viernes, 16 de agosto de 2024

120125. Montesquieu no estaba muerto

 


Como ya se dijo, a los siete años en el dique seco en lo que en RRSS a mí respecta, se unió un lustro de colaboraciones muy esporádicas en otros medios y espacios tales como Letra Cursiva, El Tercer Lado, esRadio o Columnas Blancas, que iré recordando en este reaperturado espacio, poco a poco. Algunas parecerán nostálgicas, otras se antojarán imposibles a la luz de los acontecimientos vividos en España y, especialmente, en Andalucía en los últimos cinco años… Continuamos con las colaboraciones en El Tercer Lado, asociación de funcionarios de la Junta de Andalucía que presidí y un asunto “siempre de actualidad” para los medios subvencionados: Montesquieu no estaba muerto publicado el 25 de enero de 2012 (10 de 21)


Y no estaba muerto, no, no; tampoco tomando cañas, ni siquiera de parranda, como aseguraba la canción de Peret.

Según anunció ayer la Vicepresidenta del Gobierno en la Comisión Constitucional del Congreso, Montesquieu, al que –ejerciendo de “enterrador”- se encargó de echar la última palada de tierra Alfonso Guerra hace casi tres décadas, parece que, a lo sumo, ha estado hibernando y que se muestra dispuesto a despertar del letargo.

Ya ha llovido en todas las instancias judiciales desde 1985, cuando la infausta “Ley Ledesma”, contraviniendo el espíritu de la entonces joven Constitución, se encargó de acabar con la separación de poderes que consagra cualquier sistema democrático que se precie.

Decía –y continúa diciéndolo- el artículo 122.3 de nuestra Carta Magna: “El Consejo General del Poder Judicial estará integrado por el Presidente del Tribunal Supremo, que lo presidirá, y por veinte miembros nombrados por el Rey por un período de cinco años. De éstos, doce entre Jueces y Magistrados de todas las categorías judiciales, en los términos que establezca la Ley Orgánica; cuatro a propuesta del Congreso de los Diputados y cuatro a propuesta del Senado, elegidos en ambos casos por mayoría de tres quintos de sus miembros, entre abogados y otros juristas, todos ellos de reconocida competencia y con más de quince años de ejercicio en su profesión”.

Parece diáfano el mandato: de los veinte miembros, ocho han de ser elegidos por las Cámaras. Y resulta también un exceso de los políticos, cuando no una palmaria desidia permitida por un pastoreado Tribunal Constitucional, la interpretación de la remisión que hace a la Ley Orgánica del Poder Judicial para la elección de los otros doce. Si los ponentes constitucionales hubieran deseado el resultado legal obtenido, les hubiera bastado con transcribir en lugar del texto anteriormente subrayado algo así como: “Todos ellos a propuesta de las Cortes Generales”.

Todo apunta a que la añorada reforma judicial no sólo provocará la “resurrección” del pensador francés, sino que irá acompañada de otras medidas legislativas tales como la recuperación del recurso previo de inconstitucionalidad y el –esperemos- definitivo asentamiento del Tribunal Supremo como última instancia judicial.

Auténtica separación de poderes y justicia independiente: Democracia con mayúsculas. Si es así, bienvenida.


Francisco Romero, presidente de la Asociación El Tercer Lado.


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