Como he venido diciendo, siete años apartado de las RRSS, han corrido casi en paralelo con un lustro de colaboraciones muy esporádicas en otros medios y espacios tales como Letra Cursiva, El Tercer Lado, esRadio o Columnas Blancas, y que continúo actualizando en este retomado blog. Algunas, insisto, parecerán nostálgicas, otras se antojarán imposibles a la luz de los acontecimientos vividos en España y, especialmente, en Andalucía en los últimos cinco años… Ya, si hablamos de fútbol y en concreto del Sevilla FC, la situación no es la misma de entonces, no… de ninguna manera. Conformémonos ahora (ya no estamos para batallitas) con el tan socorrido y en absoluto exigente “que nos quiten lo bailao…”.
Finalizo
hoy esta serie de colaboraciones prestadas en Columnas Blancas, diario
sevillista donde en apenas tres meses, entre septiembre de 2019 y enero de
2020, escribí sobre asuntos relacionados con el Sevilla FC.
Un total de cinco artículos que se cierra con “Monchi y el don de la
oportunidad”, publicado el 11 de noviembre de 2019, cuando mi opinión sobre el
de La Isla era manifiestamente mejorable (5 de 5)
La vuelta a casa de Ramón
Rodríguez Verdejo (sinónimo de plata) es un éxito del presidente y de su
consejo de administración con el que vuelve a disfrutar el sevillismo en pleno.
Un logro que, con ser sustancial, resulta incomparable con el futuro inmediato
que ya se nos vislumbra.
Somos legión los que, como
el de San Fernando, creemos “de forma radical,
extrema y ultra en este Sevilla Fútbol Club que se está cociendo, en este
proyecto que se está dibujando”. Sabemos que “somos el más grande de Andalucía desde hace 130 años y que lo
seguiremos siendo en los próximos 200” y que “somos la marca que mejor ha vendido la marca de esta ciudad… porque así
nos parió nuestra madre, exigentes y conformistas”.
No tanto por una cuestión de
juicio como de edad, he aprendido a analizar los discursos en general no sobre
lo que me dicen sino sobre el trasfondo, sobre lo que me quieren decir. Y, a mí
me lo parece, con esa prédica de final de año en Los Lebreros que puso a gran
parte de los accionistas presentes en pie, tres lustros después del alegato de
Del Nido en Madeira, el Sevilla se ha dejado algún mechón de pelos en la gatera
de esa imagen ambiciosa de constante progresión.
Harían bien Monchi y el Sevilla, desde el silencio absoluto y máximo respeto, en excluir cualquier referencia, aún de forma tácita, al club menor de la ciudad, prolongando la senda de aquel septiembre de 2004 que tan majestuosos resultados ha procurado. Haría, igualmente, bien nuestro director general deportivo en no dejar traslucir la más mínima duda sobre si se aprovecha, o no, su fama y su bien ganada reputación como escudo de otras cuestiones deficientemente explicadas por parte de los dirigentes; en definitiva, haría bien en seguir desempeñando su rol como él solo sabe y en alejarse de la delgada línea que separa la oportunidad del oportunismo.
Lo obvio es irrebatible y no ha de exteriorizarse en el foro donde los administradores, anualmente de forma ordinaria, han de dar cuentas de su gestión (notable en el último ejercicio) y menos aún al comienzo de la convocatoria en lo que pudo parecer (“sed exigentes, exigid claridad, pero al mismo tiempo demos margen de credibilidad a aquellos que nos han elevado al olimpo europeo, a éxitos increíbles”) una puesta en escena destinada a atemperar los razonables ánimos de indagación de unos accionistas inquietos por el día a día y avizores del futuro de nuestro Sevilla.
Ni era el lugar ni era el momento. Lo primordial, como
él mismo corroboró (“estoy convencido de que hay margen para crecer aún
más a todos los niveles”), es que
siga manteniendo el crédito, el que posee tras una trayectoria repleta de laureles
que -excediendo objetivos- ha culminado al finalizar 2019 en el pódium del
fútbol español.