Con
ocasión de la reiterada noticia de que un grupo de ultras sevillistas expuso en la grada
de El Sadar una pancarta con la leyenda “Gordo”, mote de uno
de los sevillanos detenidos como sospechosos de la
violación en
grupo que tuvo lugar los pasados Sanfermines,
ya
hubo ocasión en estas páginas de censurar lo fácil que vemos la mota en
ojo ajeno mientras nos mostramos incapaces de ver la viga en el propio.
No
pareciéndole bastante,
según ha informado el Consejo Superior de Deportes (CSD), la Comisión
Antiviolencia ha propuesto una sanción de 4.000 euros y prohibición de
acceso a recintos deportivos durante doce meses, a la persona que colocó la
pancarta, al considerar que el mensaje supone "un claro apoyo al aficionado
que se encuentra actualmente en prisión preventiva por su presunta
participación en una agresión sexual ocurrida en Pamplona en julio de 2016".
¡Han
perdido el oremus! ¡Con qué facilidad se dispara contra unos mientras se
guardan de apuntar a otros! Dando por bueno que la pancarta va dirigida en
apoyo de uno de los investigados (que ya sería hilar fino), hay que
continuar subrayando, al día de hoy, que los sospechosos aún no han sido
condenados y que gozan -deberían gozar- de la presunción de inocencia que a
todos nos ampara. Tiempo tendrán de purgar sus culpas, llegado el caso.
Dirán
algunos que no son circunstancias extrapolables pero quiso la casualidad que
el mismo día y a la misma hora dos expresidentes del Gobierno de España, en
comparecencia pública y rodeados de buena gente, solicitaran la excarcelación del opositor venezolano
Leopoldo López, condenado a 13 años de prisión, es cierto, por la -injusta-
ley de un país sin rumbo. "Venezuela es una dictadura", se gritó en el acto,
no sin razón, entre vítores al preso. Mientras resortes alocados del Estado sancionaban
impunemente a un amigo o familiar de un preso de la cárcel de Pamplona que se había limitado
a un apoyo simbólico, y sin más parafernalias, a alguien que está a la espera de juicio, aunque ya lo
haya condenado la opinión pública de la manos de los Matías Prats, María
Rey, De la Morena, Ferreras o su "conyuja".
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