los exaforados han colaborado con la Justicia. Todo lo contrario: se han negado a declarar”


Puntual a su cita, entre el Silencio de la Madrugá y el jolgorio de la Feria, vuelve en estos días el silencio maestrante a la orillita del Guadalquivir, la mejor forma que entienden los taurinos del coso sevillano para, tras saborear un primer lance prometedor, generar expectativas de faena grande que, en la mayoría de las ocasiones, solo queda en eso.

De la mano, también ha hecho su aparición otro silencio más mundano, si cabe también más astracanesco e insolente, el que han generado los paseíllos de los principales espadas del PSOE andaluz de los últimos años por las inmediaciones de El Prado de San Sebastián, concretamente por el despacho de Álvaro Martín, el juez que instruye la causa de los ERE tras el despiece -por no decir desguace- perpetrado por Bolaños. Silencio que más que prudencia o discreción, parece sigilo, disimulo e, incluso, ocultación.

Y no, no  es porque no hubiera gritos y abucheos, que los hubo, como los degradantes y abyectos escrachitos, condenables en todo caso, que recibieron Griñán y Chaves a las puertas de los juzgados. El ensordecedor ruido llega de la mano del insolente mutismo que ambos, junto a sus peones de brega, han mantenido ante las preguntas de la Fiscalía en presencia del instructor. Llegada la “hora de la verdad” han preferido “tomar el olivo” antes que cumplir con sus ya viejas proclamas de fervorosos deseos de comparecer ante la Justicia para contar todo cuanto sabían.


No, no podrá decirse que los exaforados han colaborado con la Justicia. Todo lo contrario: se han negado a declarar -al menos eso dicen- porque, como diputados o senadores, ya comparecieron hace casi un año, bien en el Tribunal Supremo, bien en el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA). Mientras el abogado de Griñán denuncia “presiones” de la Fiscalía, el de Zarrías se quejaba de una citación con una “clara intencionalidad política de dañar la imagen de su defendido cuando aparezca zarandeado en primera plana de todos los medios”. A resultas de los acontecimientos, parece claro que se pasó tres pueblos pues la comparecencia del eterno número dos del Régimen, al igual que las de la exconsejera de Hacienda, Carmen Martínez Aguayo y del exconsejero de Economía, Antonio Ávila, se saldaron, felizmente, sin incidentes ante la ausencia de esa especie de increpadores profesionales, o vengadores de hojalata a sueldo, que pululan a las puertas de las sedes judiciales.

El problema no es ya su repentina mudez -que están en su derecho- sino el alarde de irresponsabilidad política en su activa oposición a que ni siquiera las preguntas de la Fiscalía aparecieran en las actas de las comparecencias. Gracias a que el juez se negó hemos podido saber que los dos últimos no respondieron a preguntas concretas acerca de su conocimiento sobre los informes de la Intervención del Control Financiero Permanente de las cuentas, o lo relacionado con las transferencias de financiación que permitieron la partida 31L, conocida como fondo de reptiles, o con los motivos por los que desapareció del orden del día de los “viceconsejillos” el análisis de las ayudas concedidas a diversas empresas, o, en fin, sobre por qué, tras el previo reparo del órgano fiscalizador, se encargó un informe jurídico (ad hoc) para conceder una ayuda a una empresa concreta, Sandetel.


El silencio vergonzoso que se ha enseñoreado entre las dos grandes fiestas de la primavera sevillana [excepción hecha de las finales sevillistas] sobre hechos conocidos por todos ellos es solo el adelanto del paripé judicial que arrumbará en la “tinaja de las aceitunas” el ímprobo sacrificio de Mercedes Alaya, y que dejará para el recuerdo la imagen de su sustituta, ocupando el palco presidencial, al ladito de la Puerta del Príncipe, tirando de pañuelo verde en su denodado afán por “devolver a los corrales” el astifino y corniveleto “mihura de 850 kilos”, tras la espantá protagonizada por las más importantes figuras de la tauropolítica andaluza junto a sus cuadrillas.

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