“Según los socialistas
andaluces, los oprobiosos datos en materia de educación son culpa del franquismo,
de la LOMCE, de la mala suerte en la elección de los centros auditados y del
escaso rigor científico del informe”
“¿Cuándo, en Andalucía, vamos
a ponernos las pilas, a trabajar de una puñetera vez, a alejarnos de estériles
gimoteos de eternos perdedores, a dejar de echar las culpas a los demás, a
tomar responsabilidades serias…?”
Los
resultados de la última Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA 2015), conocida la pasada semana, mejoran
ligeramente la situación de la educación en España, colocándonos en la media de
la OCDE y al nivel de Francia, Estados Unidos, Suecia, Dinamarca o Reino Unido.
Lo que en principio, aunque insuficiente, es una grata noticia, se convierte en
desazón cuando se comprueba que los datos todavía serían mejores si no fuera
por... ¡Correcto, por Andalucía! Y es que para vergüenza propia y ajena,
nuestra comunidad se sitúa en el último lugar en España en ciencias, con
473 puntos, y en el penúltimo en lectura (466) y matemáticas (479).
Convertido
en viral el vídeo montaje en el que Susana Díaz fijaba la antigüedad de la
sanidad andaluza en 76 millones de años, comenzamos a echar en falta el que
corrobore que el fracaso de la educación en Andalucía es achacable
-naturalmente- al franquismo, como asegura el secretario de Redes Sociales de la Ejecutiva Provincial
del PSOE de Huelva, un tal Ángel Romero que ya ha hecho méritos sobrados para
convertir en 110 las 109 plazas de asesores que rodean a estapresidenta y que Antonio Barreda nos descubrió ayer en este
diario.
El
muchacho merece el carguito ya. No en balde, el análisis del inminente
asesor de San Telmo no difiere mucho del inicialmente realizado por la
mismísima Consejera de Educación,
que justificó los malos resultados por la tasa de analfabetismo que sufría
Andalucía en la Transición. Tal afirmación queda derogada por sí sola si lo que
pretende es hacernos tragar que tal problema era solo andaluz y explícitamente desvirtuada
por la propia OCDE que asegura en su informe: “Desde 1940 aumentó la educación primaria -medida en años- seguramente porque la escolarización fue
generalizándose. Y a partir de 1970 despegó la secundaria: pasó de casi nada a
superar los cuatro años de media por adulto”. Naturalmente que las tasas de
alfabetización de los cuarenta solo caben ser adjetivadas como indignas,
lo que no es óbice para que el oprobio se agigante y el calificativo se agote
en sí mismo cuando se comparan con las de los años veinte o las de principios
del siglo pasado.
No conforme con encontrar en “el de
siempre” las causas de las enésimas calabazas que nos procura el
Informe PISA, el Gobierno andaluz, en lugar de coger de una vez el toro por los
cuernos, practica su deporte habitual -huir de la autocrítica- y para
ello nada mejor que utilizar hasta otros tres argumentos tan distintos y
distantes como su ausencia de vergüenza: desde achacar el fracaso “a los
efectos nocivos de la LOMCE” -que, por cierto, no estaba en vigor para los
adolescentes que realizaron la prueba-, a atribuirlo al “bajo nivel
socio-económico de los 54 centros andaluces que se sometieron a la prueba”
-elegidos por la OCDE aleatoriamente- o, por último y para colmo de males,
reprobar directamente el propio informe “por carecer de rigor científico”,
suscitando de paso un desconcertante ataque al organismo internacional y
sembrando sospechas sobre su ensayo estrella en educación.En resumen: Según los socialistas andaluces, los oprobiosos datos en materia de educación son culpa del franquismo, de la LOMCE, de la mala suerte en la elección de los centros auditados y del escaso rigor científico del informe.
¿Cuándo, en Andalucía, vamos a ponernos las pilas, a trabajar de una puñetera vez, a alejarnos de estériles gimoteos de eternos perdedores, a dejar de echar las culpas a los demás, a tomar responsabilidades serias…? Valga como ejemplo una nación del entorno como Portugal, que partía aún de peor posición y que viene mejorando sensiblemente sus datos oleada tras oleada. ¿Por qué ellos sí y nosotros no? Nuestros “responsables” políticos lo tienen claro: resulta más fácil y convincente para el público en general y el votante en particular seguir cantando con Gabinete Caligari...“la culpa fue del cha cha cha”.
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