13/01/16. Mi colaboración de
ayer en El
Demócrata Liberal
“Aborrecemos a los Reyes Magos
y lo que representan, un evento casposo e inverosímil”
“Nosotros sí que traemos
regalos para todos, no como los Borbones que quieren quedárselo todo ellos”
“Disfruten de comuniones
laicas, de bautizos civiles o de cabalgatas heterogéneas y de orgullos
diversos, con toda su parafernalia”
Justo una semana
atrás la fantasía volvía a darse cita en las calles de la inmensa mayoría de
ciudades y pueblos españoles. Los niños, los adultos y los muy mayores, dejando
translucir su candorosa sonrisa y su asombro contenido, absortos siempre, han
vuelto un año más a darse cita con la ilusión de una tradición centenaria que,
como tal, forma parte de nosotros.
Si las costumbres
ancestrales se impusieron en la mayoría de los desfiles, son las excepciones
las que han hecho correr ríos de tinta y las que han ocupado la primera plana
de los informativos, no por su vacuidad y sosería, que también, sino especialmente
por su sectarismo y por esa añeja apariencia de una frivolidad que lo que
buscaba no era innovación en sí misma, sino volver a hacer gala del frentismo, de la intolerancia y del más
rancio fanatismo.
La cabalgata
madrileña, mejor dicho, de Ágata Ruiz de la Prada, es sin duda la que más
pasiones ha levantado. David Fernández, un actor que participó en el desfile,
no ha tenido inconveniente en reconocer lo obvio: “Aborrecemos a los Reyes Magos
y lo que representan, un evento casposo e inverosímil”, eso sí, sin poner
inconveniente alguno a embolsarse su estipendio por participar en la misma,
abusando, cuando no ayudando, a malversar el erario que dicen preservar y dejando
en evidencia a los cientos de voluntarios que prestan sus servicios
desinteresadamente en esta clase de manifestaciones.
En Barcelona,
Melchor mostró mayor interés por la política partidista tan en boga que por los
principales protagonistas de la fiesta, los niños: “Nosotros sí que traemos
regalos para todos, no como los Borbones que quieren quedárselo todo ellos”,
sin acordarse en momento alguno -escasa la memoria de su majestad oriental- del
capo Pujol, ni de su plebe, ni del Palau, ni de Pallerols, ni del “tres per
cent”, ni de Banca Catalana, ni de las ITV… por supuesto obviando también, en
homenaje a su secta, los casos Pretoria, Mercurio, Trebal o Mollet.
Ello sin echar en
saco roto la patochada republicana celebrada dos días antes en Valencia de la
mano de Libertad, Igualdad y Fraternidad, los tres esperpentos que se
adelantaron a los Magos de Oriente, recuperada 79 años después por una sociedad
coral de la capital levantina y agasajada en el balcón del ayuntamiento
-subvencionada también en breve, según se ha anunciado- por el alcalde
valenciano.
Hasta la
tradicional Cabalgata de Sevilla se ha visto envuelta en la polémica, aunque
por un motivo más doméstico y consecuencia habitual de esa intrínseca dualidad
de la capital de Andalucía que jibariza históricamente su desarrollo y su apuesta
por el futuro: resulta que los figurantes de la carroza del rey Baltasar,
encarnado en la persona del presidente del Sevilla FC, se adornaron con
bufandas del club, lo que ha obligado a pedir disculpas a José Castro, torpeza
mayúscula al no haber interiorizado, al modo de los políticos actuales, que no ocupó
el trono del rey negro por su trayectoria profesional, ni por sus méritos
personales, que sin duda serán significativos, sino por ostentar, precisamente,
el cargo de máximo mandatario del tetracampeón europeo, o, lo que es lo mismo,
del club más grande del Sur de España. ¿Bufandas o fulares de Victorio y
Lucchino serían los apropiados?
El problema, una
vez más, aflora en toda su extensión cuando se mezclan churras con merinas. No
todo vale cuando el fin último pretendido ha de buscarse siempre en el respeto
mutuo.
Dejen en paz
nuestras costumbres, dejen disfrutar a los más pequeños y a los que ya no lo
son, respeten las tradiciones de católicos, protestantes, budistas, musulmanes
o mediopensionistas. Disfruten, eso sí en fechas alternativas, por aquello de
los espacios vitales, de comuniones laicas, de bautizos civiles o de cabalgatas
heterogéneas y de orgullos diversos, con toda su parafernalia. ¿Tan difícil es?
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