28/10/24. Mi colaboración de
ayer en Sevillainfo
“A
riesgo de zozobrar en las aguas del ciclón tropical “hermana, yo sí te creo” y
del Me Too a la española, que han venido a confluir para adoctrinarnos sobre lo que toda persona
sensata sabe desde que tiene uso de razón (que una relación consentida puede
dejar de serlo en un instante sin necesidad de más explicaciones), y teniendo
absolutamente claro que quien la haga debe pagar, llaman la atención algunos
comportamientos…”
Si
crueles son las guerras que los defensores de la ideología comunista o
bolchevique, valga la redundancia, acostumbran a desatar a todos los niveles -nacional,
regional, continental o global-, infinitamente brutales e inhumanos resultan
los modos de resolver sus cuitas internas.
La
foto de cabecera muestra “el piolet” -el arma con la que Ramón Mercader asesinó
a Trotsky, líder revolucionario ruso, que se exhibe en el Museo del Espionaje
de Washington y convertido en el más conocido instrumento para “dar arreglo” a desavenencias
políticas- junto a la periodista feminista Cristina Fallarás, el arma con la
que Sánchez ha fulminado políticamente a Errejón.
La
historia se repite: la periodista, a sueldo de las televisiones progres, que en
julio de 2018 fue propuesta como consejera de RTVE a instancias
de Podemos
y que en las elecciones municipales de 2019 se anunció como la persona que
cerraría simbólicamente la lista de Barcelona en Común, encabezada por Ada Colau
(adéu, per cert), ha sido la que, al
más puro estilo bolchevique, ha liquidado al pequeño Íñigo. El pasado martes
dio pábulo en su cuenta de Instagram a una serie de
mensajes de diversas mujeres que, desde el anonimato, acusaban, sin dar su nombre,
al ya expolítico de una serie de prácticas contrarias a la libertad sexual y que
en absoluto coincidían con las de su “manoseado y pringado discurso”. Sus
lamentos o acusaciones, que no denuncias, pueden aún leerse aquí.
Conociendo
los bueyes con los que aramos, siempre hay que hacerse la misma pregunta: esta
noticia, ¿a quién beneficia?, ¿a cuento de qué sale ahora si los más cercanos
dicen conocerla desde hace, al menos, un año largo?, ¿es la última estratagema
de un presidente del gobierno rodeado por la corrupción? No me cabe la menor
duda y, para ello, qué mejor que, como de costumbre, echar a pelear a los
comunistas... Pero, como estas conjeturas dan para una novela, centrémonos en
el hecho en sí y sus múltiples derivadas:
El
asunto ha tenido mayor repercusión por la denuncia de una, dicen, actriz -perdonen
mi ignorancia- de nombre Elisa y de apellido Mouliaá, a raíz de la cual las
fuerzas y cuerpos de seguridad manejan al menos tres delitos de índole sexual
imputables al sujeto, el de acoso entre ellos. Estos son, resumidos, los hechos
y emociones que la propia artista ha dado a conocer ante la Unidad de Atención
a la Familia y la Mujer de la Policía Nacional y que hemos conocido, casi, y
digo de nuevo casi, en su totalidad:
Coincidió
con él en 2021 tras haberse conocido por las redes sociales. Errejón invitó a
la artista a la presentación de un libro; después ella le invitó a una fiesta
que organizaba una amiga: “ya en el coche cambió su actitud a dominante” y le
indicó que iba a “imponerle tres reglas” para esa noche: que no se alejara de
él, que, al menos, no lo hiciera más de 20 metros y que le diese un beso. Ante
ello, prosigue Mouliaá, se sintió “violentada” y “cortada”, aunque “guardó
silencio” por ser “quien era”. Ya, al llegar al lugar de la fiesta, en el
ascensor “me agarró fuertemente de la cintura y me comenzó a besar [dispensen
los detalles; si requieren información más explícita ahí siguen teniendo los
informativos de todas las televisiones, públicas y privadas] dejándome sin
respiración y de una forma violenta”, por lo que se sintió muy “intimidada”.
