20/01/16. Mi colaboración de
ayer en El
Demócrata Liberal
“Quienes así actúan, sean
profesores universitarios o sin oficio conocido, demuestran su inmadurez
cultural, su analfabetismo constitucional y, por ende, político”
“Acatar la Constitución en su
plenitud conlleva lógicamente el sometimiento al título X, pues para casi todo
el mundo es cierto que el todo contiene a la parte”
“La reforma constitucional
federal con la que Pdr Snchz quiere atraer a los nacionalistas continuará
siendo el sueño de un iluminado con menos fondo que las latas de anchoas con
las que anteayer le obsequiaba el presidente cántabro”
El show en el que
los independentistas y antisistemas han convertido las cámaras do mora la
soberanía popular sin que se derive consecuencia alguna, ha desembocado en un
esperpento que solo puede ocurrir en este “bendito” país.
De telonera, la
Carme del Parlament (que no la de Merimée), cercana al clímax, si no en el
punto de no retorno, interrogó al que instantes después sería proclamado Molt Honorable President de la Generalitat
de Catalunya: “¿Promete cumplir lealmente las obligaciones del cargo de
presidente de la Generalidad con fidelidad a la voluntad del pueblo de Cataluña
representado por el Parlamento?”. A su interlocutor solo le cupo el honor de
responder con un monosílabo, naturalmente en sentido afirmativo y, naturalmente
también, en la lengua del lugar.
No contentos con
ello, y en su eterno afán de superación, los titiriteros en Cortes, amén (con
perdón) de buscar retorcidas fórmulas de compromiso, se permitieron utilizar
melodramática y lacrimógenamente -porque ellos sí que pueden- al bebé de la
talludita mamá Bescansa al estilo -no encuentro diferencias- de las señoras
que, en una esquina de cualquier ciudad de España, pide limosna portando en
brazos a un menor. En definitiva, convirtiendo el consabido e indeterminado
“dame argo” en el más determinante y absolutamente determinado “dame tu voto, miarma”.
Cada uno de los
representantes de la nueva casta prometió “acatar la Constitución y trabajar
para cambiarla”, seguido de apostillas de cosecha propia tales como “nunca más
un país sin su gente y sin sus pueblos”, resaltando la del alambicado Errejón,
que se quedó tan pancho tras su parrafada: “por la soberanía del pueblo, por
una España nueva, per la fraternitat
entre els pobres; porque fueron somos, porque somos serán”.
Soflamas de todos
los colores que tuvo su contrapartida en el Senado donde cargos electos del
Partido Popular cayeron en la trampa de revestir con prendas inadecuadas la
fórmula legal: “sin imperativo de ningún tipo, con convicción personal, para
defender la Constitución de los que la utilizan”, afirmó Pedro José Pérez, o el
juramento “como catalán y orgulloso español” del líder del PP en Cataluña,
García Albiol.
Quienes así actúan,
sean profesores universitarios o sin oficio conocido, demuestran su inmadurez
cultural, su analfabetismo constitucional y, por ende, político. Su ignorancia
queda reflejada en el uso de la redundancia al margen del recurso literario:
los cuatro últimos artículos de nuestra Constitución dejan meridianamente claro
las mayorías y procedimientos necesarios para su reforma y ahí están para su
correcto uso. Acatarla en su plenitud conlleva lógicamente el sometimiento al
título X, pues para casi todo el mundo es cierto que el todo contiene a la
parte.
Una cosa es la
parafernalia de la política y otra bien distinta son “las cosas de comer”, ésas
con las que -tenemos claro- no se juega. Seguro estoy, por ejemplo, que en los
expedientes administrativos de nuestros (ex) compañeros y ahora diputados,
Sergio Pascual y Auxiliadora Honorato, tras la toma de posesión como
funcionarios de carrera, no consta añadido alguno a su rubricada promesa de
guardar y hacer guardar la Constitución; seguro estoy, reitero, que no se
permitieron licencia alguna y que ni aún hoy se la permitirían.
Son los artículos
108.8 de la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General,
y 1 del Real Decreto 707/1979, de 5 de abril, los que establecen los
requisitos, contenidos, modos y fórmulas de juramento o promesa de acatamiento
a la Constitución.
El Tribunal
Constitucional ha señalado (STC 119/1990) que “para tener por cumplido el
requisito legal de prestación de juramento o promesa de acatamiento a la
Constitución no bastaría solo con emplear la fórmula ritual, sino emplearla,
además, sin acompañarla de cláusulas o expresiones que de una u otra forma,
vacíen, limiten o condicionen su sentido propio, sea cual fuese la
justificación invocada para ello”.
En este sentido, el
Alto Tribunal ha destacado que “tal doctrina no permite colegir cualquier
añadido, quedando taxativamente prohibidos aquellos que desnaturalicen o vacíen
de contenido el acatamiento, mediante fórmulas que supongan un fraude de ley o
priven de sentido al propio acatamiento”. Sin embargo, “la fórmula de juramento
o promesa no es incompatible con adiciones que no supongan su incumplimiento”.
Por ello, la STC 119/1990 ha distinguido que añadidos del tipo “por imperativo
legal” denotan simplemente, “que el acatamiento no es una decisión espontánea
sino simple voluntad de cumplir un requisito que la ley impone para obtener un
resultado querido que es alcanzar un cargo”.
La solución a la
cuestión solo puede llegar de la mano de una reforma legal que establezca una
fórmula definitiva para adquirir la condición de servidor público perseguida,
de tal manera que, hasta que no se consume, el nombramiento no generará efectos
legales. Así no será suficiente con formar parte de unas listas, ni siquiera
con el apoyo del electorado, si no va inmediatamente seguido del acatamiento de
la Constitución y del resto de normas que, para más inri, son las que le
permiten optar al cargo. En caso contrario, la opción decaería en favor del
siguiente miembro de la lista.
Claro que tenemos
un gran problema: la LOREG, como ley orgánica, igual que ocurre con la
cacareada derogación de la LOMCE, solo puede ser modificada por unas mayorías
que ningún grupo posee en el Congreso de los Diputados. Actualmente, solo con
el acuerdo de los dos grandes partidos, al parecer imposible, o de uno ellos
con las otras dos alternativas, puede iniciarse un procedimiento en ese
sentido. Por el mismo motivo, lo otro, lo de la reforma constitucional federal
con la que Pdr Snchz quiere atraer a los nacionalistas continuará siendo el
sueño de un iluminado con menos fondo que las latas de anchoas con las que
anteayer le obsequiaba el presidente cántabro.
Eso sí, todos, los
de la casta los primeros, le echaron mano al maletín de piel, algunos
intentando ocultarlo sin éxito bajo el abrigo, mientras anunciaban mochilas
tras las próximas elecciones. Y casi todos recurrieron a la guardería de la
cámara, a excepción de la potentada señora Bescansa que prefirió el arrope de
la “chacha” en los momentos en que la mamá se disponía al “sacrificio” por la hente. Igualico, igualico al que se
sometían los comunistas de los 70, descendientes en su mayoría de los jerarcas
del régimen -como bien sabemos los de pueblo- y que, “sorpresivamente”, han
acabado heredando la fortuna de sus progenitores huyendo de aquellos
pensamientos “malsanos” de la juventud.
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