El equipo menor de la ciudad sigue metido en tragedias. ¡Qué más quisiérais vosotros que tener un Lopera! era la frase favorita de tantas y tantas criaturitas que han visto desembocar sus sueños en la situación actual; sálvense -honrosas excepciones- algunos de mis grandes amigos que sienten aquellos colores. Se lo pronostiqué en aquellos "gloriosos" años -confieso que no era fácil- en los micrófonos de Cope Sierra Norte: ¡acabaréis corriéndolo a gorrazos". Hoy, Antonio García Barbeito, en su columna de ABC, escribe "elavangelio" de la cosa:
Quizá sea la primera vez que escribo su nombre, y si jamás se me ocurriría hacerlo como tardío eco laudatorio que viniera a sumarse a los cantos que ayer elevaban su nombre a la gloria, tampoco lo hago para convertirme en hacha que está sacando leña fácil del árbol caído. Lo que Lopera es lo ha sido siempre; todo lo que tenga de malo, si lo tiene, ya lo tenía, y si algo bueno tuvo, lo tiene aún. Nunca me hizo gracia, entre otras cosas, porque necesitaba sacrificar a mi equipo, el Sevilla, para que sus incondicionales le rieran lo que por gracia nos vendían, y porque jamás lo vi gracioso, en todo caso, motivo de risa por sus dislates cuando trataba de organizar en su boca el idioma. Nunca lo vi tan bético como lo quisieron ver otros, y por más que presumiera de su beticismo adobado de estampas sagradas, nunca me fié de él, que no es bueno fiarse de quien dicen, con la razón que sea, que sus dineros vienen de la usura. Lo llamaban de don por el dinero, aunque aquel «don Manuel» que parte del beticismo acuñó cuasi como principio de una oración deportiva, no demostrara tener derecho a más dones que los que se derivan de la listeza negociadora y de la capacidad populista para engañar a crédulos, que Lopera fue, en mucho, un «vidente» que encandiló a muchos con el nombre del Betis en la voz, como otros hicieron arrodillarse a miles fingiendo un éxtasis en los descampados de famosas «apariciones». A mí no me engañó jamás; para mí, ni bueno ni malo. Pero resulta que ahora nadie quiere reconocerlo, nadie habló con él, nadie le dijo «Don Manué». Aquí siempre hay un apóstata a mano que, cuando le preguntan los soldados romanos, dice que él nunca fue con el nazareno. ¿Ahora resulta que no ibas con él? El que no iba era yo. Eso sí es seguro. ¿O va a resultar que algunos —sobre todo uno— de los que ahora dicen que hay que recuperar el nombre de Villamarín para el campo de fútbol de Heliópolis, ayer mismo no durmieron tranquilos mientras a ese mismo campo no le pusieron el nombre de Lopera?
A ver si va a resultar que fui yo quien pidió para él una calle, una avenida y cuasi el nombre de Sevilla. Ahora, cuando las cosas están para el Betis como muchos béticos de verdad temían hace unos años, resulta que nadie ha estado en su casa, invitado por él, nadie ha comido con él, nadie le ha dado un abrazo, nadie le ha mostrado su hijo pequeño para que lo acaricie como si Lopera fuera el nuevo Mesías. No los hay más falsos porque no hacen gimnasia. Ni más cobardes. Ni, aunque Lopera fuera el Demonio, más traidores.
ABC
Antonio García Barbeito. SEVILLA
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Antonio García Barbeito. SEVILLA
"Torres mas altas han caido..." pronosticabamos muchos, y al final, no es que se haya caido, se ha derrumbado dejando tras de si un reguero de polvo irrespirable, que veremos a ver si no van a necesitar oxigeno para sobrevivir...
ResponderEliminar"Entre el cortefie y los eo duros..."
Un fuerte abrazo
Inconmensurable Barbeito como siempre. A mi me pareció algo parecido, cuando le dije a mi amigo del alma Manu, bético hasta las trancas (que ya es difícil la dualidad de ser bético y amigo mío) el día que el subsodicho apareció en el programa de Quintero, contando la anécdota del tetabric. Pues ahora, que cada palo aguante su vela. Un abrazo Paco, y quedo pendiente para tomarnos algo en compañía de mi amigo (éste es sevillista hasta el tuétano) Fernando Rodríguez.
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