martes, 29 de octubre de 2024

Errejón, ¡vete al carajo, tío!

 

28/10/24. Mi colaboración de ayer en Sevillainfo

 

“A riesgo de zozobrar en las aguas del ciclón tropical “hermana, yo sí te creo” y del Me Too a la española, que han venido a confluir  para adoctrinarnos sobre lo que toda persona sensata sabe desde que tiene uso de razón (que una relación consentida puede dejar de serlo en un instante sin necesidad de más explicaciones), y teniendo absolutamente claro que quien la haga debe pagar, llaman la atención algunos comportamientos…”


Si crueles son las guerras que los defensores de la ideología comunista o bolchevique, valga la redundancia, acostumbran a desatar a todos los niveles -nacional, regional, continental o global-, infinitamente brutales e inhumanos resultan los modos de resolver sus cuitas internas.

La foto de cabecera muestra “el piolet” -el arma con la que Ramón Mercader asesinó a Trotsky, líder revolucionario ruso, que se exhibe en el Museo del Espionaje de Washington y convertido en el más conocido instrumento para “dar arreglo” a desavenencias políticas- junto a la periodista feminista Cristina Fallarás, el arma con la que Sánchez ha fulminado políticamente a Errejón.

La historia se repite: la periodista, a sueldo de las televisiones progres, que en julio de 2018 fue propuesta como consejera de RTVE a instancias de Podemos y que en las elecciones municipales de 2019 se anunció como la persona que cerraría simbólicamente la lista de Barcelona en Común, encabezada por Ada Colau (adéu, per cert), ha sido la que, al más puro estilo bolchevique, ha liquidado al pequeño Íñigo. El pasado martes dio pábulo en su cuenta de Instagram a una serie de mensajes de diversas mujeres que, desde el anonimato, acusaban, sin dar su nombre, al ya expolítico de una serie de prácticas contrarias a la libertad sexual y que en absoluto coincidían con las de su “manoseado y pringado discurso”. Sus lamentos o acusaciones, que no denuncias, pueden aún leerse aquí.

Conociendo los bueyes con los que aramos, siempre hay que hacerse la misma pregunta: esta noticia, ¿a quién beneficia?, ¿a cuento de qué sale ahora si los más cercanos dicen conocerla desde hace, al menos, un año largo?, ¿es la última estratagema de un presidente del gobierno rodeado por la corrupción? No me cabe la menor duda y, para ello, qué mejor que, como de costumbre, echar a pelear a los comunistas... Pero, como estas conjeturas dan para una novela, centrémonos en el hecho en sí y sus múltiples derivadas:

El asunto ha tenido mayor repercusión por la denuncia de una, dicen, actriz -perdonen mi ignorancia- de nombre Elisa y de apellido Mouliaá, a raíz de la cual las fuerzas y cuerpos de seguridad manejan al menos tres delitos de índole sexual imputables al sujeto, el de acoso entre ellos. Estos son, resumidos, los hechos y emociones que la propia artista ha dado a conocer ante la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer de la Policía Nacional y que hemos conocido, casi, y digo de nuevo casi, en su totalidad:

Coincidió con él en 2021 tras haberse conocido por las redes sociales. Errejón invitó a la artista a la presentación de un libro; después ella le invitó a una fiesta que organizaba una amiga: “ya en el coche cambió su actitud a dominante” y le indicó que iba a “imponerle tres reglas” para esa noche: que no se alejara de él, que, al menos, no lo hiciera más de 20 metros y que le diese un beso. Ante ello, prosigue Mouliaá, se sintió “violentada” y “cortada”, aunque “guardó silencio” por ser “quien era”. Ya, al llegar al lugar de la fiesta, en el ascensor “me agarró fuertemente de la cintura y me comenzó a besar [dispensen los detalles; si requieren información más explícita ahí siguen teniendo los informativos de todas las televisiones, públicas y privadas] dejándome sin respiración y de una forma violenta”, por lo que se sintió muy “intimidada”.

