23/12/15. Mi colaboración de
ayer en El
Demócrata Liberal
“Hay quienes, habiendo
contribuido al exterminio del sistema, están ya echándolo en falta”
“Aquel providencial acuerdo
del 78 se percibe ya como ese mediocampista oscuro, tosco y sin relumbrón al
que se echa más en falta cuando no está en el césped que cuando es alineado”
“Más atractivo resultaría un
acomodo a la modernidad de la división territorial alejada de los designios
decimonónicos de Javier de Burgos y de la esquizofrenia autonómica
uniprovincial, que la modificación de la propia ley electoral”
La jornada de
reflexión de ayer, mejor dicho, de elucubración postelectoral, nos deja tantas
interpretaciones como mentes febriles ocupadas y preocupadas por el futuro de
España o de Ex-paña, lo mismo da que da lo mismo.
Primero, un somero repaso a las inobjetables cifras:
Con las
connotaciones que más adelante expondré, casi un 27 por ciento de ciudadanos
con derecho a voto han permanecido en sus casas, haciendo caso omiso a los “cantos
de sirena” de las formaciones políticas y autoproclamándose como los auténticos
vencedores de las elecciones. A no mucha distancia, 21 de cada 100 componentes
del censo (3 de cada 10 votantes) han optado por el PP, y 16, 15 y 10 de cada
100 censados han preferido, respectivamente, a PSOE, Podemos y Ciudadanos.
A nivel nacional, y
sin despreciar la mayoría absoluta popular en el Senado que deja sin opciones
los cambios constitucionales que vienen pregonándose, se produce un tan diáfano
como insuficiente triunfo del PP, venciendo en 38 de las 52 circunscripciones y
alcanzando 7.215.530 adhesiones, seguido del PSOE que, con los peores
resultados de su historia, es el más votado en seis provincias, obteniendo
5.530.693 votos. Los populares en el gobierno (rebajando de 186 a 123 el número
de escaños) han extraviado casi el 34 % de asientos en el Congreso y más del 35
% de los apoyos, mientras los socialistas de la oposición (de 110 a 90 actas)
pierden más del 18 % de los escaños y casi el 24 % de los apoyos.
En lo que a
Andalucía respecta, triunfo pírrico del PSOE, donde gana en cinco de las ocho
provincias obteniendo 1.400.399
adhesiones, seguido del PP, que se sitúa como partido más votado en
Almería, Granada y Málaga, obteniendo 1.292.652
votos. Los socialistas (que ven rebajados sus actas de 25 a 22) pierden
más del 12 % de los escaños y casi el 14 % de los apoyos, y los populares (de
33 a 21) se desfondan al dejarse en el camino el mismo porcentaje de actas que
de votos (el 36 %). Aparecen por vez primera, a nivel regional, Podemos con 10
diputados, merced a sus 749.081 electores (16,86 % de los votos), y Ciudadanos,
con 8 representantes gracias a sus 611.772 votantes (13,77 % de apoyos).
Y ya por mirarnos
el ombligo no pasa desapercibida la nueva victoria del PP en la capital
andaluza, con tres puntos de ventaja sobre el PSOE, volviendo a destacarse
(goleadas aparte de Los Remedios, Casco Antiguo y Nervión, y más ajustadas de
Sur y San Pablo – Santa Justa) el barrio de estapresidenta,
donde sus vecinos por cada voto que le han otorgado a la trianera, han asignado
el doble a los populares.
Ahora llega el momento del análisis y de la -libre- opinión, que,
con mayor fortuna o menor acierto, todos nos apresuramos a proclamar sobre esta
minilegislatura en ciernes y ante
cuya posibilidad surgen, en principio y a borbotones, dos palabras: ingobernabilidad
y caos, cualidades negativas ambas que hacen vislumbrar a los grandes gurús de
la información, como mucho, un gobierno en minoría y elecciones a la vuelta de
la esquina.
La carencia de grandeza
y la ausencia de miras -con tan legítimas como desiguales responsabilidades de
los dos partidos llamados a dar estabilidad a este denostado sistema- dibujan
tan ensombrecido panorama que hay quienes, habiendo contribuido a su
exterminio, están ya echándolo en falta. Ahora, en apenas horas veinticuatro,
una importante mayoría ha descubierto que el vituperado “contubernio” de la
Transición no era, ni con mucho, el padre de todos sus achaques. Extrapolando
al fútbol, aquel providencial acuerdo del 78 se percibe ya como ese
mediocampista oscuro, tosco y sin relumbrón al que se echa más en falta cuando
no está en el césped que cuando es alineado.
Y para muestra, ahí
tenemos recuperándose a nuestra antigua parienta, esa prima de riesgo que ayer
mismo ya expresó sus primeros temores con un encarecimiento del 14 %, sin echar
en saco roto la caída bursátil de más de tres puntos, ambas patentizando como
los inversores deshacen posiciones y se alejan de las temibles incertidumbres,
las mismas que, así lo hemos querido, se han asentado en nuestro inmediato
porvenir.
Frente a los
abstencionistas convencidos se posicionan los que entienden irresponsable su
actitud; frente a los que pretenden adueñarse de la totalidad de la abstención,
haciendo suyas todas las causas (incluidas las originadas por los óbitos), se
manifiestan con éxito los responsables de dos nuevas formaciones que de la nada
se han situado en tercera y cuarta posición del hemiciclo de la Carrera de San
Jerónimo y han demostrado que, leyes electorales aparte, quien convence, puede
llegar a vencer.
Pareciera que hay
algo que no cuadra en un sistema electoral donde el ganador se asoma con cara
de desenterrado y el subcampeón aparece con rostro del museo de cera, mientras
el tercero de la lista, epítome de cuatro agrupaciones electorales o más, se
muestra radiante, desmaquillándose de todos los barnices, como un MacArthur
redivivo, exhibiendo y exigiendo en la misma noche electoral todo el
maximalismo de un programa escondido durante la campaña.
Sin embargo, más
atractivo resultaría, seguramente, un acomodo a la modernidad de la división territorial
alejada de los designios decimonónicos de Javier de Burgos y de la esquizofrenia
autonómica uniprovincial, que la modificación de la propia ley. En definitiva, territorios
acordes a la población que homogenicen población con extensión y, de paso,
reduzcan administraciones.
¿Y ahora qué? El
mapa tras el 20D dibuja una España dividida justamente por la mitad (PP + C’s =
PSOE + Podemos), con un centro derecha reformista donde los populares, aún
repartiendo la tarta de resultados de hace cuatro años, siguen siendo
hegemónicos, una izquierda también partida en dos y un PSOE, a su vez
fragmentado, donde los actuales dirigentes, dispuestos a acabar con el partido embarcándolo
rumbo a Caracas, tienen difícil conseguirlo ante los que pretenden su gran
renovación.
Todo apunta, pese a
los desmentidos en campaña de Pdr Snchz (“Ni
con Bildu, ni con el PP” – “Para mí es un fracaso quedar segundo”), a un
gran pacto de legislatura de los grandes partidos, con la excepción deliberada
de Podemos, encabezados no se sabe aún por quienes y obligados por las
instituciones y los socialdemócratas europeos, por Felipe González y por los
barones socialistas, o, como mal menor, a un gobierno en minoría que abocaría a
nuevas y no deseables elecciones en un plazo muy breve.
El otro escenario,
el grecoluso, no se vislumbra… de momento.
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