miércoles, 11 de mayo de 2011

De los días de vino y rosas a la noche triste (Colaboración de Ernesto López de Rueda en Columnas Blancas)


Vaya por delante que no quiero fijarme ni en Joe ni en Kirsten o, lo que es lo mismo, ni en el Jack Lemmon o la Lee Remick de la última parte de la película de Blake Edwards, sino en los días de especiales alegrías que se abrieron para ellos con anterioridad, de la misma manera que tampoco quiero centrar el punto de mira en Hernán Cortés o en quienes lo acompañaron en la salida maldita de Tenochtitlan, fueran Alvarado, Velázquez de León o Martín de Gamboa.

Pretendo, más bien, reflejar dos épocas que salen en el mismo álbum de fotografía. Parece que en tono sepia aquellas banderas carmesíes regalo del club en el año cien que amarillean ya en sus presencias en el Pizjuán tras de que fueran enarboladas por nuestras huestes en Gelserkirchen, Eindhoven, Mónaco, Glasgow, Madrid o Barcelona y en tantas otras plazas, y en tono gris, como presagio de nubarrones, las que inmortalizaron el marcador del sábado en Nervión.

En la primera apenas había lugar para otra cosa que en la base fuera sacar pecho y legítimo orgullo, y en la gerencia el reclamo de una gestión también desde la autoridad de sus resultados. Fueron pocas, muy pocas, las voces que se levantaron para pedir, para exigir a quienes mandaban que lo hicieran mejor, que trocaran laureles por esparto.

Algunos que no hemos cambiado de 2006 o 2007 (ni desde siempre) a esta parte, que ni nos hemos dejado enredar en el triunfalismo exacerbado y en ocasiones disgregador ni dejado arrastrar por la algarabía maniquea y pusilánime del lloriqueo compulsivo, podemos -desde esa óptica- mantener la serenidad sabedores de que poseemos aún los resortes para prolongar la preponderancia deportiva que acompaña al sentimiento que nos engalana por dentro y por fuera y reforzarla para que el presagio de la triste noche sea flor de un viento pasajero, valorando las cosas en términos más ecuánimes que los propios de un calentón, sea con la corriente a favor o en contra.

De los días de vino y rosas, de paseos por Europa, de ser el centro en galas mundiales y objeto del deseo y la envidia de todos, nos vemos ahora como en fuga nocturna, acuchillados en estrechos senderos por sombras fugaces y traicioneras porque quienes se jactaron legítimamente de haber conquistado el mundo de acuerdo a un plan preestablecido durante cinco años, dejaron en blanco las páginas del siguiente trienio mientras se disputaban un menguante botín, pero suficiente para atorar las alforjas inservibles en una retirada estratégica, pesos de más cuando las circunstancias exigían liviandad, paso raudo y maniobrar con celeridad para renovar los efectivos y el brío.

Espero que en tres jornadas, apenas en dos semanas, alcancemos Tlaxcala después de que Osasuna, Real o Español nos sirvan como una nueva Otumba para que en menos de un año reconquistemos nuestro particular Tenochtitlan. Pero casi mejor es volver sin haberse ido, aunque permanezcamos conteniendo la respiración.

Y eliminando lastres. De todo tipo. Desde el de quienes se olvidaron de escribir las páginas del proyecto para el trienio último o las escribieron con los renglones torcidos por el desdén a cualquier consejo acorazados ante los suyos o extraído de la experiencia vivida; de quienes panegirizaron todo ello con estridencia impropia y casi pueril; y de quienes han demostrado que las páginas de sus hazañas deben de escribirlas en clubes cuyas ciudades no están en el sendero de la gloria y a las que se llega por carreteras secundarias.


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