Sin alma, sin espíritu, ignorante absoluto de la conjugación del verbo competir... El Sevilla de hoy es fiel reflejo de quien lo dirige porque se puede perder jugando mal, se puede salir derrotado incluso sin merecerlo, pero no puede entregarse la cuchara sin dejar meridianamente claro al rival que la camiseta enfundada es la sagrada del Grande de Andalucía.
No siempre es la solución, pero muchas veces sí. El encefalograma plano que muestra el equipo, si tiene algún remedio y no excesivamente costoso, únicamente pasa por el cese fulminante del entrenador sevillista con peores números de los últimos años. Sólo la última temporada de Juande (8 puntos de 21 posibles -38,10 %-) dejó una estadística más desoladora que la del asturiano (26 puntos de 60 posibles -43,33 %-).
Si a eso sumamos que Jiménez fue cesado tras llevarnos a una final de Copa y cosechar el 53,57 % de los puntos disputados en su última temporada, que con Álvarez se hizo lo propio tras acumular el 53,33 % y que Manzano no mereció la renovación después de alcanzar el 50,51 % de los puntos que disputó, nadie puede entender el empeño de mantener en el cargo a un entrenador al que los únicos que le ven aspectos positivos -trabaja mucho, es la consigna- son el Consejo de Administración y su Presidente.
Es cierto que sufrimos bajas importantes, Kanouté y Perotti sobretodo, a las que se ha unido la marcha del baluarte de la línea defensiva (Martín Cáceres), por cierto criticado hasta la extenuación por los "profesionales" de la prensa sevillana -y por una parte más ruidosa que importante de la noble grada del Sánchez Pizjuán- hasta los instantes previos en los que esos "locos" de la "Yúver" mostraron su deseo de rescatarlo.
La paupérrima imagen mostrada ayer en Málaga no hace sino certificar la ausencia de recursos, la inapropiada gestión del vestuario y la total indisposición de una plantilla incapaz de, ante la falta de calidad, mostrar otras virtudes más nobles. La más que aparente falta de confianza de los jugadores en el técnico debe servir de espoleta para finiquitar la situación.
Independientemente de lo que ocurra esta noche en Pamplona, la situación clasificatoria (decimoprimero) indica que estamos a cinco puntos del "objetivo menor" de la cuarta plaza pero con una casi inexpugnable muralla de siete equipos a superar, entre los que se ha metido el Atlético de Madrid, sin olvidarnos que el descenso queda casi a la misma distancia, seis puntos. Conseguir la meta fijada, hoy por hoy, parece una utopía porque para alcanzarla, además de hacer una segunda vuelta de campeón, todos los que nos preceden deberían casi desmayarse... y ¿todos ellos van a fallar?
El partido del domingo se antoja definitivo. La victoria ante el Villarreal se hace más necesaria que nunca, y después ante la Real Sociedad, y ante el Osasuna, y ante ... ¿Y vemos al Sevilla capaz de semejante proeza?
El Consejo de Administración está llamado urgentemente a arreglar -ahora sí- este desaguisado en el que, entre todos, unos por acción y otros por omisión -mea culpa- hemos convertido un club al que le removieron los cimientos cuando se comenzó a segar la yerba bajo los pies a un Entrenador -así con mayúsculas- mientras se entretenía en cosechar los mejores números de la centenaria historia sevillista. Sólo el alargue de aquel partido frente al Xerez C.D., y que supuso su destitución, le sitúa por centésimas por debajo del también recordado técnico que huyó a embolsarse la libra esterlina mientras dejaba tirado a un equipo (8 puntos en 7 partidos) hundido física y anímicamente.
Ahora sí, seis años después, es el momento de los indignados. Hoy -ya se esperaba- han vuelto a sonar los graznidos de los carroñeros de siempre, lo que pudiera tener cierto sentido si no fuera porque nos han privado durante los últimos tres años de disfrutar de un Sevilla de alto nivel.
Sería deseable que "personajes" tan resentidos como Prieto o Pintinho -entrenadores se autoproclaman- no alcancen nunca a sentarse en el banquillo sevillista, ni siquiera en el del filial o, mejor aún, ni en el de los prebenjamines, aunque, si sirve como ejemplo la política de los últimos tiempos del club en materia de comunicación, no puede ponerse la mano en el fuego por ello.
Anoche, cuando ví cómo salía un equipo y cómo salía otro me dije "aquí no hay nada que hacer"
ResponderEliminarEstamos dejando de mirar hacia arriba y lo hacemos hacia abajo.
Eso da una idea en el punto de inflexión donde nos encontramos.
Malos vientos corren.
Cordiales saludos