Ya en la fiesta, “bailamos, bebimos y charlamos con los asistentes”. En un momento “me agarró fuertemente del brazo y me llevó por la fuerza hasta una habitación, cerró la puerta con pestillo, comenzó a besarme y a tocarme entre frases lascivas…”. Todos estos hechos -dice- ocurrieron sin su consentimiento, incluidos otros actos que por su obscenidad, como ya dije, me niego a reproducir. Entonces, se sintió “paralizada” y quería salir de esa habitación pero el expodemita le impuso a la sazón otra condición: “puedes salir si en veinte minutos nos vamos a mi casa”, a lo que ella accedió “para que todo lo que estaba sucediendo terminase cuanto antes”. Poco después el gerifalte le apremiaba: “Vamos, date prisa, que el coche lleva cinco minutos esperando”.

Continúa la actriz: “Ya en el coche, mi padre me llamó para decirme que mi hija, entonces de un año de edad, tenía 40 de fiebre, lo que me preocupó mucho”, mientras el dirigente “mantenía una actitud fría e impasible”, sin interesarse por la pequeña. (Esta parte de la denuncia apenas ha merecido el interés de los medios).

Ya en casa de Errejón,  “sin mediar palabra, comenzó nuevamente a besarme y a realizar tocamientos…” (de nuevo remito a los medios citados). Ella le dice que se siente “muy incómoda”, y le reitera que seguía muy preocupada por su hija, hasta que finalmente estalló: “¡Solo sí es sí, parece mentira que me esté pasando esto contigo!” y una última frase de despedida “demoledora” a la que me referiré más adelante: “¿no sabes lo que es la seducción, los tiempos y la escucha?”. Respuesta de Íñigo: “muchas gracias, lo ocurrido me va a servir para futuros encuentros”… lo que a ella le provocó “sorpresa, repulsión y decepción”.

A riesgo de zozobrar en las aguas del ciclón tropical “hermana, yo sí te creo” y del Me Too a la española, que han venido a confluir  para adoctrinarnos sobre lo que toda persona sensata sabe desde que tiene uso de razón (que una relación consentida puede dejar de serlo en un instante sin necesidad de más explicaciones), y teniendo absolutamente claro que quien la haga debe pagar, llaman la atención algunos comportamientos que, desde mi óptica ya rancia, resultan incomprensibles y podría presentarme, lo que faltaba, como el “abogado del diablo”, con lo fácil que me resultaría empuñar el piolet (en sentido figurado) y subirme a la ola de ¡muerte a Echenique! que ahora campa por España:

 

Primero y particularmente, en el caso de la actriz: si he entendido bien la denuncia, esta señora, tras la presentación de un libro, se va con el “escritor” de copas, después acuden a una fiesta y ya en el ascensor recibe un primer acoso violento. No aprovecha la estancia con sus amigos para escabullirse, lo que da pie al “literato” para arrastrarla hasta una habitación en la que vuelve a ser sujeto pasivo de agresiones aún más vehementes. De nuevo, sin decir ni pío a un conocido o a una amiga sobre la situación, consiente salir en coche hacia el picadero (2ª acepción del Diccionario de la Lengua Española de la RAE) del agresor. Durante el recorrido le avisan que su hija, de un año, está con 40 de fiebre y ni ello le sirve para dar por zanjada la cuestión, solo lamenta que al acosador “no le importa el estado de mi hija”, mientras ella, su propia madre y se entiende que mujer empoderada, de 35 años, parece no reparar en lo impropio de su proceder, dejando pasar de nuevo la ocasión de exigir a su acompañante e incluso al conductor que le llevaran a su casa ipso facto. En una familia medianamente estructurada, está claro que, además de ella, si se confirman en sede judicial los términos de la denuncia, aquel día hubo otra víctima y más inocente aún: una niña de, entonces, un año. Y para terminar… por fin en el hogar del denunciado… nuevos abusos y más de lo mismo... Así, hasta cuatro ocasiones desperdiciadas para decirle: “Errejón, ¡vete al carajo, tío!”.