Ya
en la fiesta, “bailamos, bebimos y charlamos con los asistentes”. En un
momento “me agarró fuertemente del brazo y me llevó por la fuerza hasta
una habitación, cerró la puerta con pestillo, comenzó a besarme y a tocarme
entre frases lascivas…”. Todos estos hechos -dice- ocurrieron sin su
consentimiento, incluidos otros actos que por su obscenidad, como ya dije, me
niego a reproducir. Entonces, se sintió “paralizada” y quería salir de esa
habitación pero el expodemita le impuso
a la sazón otra condición: “puedes salir si en veinte minutos nos vamos a mi
casa”, a lo que ella accedió “para que todo lo que estaba sucediendo
terminase cuanto antes”. Poco después el gerifalte le apremiaba: “Vamos, date
prisa, que el coche lleva cinco minutos esperando”.
Continúa
la actriz: “Ya en el coche, mi padre me llamó para decirme que mi hija,
entonces de un año de edad, tenía 40 de fiebre, lo que me preocupó mucho”, mientras
el dirigente “mantenía una actitud fría e impasible”, sin interesarse por la
pequeña. (Esta parte de la denuncia
apenas ha merecido el interés de los medios).
Ya
en casa de Errejón, “sin mediar palabra, comenzó nuevamente a besarme y a
realizar tocamientos…” (de nuevo remito a los medios citados). Ella le dice que
se siente “muy incómoda”, y le reitera que seguía muy preocupada por su hija,
hasta que finalmente estalló: “¡Solo sí es sí, parece mentira que me esté
pasando esto contigo!” y una última
frase de despedida “demoledora” a la que me referiré más adelante: “¿no sabes
lo que es la seducción, los tiempos y la escucha?”. Respuesta de Íñigo:
“muchas gracias, lo ocurrido me va a servir para futuros encuentros”… lo que a
ella le provocó “sorpresa, repulsión y decepción”.
A riesgo de
zozobrar en las aguas del ciclón tropical “hermana, yo sí te creo” y del Me Too a la española, que han venido a
confluir para adoctrinarnos sobre lo que
toda persona sensata sabe desde que tiene uso de razón (que una relación
consentida puede dejar de serlo en un instante sin necesidad de más explicaciones),
y teniendo absolutamente claro que quien la haga debe pagar, llaman la atención algunos comportamientos que,
desde mi óptica ya rancia, resultan incomprensibles y podría presentarme, lo
que faltaba, como el “abogado del diablo”, con lo fácil que me resultaría
empuñar el piolet (en sentido figurado) y subirme a la ola de ¡muerte a
Echenique! que ahora campa por España:
Primero y
particularmente, en el caso de la actriz: si he entendido bien la denuncia, esta señora, tras
la presentación de un libro, se va con el “escritor” de copas, después acuden a
una fiesta y ya en el ascensor recibe un primer acoso violento. No aprovecha la
estancia con sus amigos para escabullirse, lo que da pie al “literato” para
arrastrarla hasta una habitación en la que vuelve a ser sujeto pasivo de
agresiones aún más vehementes. De nuevo, sin decir ni pío a un conocido o a una
amiga sobre la situación, consiente salir en coche hacia el picadero (2ª
acepción del Diccionario de la Lengua Española de la RAE) del agresor. Durante
el recorrido le avisan que su hija, de un año, está con 40 de fiebre y ni ello
le sirve para dar por zanjada la cuestión, solo lamenta que al acosador “no le
importa el estado de mi hija”, mientras ella, su propia madre y se entiende que
mujer empoderada, de 35 años, parece
no reparar en lo impropio de su proceder, dejando pasar de nuevo la ocasión de
exigir a su acompañante e incluso al conductor que le llevaran a su casa ipso
facto. En una familia medianamente estructurada, está claro que, además de ella,
si se confirman en sede judicial los términos de la denuncia, aquel día hubo
otra víctima y más inocente aún: una niña de, entonces, un año. Y para terminar…
por fin en el hogar del denunciado… nuevos abusos y más de lo mismo... Así,
hasta cuatro ocasiones desperdiciadas para decirle: “Errejón, ¡vete al carajo, tío!”.
