27/11/15. Mi colaboración de
ayer en El
Demócrata Liberal
Dicen los de La
Marea que 2.000 personas han firmado ya el manifiesto “contra el terrorismo,
contra la islamofobia y contra sus guerras”, entre otros los ediles de
capitales de provincia Colau, Ferreiro y “Kichi”, el televisivo El Gran Wyoming
y los actores Alberto San Juan y Pilar Bardem.
Si esta media
docena de “intelectuales” constituye la guardia de corps de los dos millares de
“apoyadores”, no quiero ni pensar en el nivelito de los 1.994 restantes.
Otra vez más, con
unas elecciones a la vuelta, la “cultura” (así se autoproclaman, sin
sonrojarse) se pone a la cabeza de la manifestación contra una guerra -¡qué más
quisieran!- que ni siquiera ha sido sugerida, al menos por el Gobierno Español.
No obstante, ellos (y ellas), conscientes (y conscientas) del difama o maldice que algo queda, se muestran
prestos y dispuestas a clamar en la calle y en los medios de comunicación -su
deseado altavoz- con la esperanza, más que de mostrar su repulsa contra la
guerra, de mediatizar el voto del próximo 20 de diciembre. Nada nuevo que no
haya sucedido.
Mañana, sábado,
están llamados los buenos de corazón a la Plaza Reina Sofía de Madrid, para
oponerse a las intervenciones militares occidentales en Oriente Medio pero
también “para impedir que se recorten libertades con la excusa de aumentar la
seguridad contra posibles atentados, que forma parte de la política del miedo”.
Miren que ha habido
conflictos en los últimos lustros, desde la Primera Guerra de Irak, la buena,
la fetén, la de los soldados de reemplazo a cañonazo limpio, a la Segunda, la
de los malvados, la de un ejército profesional de médicos y enfermeros a bordo
de un barco hospital para prestar ayuda humanitaria; por cierto, tras dar el
gobierno de Aznar por finalizado el servicio militar obligatorio.
Y olvidando -¿por
qué?-, impunemente: Afganistán, Libia, Siria, Gaza, Ucrania, Sudán del Sur,
Yemen, Pakistán, República Centroafricana, Mali, Somalia, El Congo, Nigeria…
Dolores,
padecimientos y miseria que estos conflictos no han provocado, al menos de
forma pública, el más mínimo dolor, en esta pandilla de titiriteros y
mercachifles.
Aunque, pensándolo
bien, y dada su intrascendencia, mejor que estén ahí, en la calle, alzando la
voz por una causa justa, sin bien es verdad que entre otras decenas silenciadas
sin saberse bien porqué. Al menos, mientras tanto no nos roban, como es el caso
de Bardem, el productor cinematográfico que, anteayer mismo, sentencia
mediante, ha sido condenado en firme por el Juzgado de Instrucción número 40 de
Madrid, al haberse probado que, como presuntamente otros 32 productores,
distribuidores y exhibidores españoles (con perdón) que están siendo investigados,
ha falsificado documentos públicos y privados para apropiarse del dinero de
todos, en forma de subvenciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario