Anteayer los hijos de Sevilla, hasta 7.000, salimos a pasear de nuevo por el
viejo continente, para encontrarnos en él, como desde hace tantos siglos, a
los ingleses con intereses contrapuestos y triplicándonos en número, pues
pasaban de 20.000 sin ser tantos como en un principio se anunciaron.
Los
fieles de Nervión, creyentes inquebrantables en la divisa de nuestro equipo:
"dicen que nunca se rinde"; no fuimos presa del desaliento cuando los hijos
de la Gran Bretaña se pusieron por delante en el marcador, redoblamos en
ímpetu: allí nadie se sentaba, arrancaban los ánimos desde cada una de las
gradas siendo secundadas por las demás conscientes de nuestra inferioridad
numérica.
Desconozco si logramos paliar esa diferencia, pero de allí salimos no solo
roncos, sino -por encima de todo- orgullosos de nuestro club, sabedores de
ser embajadores de una eterna Sevilla por el mundo, de una Sevilla que
lucha, que no se conforma, que afronta los duelos con la altivez del
desheredado, del tanta veces despreciado más sabiendo que la historia está
por escribir.
Eso
somos, quienes retamos al grande y al poderoso sin más armas que el pecho
descubierto para que, como suele ocurrir, nos los hundan. No desfallecemos,
alguna vez aunque estos ojos no lo vean, pondremos a la ciudad de nuestros
sueños en el techo del mundo.
Crucé Francia de oeste a este de madrugada en ruta hacia París. No hubo
lugar de parada fuera gasolinera, restaurante, distintas dependencias
aeroportuarias donde no nos reconocieran como sevillistas y no aludieran al
valor, coraje y honor de nuestro equipo.
Son
nuestros poderes, son nuestro valores.
...
"La Giralda presume orgullosa de ver al Sevilla en el Sánchez-Pizjuán...".
No hay comentarios:
Publicar un comentario