Segundo y en
relación con el resto de casos:
algunas de las mujeres que ahora apuntan a Errejón se
expresan en parecidos términos a la actriz; ninguna ha mencionado la palabra
agresión, ni la existencia de pagos, ni siquiera “en especies”, todas
manifiestan que se quedaron “paralizadas”, que no eran dueñas de sus actos en
esos momentos y parecen actuar como personas privadas de voluntad, sin que por
el momento se haya determinado, ni haya trascendido, la presencia en las
relaciones de elemento químico-farmacológico alguno con ese propósito.
Una
de ellas, que llevaba un año chateando con él, reconoce no haber sido agredida
ni humillada, pero se siente defraudada y le acusa de haberse “portado mal” con
ella tras finalizar su relación telemática. Aparte de las aídas oportunistas de turno, otros testimonios que han tenido menos
presencia en los medios, apuntan a que, tras “estar” con él, después dejaba de
llamarles o que, sencillamente les dejaba de hablar, lo que les sirve para
tacharlo de ser despreciable como si el personaje, ya de por sí, no lo fuera antes
de conocerse estos acontecimientos.
Subyace
en todo esto la erótica del poder, a la que ya tuve ocasión de referirme en
alguna otra ocasión. Hablan los psicólogos de su doble vertiente: por un
lado, la atracción y excitación que sienten los poderosos al ejercerla y, por
otro, la que siente el resto de mortales hacia aquellos, a los que ven -por lo
que son o representan- como objeto de deseo. Tan es así que el propio Henry
Kissinger, individuo a simple vista absolutamente anodino, salvo mejor criterio
del prójimo, reconocía que "el poder es el último afrodisíaco".
Para
ello, retomo la frase con la que se despidió la actriz, antes de salir de casa
de Errejón: “¿no sabes lo que es la
seducción, los tiempos y la escucha?” Esas tres palabras encierran los
sentimientos de una mujer despechada que no recibió el trato por ella querido o
deseado, que solo obtuvo, al contrario, desencanto, prisas, ingratitud, y
desprecio, como ella misma reconoció implícitamente anteayer en la red social
“X” a un neandertal como yo: “Yo estaba ilusionada con Iñigo, le tenía en un
pedestal, pensé que podía ser una historia de amor preciosa, pero en lugar de
encontrarme con algo romántico me encontré con una persona que lo único que
quería era tocar mi cuerpo y…”.
Tercero y en
relación con las reacciones y consecuencias: Una vez más se evidencian las diferencias entre
predicar y dar trigo.
La
secretaria de Comunicación de Sumar, Elizabeth Duval, afirma no haber tenido
constancia de estos comportamientos que calificó, la Justicia dirá si
adecuadamente o no, como “moralmente reprobables”.
¿Dónde
están las mujeres y los movimientos feministas? Las calles se llenaron de
indignación con la Manada de Pamplona
y se vaciaron tras el piquito de Rubiales,
a la espera de otro incauto alejado de la progresía, o de otro progre al que
decapitar, o de otro escándalo que tapar.
La
propia carta de despedida de Errejón deja entrever un problema grave de salud
mental que parece evidenciarse cuando culpa de su actuación al
heteropatriarcado, a la educación, al neoliberalismo… a todo y a todos menos a
él.
En
definitiva, esta gente se ve ahora arrollada por su cinismo y por su
hipocresía, por su tren-bala de vida neoliberal mientras promocionaban como lo
auténtico el tren de la bruja de La Habana, el mismo convoy que atropelló a
Iglesias cuando se compró el casoplón lejos de Vallecas, de un modo
absolutamente contrario a su ideario: “con mi dinero”.
Para
terminar, al abogado de Ábalos se lo han puesto a huevo: basta denunciar a
Jesica por maltrato psicológico, a la
que pagaba sus servicios no voluntariamente y a lo que solo accedió porque no
era dueño de su voluntad… y porque se quedaba paralizado.
Corolario final: ¿Sabe usted quién es Pedro
Sánchez y a qué se dedica? Pues eso.
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