 

Segundo y en relación con el resto de casos: algunas de las mujeres que ahora apuntan a Errejón se expresan en parecidos términos a la actriz; ninguna ha mencionado la palabra agresión, ni la existencia de pagos, ni siquiera “en especies”, todas manifiestan que se quedaron “paralizadas”, que no eran dueñas de sus actos en esos momentos y parecen actuar como personas privadas de voluntad, sin que por el momento se haya determinado, ni haya trascendido, la presencia en las relaciones de elemento químico-farmacológico alguno con ese propósito.

Una de ellas, que llevaba un año chateando con él, reconoce no haber sido agredida ni humillada, pero se siente defraudada y le acusa de haberse “portado mal” con ella tras finalizar su relación telemática. Aparte de las aídas oportunistas de turno, otros testimonios que han tenido menos presencia en los medios, apuntan a que, tras “estar” con él, después dejaba de llamarles o que, sencillamente les dejaba de hablar, lo que les sirve para tacharlo de ser despreciable como si el personaje, ya de por sí, no lo fuera antes de conocerse estos acontecimientos.

Subyace en todo esto la erótica del poder, a la que ya tuve ocasión de referirme en alguna otra ocasión. Hablan los psicólogos de su doble vertiente: por un lado, la atracción y excitación que sienten los poderosos al ejercerla y, por otro, la que siente el resto de mortales hacia aquellos, a los que ven -por lo que son o representan- como objeto de deseo. Tan es así que el propio Henry Kissinger, individuo a simple vista absolutamente anodino, salvo mejor criterio del prójimo, reconocía que "el poder es el último afrodisíaco".

Para ello, retomo la frase con la que se despidió la actriz, antes de salir de casa de Errejón: “¿no sabes lo que es la seducción, los tiempos y la escucha?” Esas tres palabras encierran los sentimientos de una mujer despechada que no recibió el trato por ella querido o deseado, que solo obtuvo, al contrario, desencanto, prisas, ingratitud, y desprecio, como ella misma reconoció implícitamente anteayer en la red social “X” a un neandertal como yo: “Yo estaba ilusionada con Iñigo, le tenía en un pedestal, pensé que podía ser una historia de amor preciosa, pero en lugar de encontrarme con algo romántico me encontré con una persona que lo único que quería era tocar mi cuerpo y…”.

 

Tercero y en relación con las reacciones y consecuencias: Una vez más se evidencian las diferencias entre predicar y dar trigo.

La secretaria de Comunicación de Sumar, Elizabeth Duval, afirma no haber tenido constancia de estos comportamientos que calificó, la Justicia dirá si adecuadamente o no, como “moralmente reprobables”.

¿Dónde están las mujeres y los movimientos feministas? Las calles se llenaron de indignación con la Manada de Pamplona y se vaciaron tras el piquito de Rubiales, a la espera de otro incauto alejado de la progresía, o de otro progre al que decapitar, o de otro escándalo que tapar.

La propia carta de despedida de Errejón deja entrever un problema grave de salud mental que parece evidenciarse cuando culpa de su actuación al heteropatriarcado, a la educación, al neoliberalismo… a todo y a todos menos a él.

En definitiva, esta gente se ve ahora arrollada por su cinismo y por su hipocresía, por su tren-bala de vida neoliberal mientras promocionaban como lo auténtico el tren de la bruja de La Habana, el mismo convoy que atropelló a Iglesias cuando se compró el casoplón lejos de Vallecas, de un modo absolutamente contrario a su ideario: “con mi dinero”.

Para terminar, al abogado de Ábalos se lo han puesto a huevo: basta denunciar a Jesica por maltrato psicológico,  a la que pagaba sus servicios no voluntariamente y a lo que solo accedió porque no era dueño de su voluntad… y porque se quedaba paralizado.


Corolario final: ¿Sabe usted quién es Pedro Sánchez y a qué se dedica? Pues eso.


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