30/12/15. Mi colaboración de
ayer en El
Demócrata Liberal
“Si no gano las elecciones, para mí será un fracaso”
“A nadie debería escapar que
la ciudadanía ha exigido alianzas. Si alguien se aparta del rumbo marcado por
los soberanos dejará claro que su único afán es la inestabilidad”
“¡Mira que si Marín, el del
flequillo inquietante, recibe una llamada de Barcelona para que dirija sus
pasos a la calle San Fernando en busca de un “arreglillo”…!”
Que las elecciones
del pasado día 20 han traído un nuevo escenario político a España, no escapa a
nadie; que, con la legítima excepción de los abstencionistas, la decisión del
pueblo soberano quedó expresada en las urnas, tampoco. Cosa bien distinta es la
interpretación, el análisis que cada cual hace del resultado electoral. Y en
esas estamos.
Desde el partido
ganador, como ha venido siendo tradición, se alega el triunfo como principal
baza para conformar gobierno. Ciudadanos, como cuarta fuerza política en su
primera aparición en la Carrera de San Jerónimo, sostiene los mismos
postulados. Esta opción encarna al 31 % de los votantes, idéntico porcentaje al
que obtienen los medallas de plata y bronce, PSOE y Podemos -si bien con
planteamientos y posturas alejadas, antagónicas, irreconciliables, tanto en
campaña electoral como después de las elecciones-, que difícilmente pueden
adquirir un compromiso serio, fiable y cumplible.
O eso al menos
parecía hasta que Pdr Snchz “olió sangre”, relegó su “si no gano las elecciones, para mí será un fracaso”
y, como a un “ZP de la vida”, se le erizaron los pelos cuando en su cabeza
resonaron las palabras que el leonés dirigió a su esposa, ya en el lecho, en su
primera noche monclovita: “¿te das cuenta, Sonsoles, que ‘cualquiera’
puede ser presidente del gobierno?”.
Ambos bloques
conforman solo dos patas de una mesa que precisa de una tercera para que,
siquiera inestablemente, pueda permanecer un tiempo prudencial en equilibrio. El
primero ve con buenos ojos un gran pacto de legislatura “a la alemana” (PP-PSOE
con la inclusión de Ciudadanos), a base de cesiones mutuas y acuerdos en lo
principal, lo que consolidaría el escenario para los próximos cuatro años y con
él la recuperación económica y el empleo. Sin embargo, esta opción, que pudiera
concebirse como el asentamiento definitivo de la democracia, desde ayer, ya
puede descartarse. En la España del XXI, otra vez frentista, más próxima a la
idea de vencer que a la de convencer, sigue sin entenderse ese ruin “cordón
sanitario” que -alejándose de los hieráticos compromisos del 78- el PSOE actual,
rehén de discursos zapaterinos, sigue
tejiendo, anteponiendo de nuevo los intereses particulares a los generales de
España e, incluso, a los europeos e internacionales que continúan mirando
nuestras decisiones con el lógico desasosiego.
Está claro que los
españoles han votado cambio. Si no fuera así, hoy los 186 escaños populares de
la pasada legislatura no se hubieran reducido a 123, ni los 110 del PSOE a 89,
ni hubiesen irrumpido con fuerza 109 representantes de nuevos partidos. Cosa
bien distinta es desentrañar qué cambio es el propuesto por los electores: ¿de
partidos, de políticas, de pactos…?
Parece evidente que
de lo primero no: el anunciado fin del bipartidismo (60,5 % de escaños) habrá que
dejarlo para mejor ocasión y todo apunta a que las nuevas políticas llegarán de
la mano de los ineludibles acuerdos, o no llegarán nunca.
A nadie debería
escapar que la ciudadanía ha exigido alianzas: “¡pacten, interaccionen, negocien,
acuerden políticas de consolidación, de consenso en materia de independencia
judicial, de libertad y mejora de la Educación, de medidas anticrisis y
sociales; mejoren propuestas, aparten diferencias, salven la situación de
inestabilidad, piensen en los ciudadanos, olvídense de intereses particulares,
practiquen el arte de la Gran Política, la que resuelve los problemas de los
ciudadanos, releguen la demagogia que solo sirve para acrecentarlos…!”. Si alguien
se aparta del rumbo marcado por los soberanos dejará claro que su único afán es
la inestabilidad.
Ciudadanos ha sido
el primero en captar el mensaje, también el Partido Popular que ya lo intentó,
incluso, en las pasadas Municipales, cuando pretendió entregar, sin exigir nada
a cambio y sin éxito, el bastón de mando de Madrid al candidato socialista. El
gran problema del PSOE actual radica en su insistencia en volver la vista
atrás, como ha tenido ocasión de señalar sin nombrarlo el Jefe del Estado en su
sonado mensaje de Navidad, y como partido histórico en sus distintos y
contrarios pregones según el momento o el lugar: de “OTAN de entrada no”, a
proatlantista; de combatiente extremo de ETA, incluso desde las alcantarillas,
al Faisán de la vergüenza; de nacionalista en Cataluña y Valencia, a
españolista en Andalucía, Extremadura o Castilla La Mancha; de socialdemócrata
en campaña, a bolchevique a la hora de los pactos; de antichavista en boca de sus dirigentes históricos, a probolivariano
si hiciera falta… Todo por el poder.
Ayer se reunían los
barones y varonas en Ferraz. Como
fondo la política de pactos y en las esquinas opuestas del ring: a un lado, la
grandeza de miras, el orgullo de partido centenario, las mentes preclaras y el
enorgullecimiento de la socialdemocracia europea; y al otro, la mezquindad, el desesperado
intento por enterrar definitivamente el partido del linotipista, las mentes
ignotas y las serias advertencias, si no amenazas, de los socios europeos. El
resultado - todo, indefectiblemente, puede pasar en esa casa- parecía incierto
para quienes deliraban con un entendimiento, hasta que, definitivamente, los
primeros, bravucones en las previas del combate, se taparon pronto los flancos y
bajaron antes la guardia, lo que aprovecharon los segundos para ganar una pelea
a los puntos sin muchos apuros, la verdad sea dicha.
La decisión final
de estos exégetas de la señorita Pepis (que interpretan sin rubor la decisión
de las urnas para pactar con Ciudadanos en Andalucía y con totalitarios y
excluyentes en media docena de comunidades, amén de ayuntamientos) conllevará,
para bien o para mal, una revisión de las alianzas a nivel autonómico y
municipal y, con toda seguridad, a nuevas elecciones generales en breve.
Al menos los votantes
ya saben a qué atenerse desde el silencio contemplativo de los llamados a la
responsabilidad: a un PSOE alejado de la socialdemocracia preponderante en
Europa y muy cercano a la ideología totalitaria y excluyente que representan
los apóstoles del chavismo y sus acreditadas
consecuencias.
¡Mira que si Marín,
el del flequillo inquietante, recibe una llamada de Barcelona para que dirija
sus pasos a la calle San Fernando en busca de un “arreglillo”…!
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