Ya lo decía el Ministro de Fomento, tras los fastos del último Día de la Hispanidad en Madrid: “son los de siempre, grupúsculos organizados de la derecha extrema, irrespetuosos con el himno y la memoria de nuestros soldados, víctimas en ‘misiones de paz’, los que han intentado reventar los actos del desfile de las fuerzas armadas”.
Y, naturalmente, debe ser tan perfecta su organización que la “coacción” se repitió tan sólo cinco días después, esta vez en la enésima inauguración de la rehabilitación del conjunto arquitectónico de la Plaza de España en Sevilla: ¿Será “verdad” también que, con la casi absoluta ausencia de representantes del Gobierno Autonómico, varios centenares de empleados públicos, “nostálgicos perfectamente organizados”, boicotearan el acto?
Para nuestros representantes políticos, al menos para los que la democracia sigue siendo una asignatura pendiente imposible de aprobar, nunca es el momento de que la gente corriente y moliente exija sus derechos en cualquier lugar y momento y les planten cara en la calle; recuerden, ese espacio público del que, en su día, quiso apropiarse el Ministro de Información y Turismo y que ha acabado siendo expropiado para uso, disfrute y baño de masas de la ¿nueva? casta dirigente.
¿Es que los ciudadanos no pueden exigirle a los dirigentes políticos, tan solo, un poco más de vergüenza, de dignidad, de justicia, sin que sean descalificados por ello? ¿Cuándo reconocerán estos progres que sus planteamientos son tangentes, e incluso superan, los de aquellos que –nunca se atreverían a tanto- denigran a través de sus altavoces mediáticos?
Nos difamen más o menos, nos agravien a jornada completa o entre horas, nos desacrediten por la mañana o por la tarde: han de continuar sintiendo nuestro aliento en sus cogotes hasta que acaben tirando a la papelera de la indignidad el Decreto Ley de reordenación del sector público andaluz, aprobado con urgencia, nocturnidad y alevosía, durante las vacaciones estivales. ¡Estaría bueno!
Y, naturalmente, debe ser tan perfecta su organización que la “coacción” se repitió tan sólo cinco días después, esta vez en la enésima inauguración de la rehabilitación del conjunto arquitectónico de la Plaza de España en Sevilla: ¿Será “verdad” también que, con la casi absoluta ausencia de representantes del Gobierno Autonómico, varios centenares de empleados públicos, “nostálgicos perfectamente organizados”, boicotearan el acto?
Para nuestros representantes políticos, al menos para los que la democracia sigue siendo una asignatura pendiente imposible de aprobar, nunca es el momento de que la gente corriente y moliente exija sus derechos en cualquier lugar y momento y les planten cara en la calle; recuerden, ese espacio público del que, en su día, quiso apropiarse el Ministro de Información y Turismo y que ha acabado siendo expropiado para uso, disfrute y baño de masas de la ¿nueva? casta dirigente.
¿Es que los ciudadanos no pueden exigirle a los dirigentes políticos, tan solo, un poco más de vergüenza, de dignidad, de justicia, sin que sean descalificados por ello? ¿Cuándo reconocerán estos progres que sus planteamientos son tangentes, e incluso superan, los de aquellos que –nunca se atreverían a tanto- denigran a través de sus altavoces mediáticos?
Nos difamen más o menos, nos agravien a jornada completa o entre horas, nos desacrediten por la mañana o por la tarde: han de continuar sintiendo nuestro aliento en sus cogotes hasta que acaben tirando a la papelera de la indignidad el Decreto Ley de reordenación del sector público andaluz, aprobado con urgencia, nocturnidad y alevosía, durante las vacaciones estivales. ¡Estaría bueno!
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